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12 mar 2019

Bones


La primera incursión en el cine de terror como director de Ernest R. Dickerson tuvo como resultado la fantástica Caballero del demonio (Tales from the Crypt: Demon Knight, 1995). Su segunda incursión en el género fue un film igualmente notable pero del que no se habla tanto: Bones (2001).

Patrick (Khalil Kain) decide abrir un club, que servirá también como plataforma para promocionar al grupo que representa, integrado por su hermano Bill (Merwin Mondesir), su hermana Tia (Katharine Isabelle) y su amigo Maurice (Sean Amsing). Por desgracia, el edificio que elige ya tiene un ocupante: el espíritu de Jimmy Bones (Snoop Dogg), un criminal asesinado allí y enterrado en el sótano. La llegada de los nuevos inquilinos hará posible que Bones vuelva del más allá para vengarse de aquellos que le asesinaron.

Teniendo en cuenta el argumento, que recuerda al de J.D.'s Revenge (Arthur Marks, 1976), y los protagonistas, entre los que se encuentra también Pam Grier, sería de esperar que Dickerson hiciera un homenaje a la blaxpoitation de los 70, imitando el estilo de la época. Y algo de eso hay, pero lo que hace interesante esta película, y por ello la comento aquí, es que Dickerson adoptó un estilo que homenajeaba el cine de terror italiano de esa misma época, con guiños a Mario Bava, Dario Argento y Lucio Fulci. Además, el estilístico terror se adereza con no pocos toques de humor negro, que se hacen presentes con cada antiguo enemigo que Bones elimina.

Bones es una cinta de terror gótico en un ambiente urbano, pero alejado del realismo. Solo hay que ver el edificio en el que habita el vengador de ultratumba, que recuerda a una calavera humana. A medida que avanza, la película se va haciendo cada vez más fantástica, rozando el surrealismo, dejando atrás lo que sería una típica historia de casa encantada. Por eso me parecen desencaminadas críticas como las que hacen Kim Newman y Stephen Jones en el comentario de la nueva edición en Blu-ray de Candyman (Bernard Rose, 1992), que mencionan como un problema la falta de realismo del vecindario en el que transcurre la acción, que no parece un ghetto americano. No es un problema porque el film no busca representar nada de forma realista, se inclina más hacia lo barroco.

Dicho esto, el transfondo de la historia tiene elementos de comentario social, ya que alude a como las drogas, en particular el crack, destrozaron muchos barrios de mayoría afroamericana.

Aunque en un principio el film pasó desapercibido, en España la edición en DVD que se editó en su día es pésima y recomendaría la francesa o la inglesa, con el tiempo ha ido ganando adeptos. Posiblemente hoy día, con el cine de terror italiano de los 70 más de moda, el film sea más apreciado que en su momento. Si no la habéis visto, os la recomiendo.


19 abr 2018

Drácula negro (Blacula)

 
La década de los 70 trajo consigo el nacimiento de la blaxploitation, una tendencia cinematográfica que no me detendré ahora a explicar, más allá de poner en contexto el origen de las dos películas que tratamos en este artículo. En sus inicios, se consideró que la blaxpotation daba una mala imagen de la comunidad afroamericana, perpetuando estereotipos y clichés, a pesar de que uno de los iniciadores de esta tendencia fue un film tan contestatario como Sweet Sweetback's Baadasssss Song (Melvin Van Peebles, 1971). Muchos cineastas tomaron nota de estas quejas, trayendo consigo un mayor énfasis en los temas sociales y políticos, así como una representación más equilibrada de los personajes negros. Lo que nos lleva a Drácula negro (Blacula, William Crain, 1972).

Originalmente, Blacula fue concebido como una parodia, una comedia ridícula cuyo guion perpetuaba los estereotipos mencionados. Y así fue hasta que el actor William Marshall pidió cambios en el guion, llevando a cabo otros él mismo, ya que consideró que se daba una mala imagen de los negros y le faltaba entidad al vampiro. Gracias a él, estos cambios permitieron que la película de William Crain se convirtiera en el clásico de culto que es hoy día.

