¿Qué les pasa a los australianos con los coches? ¿Qué obsesión les lleva a meter persecuciones y amenazas vehiculares en sus películas de género? Casi resulta extraño que en Picnic en Hanging Rock (Picnic at Hanging Rock, Peter Weir, 1975) no haya por lo menos una persecución. Un ejemplo de esta obsesión es Desolation Angels (Christopher Fitchett, 1982).
Jilly (Kim Trengove), Joanne (Kerry Mack) y Liz (Marie O'Loughlin) son tres amigas que deciden celebrar que han acabado los exámenes pasando un fin de semana de relax en la casa en la playa que tienen los padres de una de ellas. Pamela Wilkinson (Karen West) forma parte de una trama que busca enriquecerse con cheques falsos y desfalcos, pero ella quiere dejar la banda e irse por su cuenta. Normalmente, las tres amigas y Pamela no deberían cruzar sus destinos, pero sucede cuando tres psicópatas se encaprichan de ellas y empiezan a acosarlas.
La primera parte del film se centra en presentar a las futuras víctimas. Por un lado, las protagonistas adolescentes y las preocupaciones habituales de esa edad. Por otro lado, Pamela y su plan para quedarse ella con todo el dinero que ha conseguido con su cómplice. Ambas historias se mantienen separadas durante gran parte de la película. La acción arranca cuando las amigas se lanzan a la carretera y se cruzan con lo que parece un vehículo fúnebre negro, matrícula HEX777. Los conductores del vehículo intentan llamar la atención de las chicas, que los ignoran, pero el vehículo parece encontrarlas allá donde van. Esto es así porque ellas no se han dado cuenta de que se trata de dos vehículos, el otro con matrícula END666. Esta sección parece influenciada por El diablo sobre ruedas (Duel, Steven Spielberg, 1971), creando tensión con las persecuciones y la creciente obsesión de los psicópatas. Luego, la acción se traslada a la localidad de la playa y se dejan de lado las persecuciones, aún así los psicópatas hacen notar su presencia haciendo sonar los motores de sus vehículos en la noche. Es en esta parte que finalmente se cruzan las historias de las tres amigas con Pamela, en lo que se convierte en una lucha por la supervivencia con la tranquila localidad veraniega como fondo.
Desolation Angels mezcla elementos de suspense y terror, con toques de slasher, para construir una historia sencilla pero cargada de tensión. Karen West fue una modelo de Penthouse, lo que parece inspiró algunos momentos de desnudos gratuitos, el único elemento que chirría un poco en el conjunto. El reparto hace un trabajo correcto, nada especial pero no te sacan de la película. Tiene algunos momentos algo lentos, pero se compensa con los momentos de acción y las bien construidas secuencias de suspense. Además tiene algunos toque peculiares que hacen que no sea una simple imitación de las películas que llegaban de Estados Unidos. Por supuesto, como ya he comentado, el elemento más australiano es cómo hace que los coches se conviertan en una arma más de los psicópatas. El póster no parece tener ninguna relación con la película, una mala manera de vender una entretenida mezcla de thriller y terror como es Desolation Angels.
La década de mediados de los 90 del siglo XX fue una época muy interesante para el aficionado al cine de género. Primero, nuevos directores como Álex de la Iglesia y Quentin Tarantino, entre otros muchos, estaban renovando el panorama con una nueva energía irreverente y gamberra. Segundo, el cine de otros países empezaba a ser más accesible. Principalmente el cine de asiático, con sellos como Manga Films haciendo accesibles películas imposibles de ver antes, pero también de otros lugares tan exóticos como... Dinamarca.
El cine danés en nuestro país era bastante desconocido. Lars von Trier seguramente era el único ejemplo de director danés que era conocido entonces en nuestro país, Nicolas Winding Refn no debutaría en el largo hasta 1996. Aunque El vigilante nocturno (Nattevagten, Ole Bornedal, 1994) no llegó a España, aproximadamente, hasta que se estrenó la nueva versión americana La sombra de la noche (Nightwatch, Ole Bornedal, 1997), por lo menos en salas comerciales, el hecho si quiera de que se estrenara indicaba que la película era de una gran calidad, a pesar del bajo presupuesto, y que debía haber cosechado un gran éxito internacionalmente para que se considerase distribuirla en nuestro país. Y su fama estaba justificada.
El vigilante nocturno a que alude el título es Martin (Nicolaj Coster-Waldau), un estudiante de derecho que decide coger un trabajo como vigilante nocturno en un instituto forense pensando que será una manera fácil de ganar dinero. Pronto se da cuenta que quedarse toda la noche sentado en una morgue no es el dinero fácil que imaginaba, el ambiente mortuorio empieza a afectarle. Peor aún, un asesino en serie anda suelto en la ciudad, acumulando víctimas, y Martin se verá atrapado en la red de este psicópata.
Vi El vigilante nocturno y La sombra de la noche muy cerca la una de la otra, cuando era un joven adolescente. Y, en ese momento, me gustó más la versión americana, que discuto más abajo, que la original. Pero al reencontrarme de nuevo con la película como adulto, gracias a un pack en Blu-ray con la original y su secuela, El vigilante nocturno me ha gustado mucho más. Más allá de la calidad técnica, los movimientos de cámara, la banda sonora, ahora he visto elementos en la película que no supe apreciar en su momento. Martin y Jens (Kim Bodnia), los dos protagonistas, se desafían el uno al otro en un juego que tendrá graves consecuencias, como que es la razón por la que el asesino se fija en Martin. Este juego nace del miedo de ambos por entrar en la edad adulta, de convertirse en dos acomodados en una vida gris sin emoción. Esto se enlaza también con otro miedo: el miedo a la muerte. Un miedo que empieza a hacerse cada vez más presente debido al trabajo de Martin y que es la base de los momentos más atmosféricos e inquietantes del film.
Estos elementos enriquecen una historia de suspense, precedente de las truculentas series nórdicas y la fiebre del noir nórdico que tanto éxito han cosechado en nuestro país, que sigue funcionando hoy día. En esta época se pone de moda usar la expresión "thriller psicológico" para referirse al cine de terror, debido a los prejuicios contra el género. Esta es una de las pocas veces que he visto justificado el uso de esta expresión, ya que El vigilante nocturno no es una película de terror, pero desde luego utiliza elementos del cine de terror para añadirle sabor al suspense y la trama de asesino en serie propia del thriller.
Uniendo la riqueza visual y la riqueza textual, se entiende que el film se haya convertido en un clásico del género. Se mantiene tan fresca y efectiva ahora como hace 30 años.
Como ya he mencionado, cuando en su día se estrenó La sombra de la noche me gustó más que la original. Tiene un reparto que, entonces, resultaba más atractivo con Ewan McGregor, Patricia Arquette, Josh Brolin y Nick Nolte. Pero ahora me resulta obvio que los motivos por los que me gustó más son los mismos por los que ahora es una película bastante olvidada.
Producida por los Weinstein, la película sufrió la misma manía intervencionista que otras producciones de los merecidamente denostados hermanos. Temerosos de que el ritmo no funcionara con el público americano y algunos temas se consideraban demasiado morbosos, Harvey Weinstein reeditó la película eliminando prácticamente todo aquello que no tuviera que ver directamente con la trama de suspense. El resultado es un efectista thriller al estilo americano, pero que carece de aquello que hace que la original sea especial. Es solo un thriller que cuenta una historia muy conocida dentro del género, el inocente acusado injustamente que debe demostrar su inocencia y salvar la vida.
Sin embargo, hay algunas secuencias que siguen funcionando debido a la manera en que el director reinterpreta las escenas que ya había rodado previamente. No es una mala película, pero tampoco es una gran película. Entiendo que a mi yo joven le gustara, pero no tiene lo que hace que la original se mantenga actual, aquello que va más allá del thriller.