Blacula es un logrado film de terror que tiene algunos toques de temática social, que se desarrolla como un relato de vampiros clásico. Sin duda, la presencia de William Marshall es una de las razones principales por las que el film funciona tan bien. Fue Marshall el que creó el pasado del personaje, aportándole una regia dignidad que rivaliza con el propio Drácula de Christopher Lee. Sin embargo, a pesar de lo progresivo que resulta en muchos frentes, hoy día puede chocar por el lenguaje homofóbico presente en el film, tal vez porque a principios de los 70 algunas palabras no eran consideradas peyorativas como lo son en la actualidad (al menos en lo que se refiere a la VO).

Como ya he dicho, en el fondo Blacula es un relato clásico de vampiros. En el film, el príncipe Mamuwalde (Marshall) es transformado en Blacula por el propio conde Drácula (Charles Macaulay). No contento con ello, Drácula mata la esposa de Mamuwalde. Siglos más tarde, Blacula es sacado de su tumba y empieza a causar estragos en el presente, hasta que conoce a Tina (Vonetta McGee), una reencarnación de su princesa Luva. Vemos aquí que se incorpora a la película una trama clásica: la del vampiro que se reencuentra con un amor perdido. Aquí se utiliza muy bien, aportando un toque de tragedia al terror.

Teniendo en cuenta su inicial concepción como parodia, hemos de celebrar las circunstancias que llevaron a que el film fuera rodado desde una perspectiva más seria, aportando así al género un título clásico.



Se dice que segundas partes nunca fueron buenas, pues aquí tenéis la excepción que confirma la regla. Grita Blácula Grita (Drácula negro 2) (Scream Blacula Scream, Bob Kelljan, 1973) es un film superior a Blacula, tanto por su guion como por su ejecución.

El argumento resulta bastante novedoso, mostrando un enfrentamiento entre Blacula y un culto vudú. Este culto está liderado por Lisa Fortier, a la que da vida la gran Pam Grier. Resulta interesante como se rompen ciertos clichés, presentando la religión vudú de un modo que se aleja del sensacionalismo hollywoodiense, ofreciendo una perspectiva positiva de esta religión. Entre Blacula y Lisa se encuentra Justin Carter (Don Mitchell), que investiga los crímenes perpretados por Blacula y sus vampiros. Obviamente, este conflicto resultará en una climática batalla.

El hecho de tener a Pam Grier enfrentada a William Marshall ya es un plus. Pero, como decía, la historia de esta segunda entrega resulta mucho más entretenida y original que la de la primera entrega. Además, la dirección de Bob Kelljan es mucho más energética, destacando principalmente en las escenas de acción. Es por todo ello que Scream Blacula Scream se ha convertido en un clásico por derecho propio.

Las incursiones de la blaxpoitation en el terror siempre han dado resultados curiosos, aunque muchas veces las películas en sí no fueran muy destacadas. Por suerte, en el caso de Blacula tenemos dos excelentes muestras de cine fantástico y de terror. Mezclando temas clásicos y modernos, el film enlaza la tradición gótica de los 60 con el cine urbano de terror de los 70. Para los que no tengan problema con el inglés, recomiendo disfrutar de estas dos películas en la edición en Blu-ray de Eureka.


11 mar 2015

¡MÍA ES LA VENGANZA!

 
Esto es canela fina, gente. Un ex combatiente de Vietnam que se lía a partir por la mitad mafiosos con su catana. Es El samurái negro (Death Force, Cirio H. Santiago, 1978) y no está para bromas.