Casi treinta años del estreno de El vigilante nocturno, Ole Bordenal regresó a este mundo con la secuela El vigilante nocturno. Demonios heredados (Nattevagten - Dæmoner går i arv, 2023). En esta ocasión la protagonista es Emma (Fanny Leander Bordenal), la hija de Martin, que intenta averiguar la raíz de que su padre sea un hombre acosado por demonios interiores y que su madre se suicidara. Entonces descubre que su padre trabajó de joven como vigilante nocturno y coge el mismo trabajo para ponerse en el espacio mental de Martin. Los problemas arrancan cuando descubre que sobrevivió al ataque de un asesino psicópata. Cuando decide encarar al asesino, encerrado en una institución psiquiátrica, buscando hacer que su padre supere el trauma, provoca que el asesino salga de su estupor y ponga en marcha una terrible venganza.
Uno de los avances del siglo XXI más positivos es que se trata de forma más abierta y natural la salud mental. Ir a terapia ya no se ve como un estigma, sino como algo positivo. Enfrentarse al trauma exponiéndolo y discutiendo los motivos de su existencia es algo más sano que simplemente enterrarlo todo en un sótano mental donde se puede pudrir y provocar más daño. Este cambio de mentalidad ha resultado muy productivo en el cine de terror, especialmente en las secuelas nostálgicas, en las que un personaje decide hacer frente al trauma que marcó su vida y luchar contra el terror de nuevo. Una tendencia popular ahora que trata también de forma efectiva el film de Bornedal. Martin parece que ha sido incapaz de ir más allá de aquella noche fatídica, ni tampoco sus amigos, algo que comparte con el asesino. Si en la primera película Martin y Jens temían lo que entrar en la edad adulta traía consigo, ahora el temor es verse en la madurez con un fuerte lastre psicológico.
Paralelamente, la trama que afecta a Emma ya no es los miedos de la edad adulta, sino entender el pasado para no repetirlo en el futuro. Teme que el suicidio de su madre la lleve a ella al mismo destino, así que decide desentrañar los misterios del pasado de su familia. Una perspectiva más propia de la mentalidad actual. De este modo, aunque hay muchos guiños y referencias al film original, esta secuela se crea su propia personalidad.
De nuevo, los aspectos propios del thriller y el suspense están muy bien tratados. La idea del asesino orquestando los asesinatos enviando a acólitos dementes es un gran hallazgo, evitando repetir una trama ya explorada. Es lo que hace de esta una digna y entretenida secuela, si bien solo el tiempo dirá si se acaba convirtiendo en un clásico como la primera.
Leyendo críticos anglosajones que escriben sobre el giallo, te puedes encontrar una noción bastante extendida según la cual solo se consideran auténticos gialli las producciones italianas. Es una opinión que siempre me ha parecido tremendamente absurda, principalmente porque los géneros y los estilos no tienen nacionalidad. Tienen lugar de origen, pero no nacionalidad. Es como decir que las películas del oeste de Sergio Leone no son auténticos westerns porque no son americanos. Otro argumento en contra es que gran parte de los gialli fueron coproducciones entre diversos países, para asegurar así una distribución internacional. Muchas de estas coproducciones eran entre España e Italia, países cercanos y que en aquel momento pasaban por momentos sociales parecidos. Lo que nos lleva al ejemplo que para mí hace más obvia que la idea de que solo se puede considerar un auténtico giallo una película enteramente italiana: los que fueron dirigidos por Luciano Ercoli. Ercoli estaba casado con Nieves Navarro, una actriz española que entonces usaba el nombre Susan Scott al aparecer en producciones internacionales. Debido a su matrimonio con Navarro, Ercoli estableció su pequeña productora en España, para luego trabajar en Italia, Inglaterra o donde fuera necesario. ¿Eran sus películas italianas o españolas? Realmente no importa, eran de Luciano Ercoli, eso es lo que importa. En su carrera como director dirigió tres gialli, siendo su díptico La muerte camina con tacón alto (La morte cammina con i tacchi alti, 1971) y La muerte acaricia a medianoche (La morte accarezza a mezzanotte, 1972) grandes títulos dentro del género.
La muerte camina con tacón alto fue la segunda película que dirigió Luciano Ercoli, tras debutar en el largo con Días de angustia (Le foto proibite di una signora per bene, 1970). Las dos son gialli pero concebidas antes de que la fiebre por el género explotara tras el estreno de El pájaro de las plumas de cristal (L'uccello dalle piume di cristallo, Dario Argento, 1970). El éxito del clásico de Argento transformó completamente el género, como si lo hubiera inventado para un nuevo público, lo que provocó que surgieran muchos imitadores. La muerte camina con tacón alto, sin embargo, no es una pálida imitación. Todo lo contrario, tiene una personalidad propia moviéndose dentro del género con un estilo clásico e innovador a un tiempo.
Nicole Rochard (Nieves Navarro) trabaja como bailarina de striptease en París y su padre es un notorio ladrón que ha robado una fortuna en diamantes. Un misterioso encapuchado va tras esta fortuna y, tras haber asesinado a Rochard, acosa a Nicole para que confiese dónde se ocultan los diamantes. Nicole pide ayuda a su amante Michel Aumont (Simón Andreu), pero, tras una discusión, queda claro que Michel no será de mucha ayuda. Desesperada, Nicole decide irse a Londres con el doctor Robert Matthews (Frank Wolff), un hombre atrapado en un matrimonio infeliz que se ha enamorado de Nicole. Pero el peligro sigue a Nicole por más lejos que se vaya.
El film de Ercoli presenta una trama propia del género policíaco, pero estructurado de forma peculiar. El asesinato central sucede a mitad de película, momento en que entra en escena el inspector Baxter (Carlo Gentili). Este es un personaje clásico, un poco al estilo de los investigadores peculiares que muy pronto se harían famosos en televisión como Colombo o Kojak. Esto hace que La muerte camina con tacón alto sea un título de transición entre el thriller habitual que seguía las directrices del estilo americano, francés y alemán, y el giallo de estilo puramente italiano. Con una dirección elegante sin demasiadas florituras, pero sin dejar de lado las innovaciones visuales de la época.
Ercoli ofrece un film de corte clásico, con secuencias que anuncian los excesos que estaban por llegar. Esto hace que algunos que busquen algo al estilo "argentiano" puede que se queden algo desorientados ante una película que sigue más el estilo de las novelas de intriga de la época. Pero hay mucho que apreciar en esta película aunque no tenga un bodycount al estilo de otros títulos de la época.
Tras el éxito de La muerte camina con tacón alto, no tardó en llegar La muerte acaricia a medianoche. Ercoli trajo de vuelta en el reparto, además de a Navarro/Susan Scott y a Simón Andreu como protagonistas, a Carlo Gentili, interpretando a otro inspector, a Claudie Lange y al experto en personajes pervertidos Luciano Rossi.
La película muestra la influencia de los cambios en el género con unas escenas más violentas y sangrientas, pero resulta refrescante que Ercoli no renuncia a construir un giallo siguiendo su propio estilo, sin caer en la simple imitación. Y lo hace con un argumento que presenta un desafío interesante para los cineastas, mostrar al asesino al inicio y mantener el suspense intacto. La modelo Valentina (Navarro) se deja convencer por su amigo periodista Gio Baldi (Andreu) para protagonizar un reportaje en el que probará una nueva droga, con la promesa de que ni su nombre ni su rostro aparecerá en el artículo. Mientras se encuentra bajo los efectos de la droga, Valentina es testigo de un asesinato en el edificio de enfrente. Por supuesto nadie la cree y, además, nadie se la toma en serio porque Gio la engañó y tanto su rostro como su nombre se utilizan en el artículo. Cuando el asesino empieza a seguirla, Valentina tendrá que desentrañar el misterio tras el asesinato antes de que el asesino la calle para siempre.
Navarro impregna a su personaje de una gran energía y personalidad, ayudada por Ercoli, su marido, que al igual que en la anterior película no le hace un plano malo. Andreu encarna a la perfección a este periodista sórdido y encantador, un tipo de personaje que le iba muy bien al actor. Navarro y Andreu tienen una gran química juntos, lo que hacen de este un giallo tan divertido como cargado de suspense. Y violento, como ya he dicho, con momentos en que Ercoli cubre la pantalla de sangre, literalmente.
La muerte acaricia a medianoche tiene un ritmo más rápido y ligero que el de Caminacon tacón alto, pero su historia es también bastante intrincada. La manera en que se desarrolla hace que este sea un film más entretenido que el anterior, con un Ercoli que parece cada vez más en dominio de la cámara. De los dos, este es, para mi gusto, el título superior. Coge los elementos más atractivos del género y los sirve de manera única y personal, lo que es de agradecer sobre todo si has visto muchas películas de este estilo.
Pasos de danza sobre el filo de una navaja (Passi di danza su una lama di rasoio, Maurizio Pradeux, 1973) no tiene absolutamente nada que ver con las películas de Luciano Ercoli aquí comentadas. Pero da una idea del éxito de sus películas el hecho de que en países de habla inglesa Pasos de danza sobre el filo de una navaja se estrenó como Death Carries a Cane, traducido: La muerte lleva bastón, en un intento de atraer al espectador despistado y hacerle pensar que era otra película de la serie. La maniobra tenía sentido ya que una de las protagonistas del film de Maurizio Pradeux es Navarro alias Susan Scott, y también aparece Simón Andreu en un rol secundario. La reunión de veteranos de Ercoli se completa con Luciano Rossi en uno de sus habituales roles como personaje sórdido y sospechoso . Así, aunque no tiene nada que ver el díptico de La muerte... de Ercoli pensé que sería divertido añadirla como bonus track.
Mientras espera que llegue su novio Alberto (Robert Hoffman), Kitty mira por un telescopio a monedas el paisaje urbano, siendo testigo de un brutal asesinato. Cuando va a la policía, el inspector Merughi (Jorge Martín con el nombre George Martin) no se acaba de creer su testimonio, pero luego descubre que el crimen puede que esté relacionado con otros asesinatos que investiga. El inspector empieza a sospechar de Alberto, así que este debe demostrar su inocencia con su propia investigación, mientras los cadáveres se empiezan a acumular a su alrededor.
El contraste entre el film de Maurizio Pradeux y los de Ercoli es bastante pronunciado. Mientras Ercoli rodó sus guiones con estilo, clase y personalidad propia, Pradeux se regocija en los elementos más explotables del giallo: crímenes sangrientos y generosas dosis de erotismo. Un enfoque que hace que el film de Pradeux funcione a otro nivel del de los de Ercoli o de otros grandes del género como Dario Argento, Mario Bava o Lucio Fulci. El desarrollo de la trama pasa a segundo plano mientras se acumulan las escenas de suspense salpicadas de desnudos gratuitos, lo que trabajado con savoir faire hace que el film sea constantemente entretenido. La resolución es satisfactoriamente absurda, de modo que aunque se sigue la fórmula sin mucha imaginación el resultado es muy notable.
Las secuelas y franquicias dentro del giallo son bastante raras, prácticamente inexistentes. Posiblemente debido a que no es un género que de para continuaciones, con la excepción de trilogías temáticas como la de "adolescentes en peligro" formada por ¿Qué habéis hecho con Solange? (Cosa avete fatto a Solange?, Massimo Dallamano, 1972), Corrupción de menores (La polizia chiede aiuto, Massimo Dallamano, 1974) y Tráfico de menores (Enigma rosso, Alberto Negrin, 1978). Dario Argento quiso que El jugador (Il cartaio, 2003) fuera una continuación de las aventuras de la inspectora introducida en El arte de matar (La sindrome di Stendhal, Dario Argento, 1995), pero cuando Asia Argento no participó en El jugador se desechó la idea. Por eso resulta una rareza la trilogía de películas en las que se centra este artículo, películas que comparten título y temática, todas ellas se centran en el lado oscuro de la vida las modelos.
Bajo el vestido, nada (Sotto il vestito niente, Carlo Vanzina, 1985) arrancó como un proyecto del productor Achille Manzotti. La idea de Manzotti era realizar una película basada en la novela de Marco Parma (pseudónimo de Paolo Pietroni) Sotto il vestito niente, que había tenido un polémico éxito por el retrato que hacía del mundo de la moda en la Italia de los 80 del siglo XX. Nadie quedaba bien en el libro que utilizaba la muerte de una modelo como punto de partida para su acoso y derribo del ambiente en que se movían diseñadores y modelos. El provocador título tenía un doble sentido, el erótico y una despectiva y misógina manera de referirse a las modelos, insinuando que son poco más que trozos de carne. Manzotti le llevó el proyecto inicialmente a Michelangelo Antonioni, que lo rechazó si bien indica que Manzotti no quería una película barata de serie B. El proyecto llegó entonces a Enrico y Carlo Vanzina, una pareja de hermanos que cosechaban grandes éxitos en la taquilla italiana produciendo películas comerciales muy populares. Los hermanos Vanzina se habían especializado en las comedias, pero hacía poco se habían estrenado en el cine de suspense con Mystére (Carlo Vanzina, 1983), una película protagonizada por Carole Bouquet que mezcla el giallo, el thriller tradicional y el cine de espías de forma efectiva y entretenida.
Con la colaboración del guionista Franco Ferrini, colaborador de Dario Argento, los hermanos Vanzina crean una historia que conserva el título de la novela de Manzotti y poco más, inspirándose en un caso real sucedido en Milán y en los recursos del giallo clásico, que estaba ya desapareciendo de las taquillas italianas. Además, los guionistas le añadieron un pequeño toque fantástico a la historia. En la película, Bob Crane (Tom Schanley) es un ranger que trabaja en Wyoming cuya hermana gemela, Jessica (Nicola Perring), trabaja como modelo. Bob tiene una visión en la que ve a alguien que intenta asesinar a Jessica, lo que hace que no tarde nada en coger un avión y plantarse en Milán para asegurarse de que su hermana se encuentra bien. Pero, cuando llega al hotel en que se hospeda Jessica, descubre que ésta ha desaparecido y nadie sabe dónde está. Como buen protagonista de un giallo, Bob empieza su propia investigación en la que se interesa el comisario Danesi (Donald Pleasence) cuando los cadáveres empiezan a acumularse. Bob también establece una relación con Barbara (Renée Simonsen), una modelo que le ayuda a introducirse en el mundo de la moda de Milán.
El único detalle realmente extraño de la película es que Bob recibe la visión desde el punto de vista del asesino, un detalle que junto al ambiente en que se centra el film recuerda a Ojos (Eyes of Laura Mars, Irvin Kershner, 1978), una película que podríamos clasificar de giallo a la americana, así como la banda sonora de Pino Donaggio nos hará pensar en Doble cuerpo (Body Double, Brian De Palma, 1984). Pero se ha de reconocer que, a pesar de estos detalles más o menos familiares y que tener modelos como protagonistas ha sido la base de multitud de gialli empezando con Seis mujeres para el asesino (6 donne per l'assassino, Mario Bava, 1964), Carlo Vanzina logra crear un film que funciona a la perfección. Todo lo que el fan le pide al género está ahí, incluidos los asesinatos vistosos (si bien no demasiado, ya habían quedado atrás los excesos de los 70 sustituidos por otros excesos de los 80), y secuencias cargadas de suspense. Una de estas secuencias tiene lugar en un desfile que organizó Moschino. Temiendo que la película sería una adaptación fiel de la novela, las casas de los diseñadores se negaron a colaborar con el film, el único que lo hizo fue Moschino. Fue una jugada inteligente, la película fue un tremendo éxito de taquilla que le hizo un montón de publicidad gratuita al diseñador. Otro detalle único del film para la época y el momento del género, es que en la banda sonora, además de la música de Donaggio, también incluye diversos éxitos ochenteros populares entonces, algo que ahora es habitual pero entonces no lo era en el cine de género italiano.
Como ya hemos mencionado, Bajo el vestido, nada no es tan cruel y violenta como los títulos que se estrenaron durante los 70, pero teniendo en cuenta los títulos estrenados durante los 80, dejando de lado los de Dario Argento que iba a su bola, es un título que destaca dentro del periodo. Los giros argumentales están bien pensados y mantiene la intriga hasta el final. Una pequeña delicia.