Doug (James Iglehart), Morelli (Carmen Argenziano) y McGee (Leon Isaac) son tres amigos que se preparan para volver a casa al terminar la guerra de Vietnam. Un negocio de drogas planeado por Morelli les permite volver con los bolsillos llenos. Doug planea regresar con su esposa, conocer a su recién nacido hijo y llevar una tranquila y agradable vida lejos del combate. Los planes de Morelli, sin embargo, van en la dirección opuesta: aprovechar al máximo los contactos hechos para iniciar su propia banda mafiosa. McGee no sabe qué hacer con su vida, así que Morelli le convence para matar a Doug, que podría denunciarlos a la policía en casa si Morelli lleva adelante sus planes de crear una banda mafiosa. En el barco de regreso, Morelli y McGee intentan matar a Doug cortándole la garganta y lanzándolo por la borda. Los dos lo dan por muerto y siguen el viaje tranquilamente. Pero Doug ha sobrevivido y acaba en una isla donde viven dos combatientes japoneses que creen que la II Guerra Mundial todavía no ha terminado. Los soldados japoneses le enseñan a Doug el código del samurái y el arte de la lucha con la espada, además de artes marciales. Paralelamente, Morelli y McGee se van haciendo con el control de las bandas de Los Ángeles y muy pronto se convierten en la mafia más poderosa de la ciudad. Además, McGee intenta por todos los medios hacerse a la esposa de Doug. Cuando éste por fin consiga salir de la isla, llegará la hora de la venganza.


Conocida también como Fighting Mad y distribuida también con diversos metrajes, la versión que yo he visto de esta película llevaba por título Vengeance Is Mine y dura nada menos que 110 minutos (cuarenta más que la versión más conocida: Death Force), aunque en la carátula del DVD aparece como Death Force. Intuyo que la versión que yo vi era la original de Cirio H. Santiago que luego fue recortada y retitulada por la distribuidora en Estados Unidos. Durante los 70, distintas distribuidoras financiaron películas en Filipinas, aprovechando que con poco dinero se podían hacer películas con mucho valor de producción, y El samurái negro es una de ellas.

Disfruté enormemente con esta película. El contraste entre Doug en la isla con los japoneses y Morelli y McGee haciéndose con el control de la ciudad resulta interesante, ya que esto hace que la batalla entre Doug y los hombres que le traicionaron resulte más épica. Por supuesto, la razón principal para ver la película es la venganza de Doug, que se va deshaciendo de enemigos a catanazo limpio, lo que provoca la extrañeza y asombro entre los mafiosos. Al respecto me hizo gracia un momento en el que, al principio, Morelli y McGee creen que se trata de una banda japonesa la que los ataca y cuando van al jefe de los yakuzas a pedirle explicaciones les dice: "¿Estáis locos? Si yo fuera por la calle con una espada me pegarían un tiro al cabo de cinco minutos". Lo cual llama la atención sobre lo deliciosamente absurda que es la película, haciéndola aún más entretenida.

Desde luego, si no os gustan las cintas que mezclan artes marciales, blaxpoitation y la clásica historia de venganza al más puro estilo setentero, El samurái negro no es para vosotros. Pero, ¿a quién no le va a gustar una peli que mezcla artes marciales, blaxpoitation y la clásica historia de venganza al más puro estilo setentero? Si solo leyendo el argumento ya dan ganas de verla. Eso sí, el presupuesto era bastante pequeño, así que las cabezas cortadas y otras soluciones son poco creíbles, pero le añaden un bouquet especial al conjunto.

Recomendada a los que busquen alguna delicatessen que sea pura exploitation.



3 jun 2014

Sweet Sweetback's Baadasssss Song


Hay ciertas películas cuya importancia es más social que cinematográfica. Sweet Sweetback's Baadasssss Song (Melvin Van Peebles, 1971) es una de esas películas. En el momento de su estreno fue muy polémica y perseguida, hoy día es conocida por ser la iniciadora de lo que se conoce como blaxpoitation.