Bajo el vestido, nada fue un tremendo éxito de taquilla, así que el productor Achille Manzotti le pidió a los Vanzina una secuela, pero los hermanos no estaban interesados. Manzotti entonces buscó otro director que le diera un toque único al film como había hecho Carlo Vanzina, decidiéndose por un director con un fuerte sentido visual desarrollado en la publicidad. Así nació Demasiado bellas para morir (Sotto il vestito niente II, Dario Piana, 1988), una secuela temática cuya trama también tiene su punto de partida en un aspecto sórdido del mundo de la moda. Una secuela en Italia, en el resto del mundo se estrenó como un film independiente.
Sylvia (Gioia Scola) es una joven modelo que acude, sin sospechar nada, a una fiesta que da Alex Conti (Giovanni Tamberi), el propietario de la agencia para la que trabaja. Lo que ella no sabe es que Alex le ha prometido a un sórdido empresario que podrá hacer con ella lo que quiera. Por ese motivo Sylvia es violada mientras sus supuestas compañeras la traicionan y la mantienen sujeta para el pervertido. Tras marchar corriendo, Sylvia desaparece y su cuerpo sin vida es descubierto al día siguiente. Entonces, cada una de las personas que participaron en la fiesta es asesinada por una misteriosa figura enmascarada, mientras trabajan en el rodaje de un videoclip. Estos asesinatos coinciden con la llegada de Melanie (Florence Guérin), una nueva modelo. ¿Puede que esté implicada? Es algo que tendrá que averiguar el inspector Brandam (François Marthouret).
Demasiado bellas para morir es un curioso híbrido de giallo y slasher, haciendo evidente la influencia de un género sobre el otro. El asesino/a/e ataca usando un vistoso y aparatoso cuchillo de múltiples hojas, que se supone es utilizado en el videoclip de estética Mad Max que se rueda dentro de la ficción, y lleva una máscara que representa el rostro anónimo de una modelo. Dario Piana se centra en crear una película muy estilizada, con un fuerte sentido estético. Lo que antes se denominaba negativamente "estética de videoclip" y que es algo que hoy día se dice de forma positiva, ya que es lo que le otorga personalidad al film. Además, hizo como la primera entrega y llenó la banda sonora de canciones de la época de bandas populares entonces como Frankie Goes To Hollywood, TOTO y Huey Lewis and the News. Aunque no son las mejores canciones de estas bandas, precisamente. Por otro lado, la fuerte estilización ochentera y la banda sonora me hizo pensar en Obsession: A Taste for Fear (Pathos - Segreta inquietudine, Piccio Raffanini, 1987), tal vez también porque en ambas aparece la actriz Gioia Scola.
La suma del festival visual, tanto por el diseño como por el reparto, y la hibridación de géneros hace de esta una película que no fallará en complacer a los fanáticos del género. Un placer que hará que uno no se fije en los fallos de la película, como que no tiene un protagonista claro al que seguir y que las escenas con la policía son bastante sosas y rutinarias. Esta secuela es un ejemplo de que a veces, que algo sea todo superficie y nada de sustancia no tiene que ser algo malo necesariamente.
Y llegamos a la conclusión de esta trilogía con Bajo el vestido, nada: El último desfile (Sotto il vestito niente - L'ultima sfilata, Carlo Vanzina, 2011). Estrenada 26 años después de que se estrenara la primera entrega.
Alexandra Larsson (Alexandra Burman) es una famosa modelo que trabaja exclusivamente para el diseñador Federico Marinoni (Richard E. Grant). Tras un exitoso desfile, Alexandra muere atropellada por un conductor que se da a la fuga y el inspector Vincenzo Malerba (Francesco Montanari) sospecha que ha sido asesinada, conectando su muerte con un antiguo caso que también afectó a una modelo que trabajaba para la casa Marinoni. Mientras, Federico, con el cuerpo de Alexandra todavía caliente, manda a su asistente Heidi (Claudine Wilde) que le busque una sustituta para su modelo estrella rápidamente. La escogida es Brigitta Olsen (Vanessa Hessler), una recién llegada que verá cómo su sueño se transforma en pesadilla cuando empieza a descubrir el lado oscuro de la moda. Además, es posible que se convierta en la nueva víctima del misterioso asesino que acecha la casa Marinoni.
Gran parte del equipo que creó la primera Bajo el vestido, nada regresó en esta tardía secuela. Los hermanos Vanzina regresaron como productores y guionistas junto a Franco Ferrini y Carlo Vanzina repitió como director. Sin embargo, el cine italiano ya no era el mismo que cuando los Vanzina dominaban la taquilla italiana. Trabajando con un presupuesto más ajustado, Carlo Vanzina dirige un giallo con una aspecto muy influenciado por las películas y series americanas contemporáneas. Hay más énfasis en las pruebas forenses, lo que significa que a última hora llega un informe forense que da la pista definitiva sobre el caso como sucede en infinitos ejemplos de películas y series de TV, y no hay toques fantásticos o delirantes como había en el género en los 70 y primeros 80. Eso no significa que sea una mala película, todo lo contrario. Simplemente que es un efectivo thriller en el que están ausentes los elementos propios del giallo que lo hacen un género especial.
En su favor, en su film ágil que dura poco más de hora y media. El reparto cumple bien su función y la dirección de Vanzina es efectiva a la hora de mantener el suspense, si bien no es muy difícil adivinar quién es la persona culpable de los asesinatos. En esta tercera entrega encontramos también guiños al origen literario de la primera entrega y la banda sonora de Pino Donaggio retoma en clave techno el tema principal de la banda sonora de la primera entrega, a su vez una especie de reinterpretación del tema Telescope de la banda sonora de Doble cuerpo que escribió el propio Donaggio.
Bajo el vestido, nada: El último desfile es un film que, posiblemente, no de al aficionado al giallo lo que busca en un título del género, pero es también el más accesible y "normal" de los tres sin dejar de ser entretenido.
Seguramente os habréis encontrado El rostro de la muerte (Alice, Sweet Alice aka Communion aka Holy Terror, Alfred Sole, 1976) en incontables ediciones chungas en DVD e infinidad más de copias por Internet. El estudio que originalmente la financió se olvidó de ponerle el copyright, así que se puede encontrar editada de diversas formas, todas ellas de pésima calidad. Maltratada de un modo que es difícil ver la calidad y fantástica destreza cinematográfica con que fue realizada, así como su importante lugar dentro del cine de terror. Por suerte, una reciente edición en 4k y Blu-ray por fin hace justicia a esta pequeña obra maestra.
El año es 1961 y nos encontramos en una pequeña comunidad donde la iglesia tiene un papel importante. La joven Karen Spages (Brooke Shields) se prepara para celebrar su primera comunión, pero es asesinada durante la ceremonia. La policía y parte de la familia sospecha que la culpable es su hermana Alice (Paula E. Sheppard), que es una niña conflictiva y de mal carácter. Se repiten los ataques y asesinatos, de modo que Alice es puesta bajo custodia. Su madre Catherine (Linda Miller) y su padre Dominic (Niles McMaster), que llevan un tiempo separados, se reúnen con el objetivo de demostrar la inocencia de su hija.
Una de las primeras cosas que llaman la atención de esta película es que parece una prestigiosa producción de Hollywood, a pesar de ser una producción independiente que contaba con un presupuesto muy bajo. Ya el simple hecho de tratarse de una producción de época habla de la ambición de los cineastas, además de que ha ayudado a que la película se haya mantenido actual. Es también una de las películas americanas que más parecen notar la influencia del giallo italiano, si bien sea, como comentó el director Alfred Sole, a través de la influencia de Alfred Hitchcock y Amenaza en la sombra (Don't Look Now, Nicolas Roeg, 1973). Por supuesto, el principal comentario que se hace sobre ella es que es un notable proto-slasher.