Originalmente, igual que pasó con punk, el término blaxpoitation era peyorativo. Era utilizado principalmente por las asociaciones conservadoras afroamericanas que consideraban que la imagen que se daba de su comunidad en este tipo de películas era negativa. Lo cual es cierto en algunos casos, pero en otros como en Foxy Brown (Jack Hill, 1974) o en Las noches rojas de Harlem (Shaft, Gordon Parks, 1971) era todo lo contrario. Lo que queda claro es que la mayoría de estas películas se estrenaban con la única intención de ser entretenidas y proporcionar una buena dosis de escapismo y diversión. Sin embargo, Sweet Sweetback sí que tenía contenido político y un fondo reivindicativo, como deja claro el director al principio de la película con el siguiente mensaje:

Trad.: Esta película está dedicada a todos los Hermanos y Hermanas que ya han tenido bastante del Hombre.

Sweet Sweetback, a pesar de los intentos de suprimirla, censurarla y prohibirla, fue un gran éxito que hizo que Hollywood empezara a darse cuenta de que tenía todo un mercado de clientes a los que había sistemáticamente ignorado, algo parecido a lo que sucedió con el estreno de Easy Rider: Buscando mi destino (Easy Rider, Dennis Hopper, 1969). Van Peebles utiliza la historia de Sweetback, interpretado por el propio director, como plataforma para reivindicar los derechos de la comunidad afroamericana en una época donde el racismo todavía era bastante común. El film cuenta como Sweetback es arrestado de forma arbitraria y se ve forzado a huir cuando ataca a los policías que lo llevaban preso, policías que en ese momento se dedicaban a darle una paliza a otro detenido. De este modo empieza la odisea de Sweetback, un viaje que le llevará a encontrarse con extraños personajes y situaciones extremas.

Contado así parece un film bastante directo y sencillo, pero Van Peebles utiliza una narrativa en la que experimenta con el montaje, el color y el sonido, mezclando escenas surrealistas con otras realistas. Este estilo hace que el film esté algo anticuado, pero sirve como testamento de la época en que fue realizado, otra cosa que tiene en común con Easy Rider.

Lo cierto es que es un film que me ha dejado algo frío. Me interesaba por su importancia histórica y por ser el origen de la blaxpoitation, hechos que son innegables, pero no lo he disfrutado como ejercicio cinematográfico. Aunque tiene algunos detalles interesantes, y una muy buena banda sonora, es un tipo de película que creo interesará a los estudiosos del género, pero no sé hasta que punto puede gustarle a alguien que no esté interesado en el cine de los años 70.


19 nov 2012

The Black Gestapo


Como ya sabéis, estamos en periodo electoral en Catalunya y yo estoy ya harto, cansado y aburrido de las mentiras de siempre (o como lo llaman los políticos: "promesas electorales"). Tan harto, cansado y aburrido estoy de todo el ambiente político como lo estoy de las noticias sobre las futuras películas de Star Wars que aparecen cada 10 segundos (aunque el rollo Star Wars no me ha ofendido como lo hizo un candidato de Iniciativa que dijo: "Artur Mas es más de derechas que Superman": este insulto gratuito a Superman me molestó mucho). En todo caso, he pensado que estaría bien comentar una película con trasfondo político pero al Cinéfago style. Lo que me lleva a la blaxpoitation The Black Gestapo (Lee Frost, 1975).

El anterior film de Frost que apareció en este blog fue The Thing with Two Heads (1972), así que ya os podéis imaginar que la película de hoy no es buena en el sentido tradicional. El objetivo principal de Frost era hacer una película entretenida, pero sin comerlo ni beberlo le salió un film con un interesante trasfondo político.

Si estáis leyendo esto os supongo familiarizados con lo que fue la blaxpoitation. Pero lo que merece comentar es que entre la marabunta de títulos de "calidad alternativa", se rodaron también unos cuantos que tenían genuina calidad e interés. The Black Gestapo estaría en un término medio, tiene algunos fallos formales y algunas interpretaciones no son precisamente fascinantes pero a pesar de ello consigue entretener con una historia interesante. La trama gira en torno al general Ahmed (Rod Perry), líder del Ejército del Pueblo, una organización que trabaja en los barrios marginales para dar comida a los pobres, ayudar a desintoxicar adictos y procurar mejorar la vida de los afroamericanos. Los enfrentamientos con la mafia que domina el barrio harán que el liderazgo de Ahmed se vea debilitado y entrará en acción el coronel Kojah (Charles P. Robinson), hambriento de poder y no tan reticente a utilizar la violencia como lo es Ahmed. Kojah creará una fuerza dentro de la organización donde dará rienda suelta a sus ansías de poder y ánimo violento, lo que será la Gestapo negra del título, cuyas acciones provocarán una violenta venganza por parte de Ahmed.

Es bastante evidente que el film presenta el conflicto entre Ahmed y Kojah como una alegoría entre los grupos que luchaban por los derechos de los afroamericanos de forma reivindicativa pero pacífica, al estilo Martin Luther King, y los que no dudaban en utilizar la violencia. Además, claro, de explotar el miedo que en la sociedad blanca conservadora de la época provocaban grupos como los Panteras Negras, que algunas instituciones del gobierno americano veían como amenazas a la seguridad nacional. Pero para mí lo interesante del film es que, finalmente, el mensaje que parece transmitir (y con el que estoy de acuerdo) es que los extremos se tocan. O, en otras palabras, que todos los fanáticos son iguales, independientemente de la causa de la que sean fanáticos. Y no es que Frost sea muy sutil al respecto, ya que utiliza imágenes de los mítines nazis y en una escena acaba sustituyendo los gritos de "¡venganza!" del ejército de Kojah por gritos de "sig heil".

Durante el film vemos a nuestro héroe, Ahmed, implicado con los problemas del barrio y buscando maneras de que se respeten los derechos de los afroamericanos, lastrado por las violentas acciones de la mafia. Por otro lado, Kojah es muy efectivo deshaciéndose de la mafia pero de forma inmediata aplica los mismos métodos para ganar dinero y trafica con drogas agravando los problemas del barrio, todo en nombre del poder negro. Aunque el tramo final del film está dedicado a la violenta venganza de Ahmed en nombre del barrio (y de si mismo, ya que intentan asesinarlo y lo dan por muerto, pero al más puro estilo western, Ahmed regresa "y el infierno le sigue"), está claro que se favorece su estilo más honesto y pacífico de reivindicar los derechos de la gente. Kojah puede que hable del poder negro, pero parece más interesado en su economía personal y liderar un montón de jóvenes sedientos de sangre que en mejorar la vida de los oprimidos.

En conclusión, este film presenta una interesante alegoría política, aplicable no solo a los movimientos reivindicativos políticos de los 70, y lo hace utilizando altas dosis de violencia y desnudos gratuitos (Uschi Digart sale en la película). Entretenimiento garantizado.


20 feb 2012

Feminismo contra fantasía masculina: Terminal Island de Stephanie Rothman


Creo que el cine es un tipo de arte corrupto y comprometido, una combinación de negocio y arte. Y creo que los cineastas que lo tratan simplemente como un negocio fallan. Una película orientada exclusivamente al negocio es demasiado vulgar. Tiene que tener algo más. Para mí, las películas exitosas son aquellas que son ligeramente corruptas, que intentan ser a la vez negocio y arte, sabiendo que no pueden ser completamente artísticas y que nunca deben ser sólo negocio.
Roger Corman.

Terminal Island (Stephanie Rothman, 1973) es Battle Royale (Batoru rowaiaru, Kinji Fukasaku, 2000) antes de Battle Royale y 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, John Carpenter, 1981) antes de 1997: Rescate en Nueva York. Stephanie Rothman combina tópicos carcelarios y sátira en una entretenida exploitation con saludables dosis de desnudos y violencia.