Estrenada entre Navidades negras (Black Christmas, Bob Clark, 1974) y La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978), su papel dentro de la evolución del género es obvio cuando se ve al asesino enmascarado atacando con viciosa brutalidad cuchillo en mano. Por ello se reestrenó en los 80 en plena fiebre slasher y aprovechando también la popularidad de Brooke Shields entonces. Pero está claro que las intenciones de Sole van más allá de construir una efectiva película de suspense y terror (que lo consigue, lo cual tiene ya mucho mérito) sino que en el guion que escribió el director y Rosemary Ritvo le añade a la trama principal un diverso subtexto, en el que encontramos temas como la influencia de la iglesia. El tema principal parece ser el abuso. Alice se perdió muchas cosas porque sus padres se divorciaron cuando ella tenía la edad de su hermana Karen, cosas que ahora recibe Karen. Alice tiene doce años, aún es una niña, pero muchos de los adultos a su alrededor reaccionan hacia ella como si fuera ya una mujer. Míster Alphonso, el casero, interpretado por Alphonso DeNoble que parece que se haya escapado de una película de John Waters, tiene una relación odio/desprecio con Alice, parece que ambos disfrutan haciéndose la puñeta, hasta que hay un momento en que él intenta violarla. Cuando a Alice la están sometiendo a la prueba del polígrafo para ver si ha matado o no a su hermana, el técnico hace un casual comentario con otro policía sobre los pechos de Alice bastante sórdido y perturbador teniendo en cuenta que es referencia a una niña de doce años (aunque la actriz que la interpretaba tenía 19 años entonces). Teniendo en cuenta el panorama, parece comprensible que para Alice la llegada del periodo sea algo traumático, algo que la coloca más cerca de la colección de pervertidos que parecen estar atraídos por ella.
Sumada la calidad cinematográfica, la excelente edición y los movimientos de cámara, y la calidad dramática, cuesta creer que no fuera un gran éxito de taquilla, a pesar de que incluso tuvo buenas críticas algo difícil en este tipo de películas. Pero Sole tuvo bastante mala suerte. La película iba a ser adquirida por Columbia, pero uno de los abogados propietarios de los derechos pidió demasiado dinero, estropeando las posibilidades de que fuera estrenada a lo largo del país. El estudio que finalmente la adquirió decidió cambiar el título original, Communion, por el de Alice, Sweet Alice, título que a Sole no le gustaba nada. Más tarde recibió un título peor, Holy Terror, cuando volvió a reestrenarse para aprovechar la popularidad de Shields, creando un tráiler en el que parece que ella es la protagonista cuando solo aparece al inicio del film. Con sus siguientes dos películas como director, La isla virgen (Tanya's Island, 1980) y Desmadre en las aulas (Pandemonium, 1982), no tuvo mejor suerte, por eso se decidió pasar a ser diseñador de producción, lugar en el que tuvo una larga y provechosa carrera. Pero es una lástima que Alice, Sweet Alice no fuera el éxito que se merecía ser, tal vez habríamos tenido más películas como esta maravilla que puede que ahora sea apreciada como se merece.
Recomendada hasta por Stephen King, esta es una mezcla de terror y thriller impactante y efectiva que dará muchas alegrías a los aficionados. No digo más por no estropearle la película a nadie.
Nada como meterse de lleno dentro de un buen terror gótico, lleno de noches tempestuosas, pasajes secretos, soterradas perversiones sexuales y algún muerto o dos que regresan de la tumba. El horrible secreto del doctor Hitchcock (L'orribile segreto del Dr. Hichcock, Riccardo Freda, 1962) es una gran entrada dentro del género que se beneficia con contar con la reina del terror gótico Barbara Steele en un papel protagonista.
Londres, 1897. El reputado cirujano Bernard Hichcock (Robert Flemyng) ha obtenido gran prestigio gracias a su habilidad con el bisturí y su invención de un efectivo suero anestésico que hace posibles arriesgadas operaciones. El doctor Hichcock también utiliza el suero para llevar a cabo juegos sexuales necrófilos con su esposa Margaretha (Maria Teresa Vianello). Pero durante uno de estos juegos, sin querer, el doctor le provoca una sobredosis a su esposa y esta muere. Traumatizado por el suceso, el doctor abandona Londres. Doce años después regresa, aparentemente recuperado y acompañado de su nueva esposa, Cynthia (Barbara Steele). Desde el momento de llegar, Cynthia tiene la sensación de encontrarse bajo la sombra de la esposa fallecida del doctor y no tardará en tener la impresión de que su fantasma la acosa. Paralelamente, el doctor Hichcock empieza a sucumbir de nuevo a sus tendencias necrófilas con las pacientes fallecidas.
La trama necrófila es lo que dio infame notoriedad a esta película desde el momento en que se estrenó. Pero se ha mantenido como un clásico del género gracias a su enfebrecida manera de narrar la historia y cómo utiliza los diferentes elementos propios del género gótico. El guionista Ernesto Gastaldi empezó a escribir una historia más clásica, pero cuando los productores le pidieron algo más inquietante y macabro, Gastaldi decidió introducir la necrofilia, tan aparente como era posible en la época en que se rodó. Riccardo Freda obtuvo la dirección del film cuando se apostó con los productores que podía rodar la película en solo catorce días (o diez días, depende de la entrevista). Para ganar la apuesta y cumplir el contrato, Freda le imprimió un ritmo frenético al rodaje. También concentró el rodaje en una sola localización, una gran villa en la que se creó la mansión londinense del doctor Hichcock y también la morgue y las salas de operaciones en las que trabaja. Finalmente, para asegurarse de que terminaba el rodaje a tiempo, decidió no rodar alrededor de doce páginas del guion original de Ernesto Gastaldi. En estas páginas se encontraban las explicaciones y motivaciones de los personajes, lo que en algunos casos es positivo, porque lo deja a la imaginación del espectador, en otros negativo, porque algún personaje desaparece sin que se resuelva el por qué de su presencia.
Las condiciones de rodaje sirvieron para imprimirle al film un aire frenético (dura 87 minutos), cargando la pantalla de elementos macabros y perversos. La utilización de una única localidad para rodar toda la película le da un aire claustrofóbico, incluso en las escenas en el hospital, así como puede resultar desorientadora (de una manera positiva) ya que continuamente parecen surgir nuevas habitaciones y lugares desconocidos en la mansión.
El uso del nombre Hichcock no es gratuito. Originalmente la película se tituló Raptus, ya que en el cine de entonces se puso de moda la utilización de términos clínicos como títulos tras el éxito de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960). Gastaldi también llenó el film de referencias a otras películas del maestro, siendo Rebeca (Rebecca, Alfred Hitchcock, 1940) la película que tuvo una mayor influencia en la trama y el estilo de El horrible secreto del doctor Hitchcock. Por supuesto, cuando vieron que se había utilizado el nombre Hichcock, los productores decidieron usarlo en el título y el poster para obtener una mayor popularidad, cambiando la manera en que se escribe ligeramente para evitar denuncias. Otra gran influencia en el film fue Edgar Allan Poe a través de las adaptaciones que estaba realizando entonces Roger Corman. Hacía poco que se había estrenado en Italia con gran éxito El péndulo de la muerte (The Pit and the Pendulum, Roger Corman, 1961), que precisamente contaba con Barbara Steele entre las protagonistas, así que se intenta imitar su modelo.
Riccardo Freda cogió todos estos elementos del guion y los sacudió y presentó a su peculiar manera. De esta forma se convirtió lo que podría haber sido un simple pastiche, en una celebración del terror gótico que sigue entreteniendo y fascinando hoy día. En su día fue considerado poco más que basura sin interés, pero el tiempo ha demostrado que es uno de los títulos más memorables dentro del terror gótico.
La idea de un doble malvado, un gemelo que encarna lo peor de nuestra naturaleza, está presente en la mitología y en el arte casi desde el inicio de los tiempos. Es una potente alegoría, que se encuentra, por ejemplo, en la base del desdoblamiento del doctor Jekyll y míster Hyde. En la mitología alemana este doble se conoce como "doppelgänger" y verlo significa que la muerte está próxima. El director Avi Nesher se inspiró en todos estos mitos en Secreto sangriento (Doppelganger, 1993).