Stephanie Rothman fue de las primeras directoras (y durante un tiempo casi la única) en trabajar dirigiendo películas exploitation, mientras en Hollywood las puertas seguían firmemente cerradas a las directoras, oportunidad que le fue dada por Roger Corman. La corta carrera de Rothman se caracteriza por dirigir películas dentro de géneros bien específicos pero a los cuáles les añadió un toque personal, que introducía en los guiones que coescribía, consistente en tratar temas de importancia social y añadir ciertas dosis de feminismo a los personajes y las historias. Ejemplos de este particular estilo de Rothman sería la anteriormente comentada aquí The Velvet Vampire (1971) o la primera película que estrenó la New World de Roger Corman (y primer gran éxito de la compañía) The Student Nurses (1970), en la cual trata el tema del aborto, entonces ilegal en Estados Unidos, el tipo de tema social que Hollywood, que avanza junto a los cambios sociales con la rapidez de un abuelo al que le han quitado su andador, no tocaba ni refería.

Terminal Island es la película más interesante de Rothman en este aspecto. Henry Jenkins, en su libro The Wow Climax: Tracing the emotional impact of popular culture, le dedica un capítulo a esta directora (Exploiting Feminism in Stephanie Rothman's Terminal Island)  y trata, de forma más elocuente y articulada de lo que haré yo aquí, las contradicciones que presenta este film cuando comparmos la forma en que fue promocionado (ved el póster y el tráiler que tenéis abajo) con la película que el espectador se encuentra realmente. Tanto el póster como el tráiler enfatizan los aspectos más comerciales del film, la violencia y los desnudos, de un modo que atraiga al potencial espectador masculino, incidiendo no sólo en la "explotación femenina", también en la curiosa mezcla de racismo y exaltación racial que se daba en la blaxploitation. De hecho, durante décadas las mujeres y los afroamericanos fueron representados -cuando lo eran- desde la misma perspectiva: la del hombre blanco. Esta representación tópica fue progresivamente cambiando gracias a profundos cambios sociales y a las películas independientes y de bajo presupuesto, de nuevo: Hollywood no se adapta con la rapidez deseada a los cambios que se producen en la sociedad.

Sin embargo, el espectador que se adentra en Terminal Island se encuentra algo más interesante de lo que puede a parecer a simple vista desde el mismo momento que arranca la película. El argumento del film gira en torno a una supuesta abolición de la pena de muerte. En California, para ahorrar los costes que representaría mantener a un montón de presos y presas condenados a cadena perpetua, deciden crear una ley según la cual los condenados a la pena de muerte son exiliados y enviados a una isla, abandonados a su suerte y considerados legalmente muertos, en la cual de vez en cuando envían provisiones. En lugar de recurrir a un texto explicativo, la película, de forma bastante interesante y curiosa, nos pone en antecedentes utilizando un imaginado documental que están haciendo en una cadena de televisión sobre la isla. Las opiniones de los entrevistados, así como las actitudes de los periodistas y su jefe, nos ofrecen una divertida sátira de la televisión basura y el amarillismo periodístico, que sigue siendo bastante actual, a la vez que de forma rápida y atípica se nos presentan a los que serán los protagonistas de la película. Jenkins, en el artículo mencionado anteriormente, señala algo que no se me había ocurrido: este prólogo de la película sirve también como parodia de la propia creación del tipo de películas que se hacía en la factoría Corman, con el jefe haciendo de Roger Corman -aunque por entonces Rothman ya no trabajaba en la New World- y una periodista muy parecida a la propia Rothman encarnando a la directora.

Tras este prólogo arranca la historia con Carmen (Ena Hartman), una nueva prisionera abandonada en la isla. Carmen representaría al personaje tipo que Pam Grier encarnó en diversas películas de cárcel de mujeres. Muy pronto se encuentra con el doctor Milford (Tom Selleck) que le pone en antecedentes sobre la situación en la isla. Existen dos grupos: uno bien organizado y preparado, otro que sobrevive como puede. Carmen opta por ir al bien preparado, claro está.