Patrick Highsmith (George Newbern) es un guionista sin trabajo que decide alquilar una habitación en su casa para ganar algo de dinero. Así se presenta en su casa Holly Gooding (Drew Barrymore), una atractiva mujer que Patrick está encantado de tener de inquilina. Entonces, Holly empieza a actuar de forma extraña, con súbitos cambios de humor y personalidad. Cuando empieza a morir gente, Patrick debe decidir si ayudar a Holly a luchar contra la doble que asegura que la persigue, o creer a los que le dicen que Holly sufre de doble personalidad.
En su día, Doppelganger llamó la atención cuando se estrenó en Sitges, más que nada porque no era habitual tener a una estrella como Drew Barrymore de protagonista en una película de terror como esta. Recuerdo que un tiempo más tarde la vi cuando se pasó por televisión, sin que me dejara una fuerte impresión, pero sin llegar a olvidarla del todo. Tuve la idea de recuperarla cuando vi que su director fue Avi Nesher, director de dos películas que me gustan bastante como son She (1982) y Treinta minutos para morir (Timebomb, 1991). Vista hoy día se entiende que no sea recordada como un clásico del género o una película de culto. Dicho esto, la película también tiene detalles curiosos y un buen final que la redime de los momentos más mediocres.
El problema de Doppelganger es que el director y guionista Nesher no parece tener claro que tipo de historia quiere contar. Arranca con Holly, pero luego el protagonista pasa a ser Patrick, uno de esos personajes que se supone son divertidos y encantadores pero no acaban de ser ni una cosa ni la otra. A partir de aquí, el film se desarrolla como un thriller, no muy original, sobre un hombre que sospecha que su inquilina tiene doble personalidad y puede resultar muy peligrosa. El guion separa las dos personalidades al estilo de muchas películas sobre Jekyll y Hyde, presentando a la otra Holly como mucho más desinhibida sexualmente y dada a seguir sus impulsos más oscuros sin remordimientos. Pero Nesher también decide jugar la carta de que la doble sea real, para mantener el interés del espectador. El resultado es que ambas posibilidades se van desarrollando, siendo el objetivo del director una mezcla de las dos. Esto puede que la perjudicara, ya que los espectadores que esperaban ver un thriller al estilo de Atracción fatal (Fatal Attraction, Adrian Lyne, 1987) o Mujer blanca soltera busca... (Single White Female, Barbet Schroeder, 1992) se quedarían decepcionados o desconcertados ante los elementos más fantásticos del film.
Esto hace que el desarrollo de la película sea algo confuso, pero también hace que el final sea muy entretenido, con momentos algo ridículos que funcionan a favor de la película. Esto hace que Doppelganger quede como una curiosidad. No es lo bastante buena para que sea un título a reivindicar dentro del género, pero no deja de ser entretenida y puedes pasar un buen rato con ella.
Es posible que la decisión de ponerle este peculiar titulo a Night School es que la traducción literal, Escuela nocturna, podría hacer que se confundiese con alguna de las muchas películas "S" que llenaban los cines españoles de la época. Al fin y al cabo, es un periodo en el que se decidió cambiar "flujo" por "fluzo" en Regreso al futuro (Back to the Future, Robert Zemeckis, 1985) porque al parecer a alguien le sonaba demasiado cercano a "flujo menstrual". No creo que fuera porque el que le puso el título castellano pensara en hacer un comentario sobre la influencia de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960) en el moderno slasher americano.
Night School tiene un argumento algo novedoso dentro del género en la época, ya que está ambientada en un entorno urbano, la ciudad de Boston, y los protagonistas son adultos, o al menos no adolescentes. El inspector Judd Austin (Leornard Mann) investiga unos asesinatos en los que el asesino ha decapitado a sus víctimas. Algo que todas tienen en común, además de ser decapitadas, es que todas estudiaban en una escuela nocturna femenina, así que el inspector Austin decide centrar su investigación en las estudiantes y profesores del centro con la esperanza de detener al asesino antes de que decapite a una nueva víctima.
Esta fue la última película que dirigió Ken Hughes, un veterano director cuya carrera abarca toda clase de títulos. Desde películas infantiles como Chitty Chitty Bang Bang (1968) a dramas históricos como Los juicios de Oscar Wilde (The Trials of Oscar Wilde, 1960), pasando por ser uno de los directores que trabajó en Casino Royale (1967). Hughes es una de las razones por las que este es un film que ha perdurado, ya que el guion no es nada del otro mundo. Es bastante fácil adivinar quién es el asesino, pero la manera en que Hughes filma un guion mediocre hace que, a pesar de todo, resulte un film entretenido. También se ha de valorar un buen reparto, encabezado por la bella Rachel Ward.
Personalmente, lo que más me llamó la atención es que este slasher muestra una fuerte influencia del giallo, como los toques psicosexuales y de morbosa exploitation. Pero, especialmente, el asesino decapitador de Night School recuerda bastante al asesino motorista de Corrupción de menores (La polizia chiede aiuto, Massimo Dallamano, 1974).
Seguramente no será recordado entre los grandes títulos del género, pero Night School resulta muy efectiva y entretenida. Está repleta de pequeños toques que le dan personalidad y que hacen de este un título a tener en cuenta por los aficionados al género.
Cuando se han visto muchos, pero que muchos, slashers, se agradece la ocasional sorpresa. Aquella película que te sorprende por la manera en que presenta un argumento algo familiar de forma distinta a la media o por ser desconocida hasta el momento de empezar a verla. Juegos mortales (Deadly Games, Scott Mansfield, 1982) es este tipo de sorpresa. Un título desconocido que, además, presenta su familiar historia de manera original (es decir, original a principios de los 80).
El film es un slasher, pero también tiene elementos de cine de suspense clásico mezclado con drama. Linda (Alexandra Morgan) es asesinada por una misteriosa figura enmascarada. Su hermana Keegan (Jo Ann Harris) regresa al pueblo para el entierro, donde vuelve a conectar con sus amigas de instituto. Sin embargo, las cosas son distintas y Keegan descubre que las parejas del pueblo se ven envueltas en una red de infidelidades que todo el mundo conoce pero nadie comenta. Keegan empieza un romance con el policía que investiga la muerte de su hermana, Roger (Sam Groom), que está casado con Sooty (Jere Rae Mansfield). Roger es también amigo de Billy (Steve Railsback). Roger y Billy fueron juntos a Vietnam, pero Billy no regresó tan entero psicológicamente como se fue. Mientras, los asesinatos prosiguen, los cuales parecen ser decididos por el asesino lanzando los dados por el tablero de un juego de mesa.
Deadly Games fue filmada durante 1979, pero no se estrenó en cines hasta 1982. El retraso se originó debido a que la compañía que la había producido quería estrenarla directamente en el entonces emergente mercado del video doméstico. El director Scott Mansfield no estaba de acuerdo con esta estrategia, quería que su película se estrenara en cines. Así que compró la película a la productora y creó su propia empresa de distribución para que Juegos mortales se viera en cines. Con su compañía se dedicó también a distribuir otras películas de terror de bajo presupuesto para darles un trato justo.
El retraso en el estreno no fue favorable a la película. Cuando llegó a las pantallas, el mercado estaba dominado por los slashers adolescentes llenos de sangrientas muertes. Esto es algo que diferencia esta película: es un slasher adulto, con personajes que han dejado atrás la adolescencia y han entrado en el mundo adulto con no pocos desengaños. Otro indicativo de que la película fue rodada al acabar los 70 es la trama de infidelidades e intercambio de parejas que es la salsa del drama. La cultura swinger en los ambientes de clase media fue objeto de fascinación durante los 70 y base de distintas películas de la época, tanto dramas "serios" como filmes de terror/suspense. La manera en que se centra en la construcción de los personajes femeninos protagonistas le da una personalidad propia, un toque feminista, que no era habitual en la época. Por otro lado, los asesinatos no son nada sangrientos, pero, en cierto modo, son más inquietantes y perturbadores por ser más realistas.
Hay dos cambios interesantes entre el guion y la película final que vale la pena señalar. El primero tiene relación con el hecho de ser el primer slasher en utilizar un juego de mesa como elemento central para que el asesino escoja sus futuras víctimas. Originalmente, el juego en cuestión iba a ser el Monopoly, lo que permitía a la protagonista Keegan darse cuenta del patrón tras jugar una partida por casualidad. Por supuesto, la compañía que manufacturaba el juego no cedió los derechos y tuvieron que inventarse un juego, con lo que se pierde también la manera en que Keegan descubre los asesinatos y se hace algo más casual. El otro elemento significativo del guion que fue eliminado durante el rodaje, es una escena que no se llegó a filmar en la que Keegan asesina a Sooty con la idea de que pase como una víctima más del asesino misterioso y dejarle el camino libre con Roger. Le habría dado un toque retorcido al film, pero imagino que el director lo eliminó para que la protagonista no perdiera la simpatía de la audiencia, además de que no tendría sentido que el personaje lo hiciera tal y como es presentado en el film.
Perdida en la oscuridad de la era VHS, Deadly Games es una película interesante, que se aparta del típico slasher más adolescente. No es sangrienta, pero si tiene mucha atmósfera y toques inquietantes, con algunas muertes algo crueles, buenas interpretaciones y suspense bien construido.
No es fácil ser el primero. El juego de la sospecha (Cluedo) (Clue, Jonathan Lynn, 1985) fue la primera película basada en un juego de mesa y su estreno fue bastante accidentado. Desde entonces, ha sido reevaluada y está considerada una comedia de culto.
Originalmente creado en Inglaterra en 1948, Cluedo es un juego que se inspira en las intrigas de salón y en la obra de Agatha Christie. Simple y funcional, pero es un juego con una narrativa: hay un asesinato y se debe averiguar quién ha sido, dónde y con qué, de modo que convertirlo en película no es tan descabellado como la película sobre Monopoly que lleva años en desarrollo. Además, las películas que parodiaban las historias de suspense y misterio en grandes mansiones, como Un cadáver a los postres (Murder by Death, Robert Moore, 1976) o Terrorífica luna de miel (Haunted Honeymoon, Gene Wilder, 1986), eran bastante populares entonces. John Landis se encargó de crear el argumento, interesado en crear una historia al estilo Agatha Christie, aunque se quedó encallado en la conclusión. La dificultad en encontrar un final satisfactorio y tener que ponerse a trabajar en Espías como nosotros (Spies Like Us, John Landis, 1985), hizo que pasara las tareas de director y guionista a Jonathan Lynn.
Preparando el film, se decidió que se harían tres finales distintos, como un guiño a las distintas conclusiones a las que se podía llegar en el juego. La idea era que los espectadores fueran de cine en cine para ver los tres finales distintos. No era un concepto que estuviese muy bien pensado como forma de llamar la atención, pero sumado al hecho de que estuviese basada en un juego de mesa hizo que El juego de la sospecha fuera masacrada por la crítica en su día, inevitablemente usando referencias a los juegos de mesa. Realmente, los prejuicios contra una película basada en un juego de mesa pesaron enormemente, solo hay que comparar las críticas de la época con las críticas más recientes, que son mucho más positivas. Cuando la película se pasó por televisión, y luego DVD y Blu-ray, lo hizo con los tres finales seguidos, separados por carteles ("pero esto es lo que podría haber pasado" y "esto es lo que realmente pasó") (el Blu-ray, además, ofrece la posibilidad de ver la película con solo uno de los finales seleccionados al azar).
El argumento es clásico murder mystery, ambientado a mediados de los años 50 del siglo XX (lo cual es importante teniendo en cuenta la temática de los chantajes): un grupo de personas que, aparentemente, no tienen nada en común, es invitado por un misterioso personaje a cenar a una aislada mansión. Este misterioso personaje, Mr. Boddy (Lee Ving), revela que es el que ha estado chantajeándolos a todos y que planea seguir haciéndolo, revelación seguida de su asesinato. Ahora, los invitados deben averiguar quién es el asesino antes de que la policía haga acto de presencia en 45 minutos, mientras los cadáveres se acumulan. La necesidad de resolver el misterio antes de que llegue la película le da un sentido de urgencia que casa muy bien con el estilo de comedia alocada, al estilo screwball comedy de los clásicos de Howard Hawks y Billy Wilder. Porque Clue no es una parodia al estilo de Un cadáver a los postres, que satirizaba las novelas de misterio y sus diferentes subgéneros, sino una comedia de misterio. Enfásis en comedia, ya que como misterio, teniendo en cuenta los tres finales, no es su punto fuerte, ya que no hay manera de averiguar quién es el culpable siguiendo las pistas ofrecidas.
Y llegamos así al punto fuerte del film, el elemento crucial que ha contribuido a convertir esta película en una cinta de culto: su reparto. Un elenco cinco estrellas de comediantes que incluye al genial Tim Curry, la igualmente genial Madeline Kahn, Michael McKean, Christopher Lloyd, Martin Mull, Eileen Brennan, Lesley Ann Warren y Collen Camp como una curvilínea criada francesa, uniforme incluido.
Tim Curry y Madeline Kahn están brillantes. Curry exprime cada momento como el mayordomo/investigador y Kahn protagoniza la única improvisación de la película, un pequeño monólogo con el que es imposible no reírse, que es el punto álgido de una interpretación que le hace acumular un momento divertido tras otro. Pero todo el reparto está brillante, incluso cuando hay algún chiste o línea de diálogo que no funciona el talento de los actores hace que la comedia brille.
La idea de los tres finales realmente perjudicó la película. Viéndola con los tres seguidos es la manera en que la película funciona mejor, uno solo hace que la conclusión resulte algo floja tras toda la locura anterior, lo que explica que se convirtiera en un film de culto cuando pasó a emitirse por televisión con los tres finales.
En 2011 se hizo un intento de serie de televisión enfocada al público adolescente de efímera vida y actualmente se habla de una nueva versión cinematográfica protagonizada por Ryan Reynolds. Esto puede que ayude a que más gente descubra esta fantástica comedia de culto. Una joya que hoy día es valorada como se merece.
Si buscáis una película delirante, aquí tenéis una película delirante y fantástica: La brigada del inspector Bogart (Casa d'appuntamento, Ferdinando Merighi, 1972), una de esas películas que una vez vista, ya no puedes "desver".
En el burdel de Madame Colette (Anita Eckberg) es asesinada la prostituta Francine (Barbara Bouchet). El inspector Fontaine (Robert Sacchi) detiene al que parecer ser el seguro culpable: Antoine Gottvalles (Peter Martell). Gottvalles muere decapitado después de escapar de la cárcel y jurar venganza sobre sus acusadores. Y, efectivamente, el juez que lo condenó y los testigos empiezan a ser asesinados. El inspector Fontaine investiga el caso sin mucha suerte. Mientras, el profesor Waldemar (Howard Vernon) mantiene la cabeza de Gottvalles para sus experimentos y su hija Eleonora (Evelyne Kraft) tiene extraños sueños que puede que estén relacionados con las muertes.
Bueno, no sé por dónde empezar. Tal vez lo más llamativo: el curioso título español, escogido sin duda por la presencia del actor Robert Sacchi. Sacchi se ganaba la vida como imitador de Humphrey Bogart, debido a lo mucho que Sacchi se parecía físicamente a Bogart. Así que tenemos un giallo en el que el inspector protagonista es un doble de Bogart, lo que indica que este no es el típico ejemplo del género. Lo cual se confirma con la historia, que gira continuamente, insinuando elementos sobrenaturales para luego descartarlos. Su reparto, que incluye bellezas habituales del género como Barbara Bouchet y Rosalba Neri, nos regala a Howard Vernon, un habitual de Jess Franco, interpretando a un mad doctor cuyo nombre nos remite a Edgar Allan Poe, aunque escrito con W en lugar de V. No es casualidad entonces que su hija se llame Eleonora, otro nombre que también alude a Poe.