Este grupo bien preparado es uno de los elementos más cargados de simbolismo y sátira, al tiempo que es el lugar en el cual las peores fantasías masculinas se representan, aunque retorcidas y deformadas. El campamento está dirigido por Bobby (Sean Kennedy), un psicópata sanguinario con una curiosa debilidad: le tiene miedo a la oscuridad. La mano derecha de Bobby y subordinado es Monk (Roger E. Mosley). Carmen se dirige a Monk esperando cierta simpatía al ser ambos afroamericanos, sin embargo Monk, por orden de Bobby, rápidamente somete físicamente a Carmen y establece su posición de dominio.

Carmen descubre entonces que las mujeres del campamento son encerradas en una porqueriza y sometidas a una doble esclavitud: por la mañana trabajando y encargándose de cocinar, por la noche obligadas a mantener relaciones sexuales con los prisioneros. Una situación que no hace muy feliz a Carmen, la cual enseguida se pone a idear planes para escapar.

No hay que ser un genio del subtexto para ver que este campamento brutal "de los malos" es una versión caricaturizada de la sociedad contemporánea.  Bobby encarna al patriarca, el macho dominante por antonomasia, que en ocasiones actúa como un niño asustado.

Las cosas cambian cuando las mujeres, al estilo Rapto de las Sabinas, son liberadas y se unen al grupo más "desorganizado", a los débiles. Este grupo más igualitario, en el cual actúa como lider A. J. (Don Marshall), permitirá a las mujeres establecer relaciones de igualdad y también que se desarrollen sus habilidades e intelectos. Carmen fabrica veneno para usarlo como arma contra el grupo de Bobby y Lee (Marta Kristen) descubre la manera de hacer pólvora y comanda a los hombres de manera que consiguen varias armas explosivas. Por otro lado, Joy (Phyllis Davis) decide con libertad que hacer con su cuerpo y con quién hacerlo, en lugar de verse sometida al capricho de los hombres.

La película pasa a centrarse entonces al enfrentamiento entre ambos grupos, o lo que es lo mismo: el enfrentamiento simbólico entre la sociedad tradicional patriarcal y una nueva sociedad ideal sin prejuicios raciales o sexuales. Todo esto se hace dentro de los confines del estilo exploitation de puro entretenimiento, manteniendo entretenido al espectador con diversas escenas de acción y desnudos.

Terminal Island es un ejemplo de arte subversivo, o cine "corrupto" como diría Roger Corman, por la manera en que utiliza los tópicos para atraer a los espectadores, al tiempo que subvierte y desmonta esos mismos tópicos. Lo hace, además, sin olvidar que el objetivo principal del film es entrener, algo que consigue de principio a fin. Edición en DVD de Code Red.

26 ene 2012

¿Por qué El Cinéfago nos castiga con estas películas?


Esta película no es tan mala. De verdad. Sale un gorila con dos cabezas.

1972 fue un año complicado para Ray Milland: primero se tuvo que enfrentar a unas ranas asesinas en la clásica Ranas (Frogs, George McCowan, 1972) y luego le cogen la cabeza y se la añaden al corpachón de Roosevelt "Rosey" Grier. Porque eso es lo que pasa en The Thing with Two Heads (Lee Frost, 1972).

The Thing... es la versión blaxpoitation de The Incredible 2-Headed Transplant (Anthony M. Lanza, 1971), ambas distribuidas por la AIP y con James Gordon White entre los guionistas. La máxima diferencia entre las dos es que The Thing... está más orientada hacia la acción.