La brigada del inspector Bogart, más conocida como The French Sex Murders, está cargada de toques delirantes que no se reducen solo a su reparto ni a su retorcido argumento, también visualmente. Los asesinatos, por algún motivo, se repiten tres veces con diferentes filtros de colores. De este modo se intenta dar más espectacularidad a los efectos de maquillaje, que no son muy destacados pero tienen sus momentos de esplendor como la decapitación con espada que se nos ofrece en el último tramo.
No sabría decir si es un giallo punk o un sueño enfebrecido plasmado en celuloide. Es diferente, desde luego, y entretiene de principio a fin. Una pequeña maravilla que recomiendo a los amantes del cine más iconoclasta.
Durante el entretenido comentario en audio que hace Guillermo del Toro en el montaje del director de Mimic (1997), hay un breve momento que lo dedica a comentar las secuelas que tuvo su película. De Mimic 2 (Jean de Segonzac, 2001) dice que no vale la pena (hay que darle la razón), pero de Mimic 3: El guardián (Mimic 3: Sentinel, J.T. Petty, 2003) dice que es bastante interesante porque es más fiel al relato original de Donald A. Wollheim en que se basaba la primera Mimic que su pelicula. Entonces no había visto Mimic 3, así que la recomendación de Del Toro hizo que me la apuntara para verla más adelante. Han pasado unos cuantos años, pero por fin me puse a ver Mimic 3.
Es cierto que esta tercera entrega es más fiel al relato original de Wollheim, aunque creo que es más bien casualidad, ya que fue el estudio el que propuso la premisa al director J.T. Petty: un cruce de Mimic con La ventana indiscreta (Rear Window, Alfred Hitchcock, 1954). Un concepto divertido que hace que la película casi se pueda disfrutar por sí misma, ya que el film es sorprendentemente entretendido.
Marvin Montrose (Karl Geary) se dedica a observar lo que se sucede en la calle y en el edificio de enfrente, haciendo fotos de lo que le parece interesante. Esta peculiar afición se debe a que se pasa gran parte de su vida encerrado en su habitación ya que tiene hipersensibilidad alérgica, es casi un chico burbuja. Es a través de su observación que empieza a detectar extraños personajes y lo que podría ser un asesinato. La policía no le cree pero con la ayuda de su hermana Rosy (Alexis Dziena) y la vecina de enfrente Carmen (Rebecca Madder) descubrirán la presencia de cucarachas Judas. Como podéis ver por su trama, la película hace honor al concepto de hacer La ventana indiscreta con cucarachas gigantes. Sumado al mínimo presupuesto (fue rodada en Rumanía para ahorrar), esto podía augurar un pestiño de película. Sin embargo, como ya he dicho, la película funciona a pesar de todo.
Este milagro se debe en gran parte al reparto, que junto a los tres protagonistas incluye secundarios de lujo como Amanda Plummer, John Kapelos y Lance Henriksen, al sencillo pero efectivo guion y a la dirección de Petty. También puede que influya el hecho de que es muy corta, tan solo 76 minutos que se pasan bastante rápido. Debido a que el espectador ya sabe que el misterioso asesino es una cucaracha gigante, se juega más con el suspense de dónde aparecerá la criatura y de si sobrevivirán los protagonistas. Juega de forma interesante con el concepto del voyeurismo, mostrando cómo Marvin crea una vida y una historia para los sujetos que oberva.
Tampoco os esperéis una obra maestra ni nada por el estilo. Es un film que cumple sus objetivos de forma muy efectiva teniendo en cuenta los medios a su disposición, pero no es un film revolucionario ni mucho menos. Dicho esto, sus logros no son menores, ya que podía haber sido simplemente otra secuela sin imaginación como la segunda entrega.
Nunca he sido muy fan del found footage, tal vez porque es un género más complicado de lo que parece y es difícil encontrar películas que lo utilicen de forma efectiva. Evidence (Olatunde Osunsanmi, 2013) logra hacerlo al mezclarlo con el más tradicional thriller con asesino en serie.
Los inspectores Daniel Reese (Stephen Moyer) y Alex Burquez (Radha Mitchell) esperan cazar a un asesino responsable de una masacre examinando el material grabado por las propias víctimas en cámaras y teléfonos. Esta es la sencilla premisa que permite la mezcla entre dos estilos de narrativa cinematográfica muy distintos. Su efectividad se basa en el buen reparto, principalmente Radha Mitchell y Stephen Moyer, y en la forma en que utiliza a los detectives como representantes de los espectadores. Por ejemplo, cuando empiezan a ver los videos y la inspectora Burquez sugiere saltarse las partes previas al accidente, sobre las relaciones de las víctimas, el inspector Reese reacciona diciendo que todo es importante. Este diálogo sirve como reflejo del contraste entre aquellos que encuentran el desarrollo de los personajes aburridos, que prefieren saltar a la acción, y aquellos que consideran el desarrollo de los personajes esencial para el impacto de la historia.
La mezcla de thriller/found footage permite también reforzar los puntos flojos de cada género con los respectivos puntos fuertes. Como, por ejemplo, la alternancia de formatos hace que el lenguaje cinematográfico sea más variado del que encontraríamos en una típica found footage. Además, el espectador puede acompañar a los inspectores y jugar a desentrañar lo sucedido. Aunque los esfuerzos son desperdiciados con una conclusión empañada por la compulsiva necesidad de poner un final con giro sorpresa, que llena de agujeros lo que hasta entonces era una efectiva historia de suspense.
Son estos pequeños detalles los que hacen que Evidence no sea un film más conocido o que no vaya más allá de proporcionar un poco de entretenimiento y poco más. A pesar de sus carencias, la manera en que logra mezclar dos estilos opuestos hace que al menos valga la pena darle una oportunidad.
Navidades negras (Black Christmas, Bob Clark, 1974) es un gran clásico del género, que sigue siendo tremendamente efectivo y un film que, personalmente, me encanta. También he aprendido a apreciar el remake de 2006 Negra navidad (Black Christmas, Glen Morgan). Así que cuando se anunció el nuevo re-remakeNavidad sangrienta (Black Christmas, Sophia Takal, 2019), me interesó inmediatamente. Sin embargo, que fuera clasificada para mayores de 13 años y que no se estrenase ninguna copia en VOS, hizo que no fuera a verla al cine. "Ya la veré cuando salga en VOD", me dije. Bueno, ya ha salido en VOD.
El argumento es, en un principio, el mismo que el de las anteriores películas: un grupo de chicas que pertenecen a una sororidad son acosadas y asesinadas por una misteriosa figura. Sin embargo, el guion de Sophia Takal y April Wolfe introduce grandes cambios a la historia, de modo que ya no nos encontramos ante un slasher sino, más bien, ante un film de terror más centrado en el subgénero de los cultos y las sectas. Este cambio, sumado a que se recortara la película para que fuera para mayores de 13 años y el preminente mensaje feminista provocó una reacción en contra en Estados Unidos, donde la película fracasó en taquilla, sin recaudar lo esperado. A mí me gustan las películas de sectas y cultos, así que ese cambio no me molestó demasiado. Sí que lamenté que los cineastas optaran por no estrenar un film para mayores de 18 años, ya que provocó que al film, en su presente forma, le falte intensidad y, obviamente, sangre.
Pero, realmente, son los únicos defectos que le he encontrado al film, que podrían ser subsanados en un futuro unrated cut. El reparto, encabezado por Imogen Poots, hace un buen trabajo y creo que se ganan las simpatías del espectador (por lo menos de este), algo que siempre es importante en un film de terror. La trama que enlaza con el silencio con el que universidades americanas han tapado violaciones es muy actual y, desgraciadamente, vigente, pero el mensaje en general puede mantenerse en el futuro y enlaza con los avanzados toques feministas de la original Navidades negras. Además, es lo suficientemente diferente de las anteriores para que puedan ser disfrutadas seguidas, sin que se tenga la sensación de estar viendo la misma película una y otra vez.
Veredicto final: me gustó, pero deseo que aparezca un montaje extendido sin censurar en el futuro para poder disfrutarla aún más.