Ray Milland es Maxwell Kirshner, un reputado cirujano especializado en transplantes. Por desgracia, no se encuentra en su mejor momento físicamente: la artritis ha provocado que deje de operar, va en silla de ruedas debido a su frágil estado de salud y un cáncer de pulmón lo matará en unas pocas semanas. De ahí que empiece a investigar de que modo se puede mantener con vida. La solución está clara: transplantar su cabeza a otro cuerpo. Su primer experimento es con un gorila al que le transplanta la cabeza de otro gorila. Lo que da como resultado una de las razones por las que vale la pena ver esta película:

El maestro Rick Baker se encargó del gorila, por dentro y fuera.

Mientras los experimentos tienen lugar, descubrimos que el doctor Kirshner es un racista (¡buuuu!) cuando contrata al doctor Williams (Don Marshall) sin hacerle una entrevista, basándose en su trabajo, y al llegar a su hospital descubre que es de color. Es decir, de color negro. O más bien marronáceo. Da igual, sea del color que sea, al doctor Kirshner no le gusta. El doctor Williams jugará un papel importante luego, como os podéis imaginar.

El tiempo se le acaba al doctor Kirshner, así que los ayudantes que tiene a su disposición se ven obligados a aceptar al único voluntario que consiguen: Jack Moss (Grier), un condenado a pena de muerte que acepta someterse al experimento para ganar tiempo y demostrar su inocencia. Como veis, puro Hitchcock. Aunque al maestro del suspense nunca se le ocurrió poner un cuerpo con dos cabezas en sus historias de inocentes perseguidos, ¿y no es eso justo lo que le falta a Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959)?

La cara que ponen los doctores al descubrir que su voluntario es un negro enorme sabiendo que Kirshner es un racista de m****a es realmente impagable, uno de los mejores momentos de la película que no tiene gorilas creando caos ni persecuciones en coche. A pesar de todo, el experimento sigue adelante y empieza entonces la lucha entre Moss y Kirshner: Moss quiere demostrar su inocencia, Kirshner deshacerse de la cabeza de Moss. Ambos se pelearán por controlar el cuerpo mientras huyen de la policía y tiene lugar una espectacular persecución.

¿Qué papel juega esta clásica foto de Burt Reynolds en la película? Tendréis que verla para averiguarlo.

The Thing... es bastante divertida. No se toma a si misma en serio y únicamente pretende ofrecer un rato entretenido. Desde mi punto de vista lo consigue, ya sea por las ridículas discusiones entre las dos cabezas, las escenas delirantes o las persecuciones. Sea por lo que sea, en el film hay varios momentos que me provocaron carcajadas y me dejaron estupefacto. Como el asunto Burt Reynolds, ¿de dónde salió eso, exactamente?

Este film es exploitation en su salsa, pura serie B en el mejor sentido del término. Posiblemente, la mejor película de cuerpo con dos cabezas que se ha hecho hasta ahora.

8 ago 2011

Dándoles lo que quieren desde el nacimiento del cine


El chiste dice: Cinco segundos después de la invención de la cámara, se inventaron las películas exploitation.
Eddie Muller, historiador cinematográfico, en American Grindhouse.

Con el inicio de la década de los 60, llega la revolución cinematográfica de la Nouvelle Vague. Ha partir de entonces el cine se escinde en dos tendencias generales: el cine de entretenimiento (nunca me gustó la denominación "cine comercial") y el cine artístico (no me parece exacta la denominación "cine de autor"). Al final de la escapada (À bout de souffle, Jen-Luc Godard, 1960) es la película más representativa de este movimiento que, haciendo guiños y referencias al cine clásico americano, dinamitaba la narrativa y las convenciones de lo que había sido el cine hasta entonces.

Podríamos decir que el cine de entretenimiento está dedicado a estimular las emociones de los espectadores y está pensado para un público mayoritario, mientras que el cine artístico está pensado para estimular el intelecto de los espectadores y está pensado para un público minoritario.

En un mundo ideal, los beneficios del cine de entretenimiento se usarían para financiar películas artísticas más arriesgadas, como sucedía en Italia durante los 60, pero no sucede así y muchos cineastas han de sudar la gota gorda para poner en pie sus proyectos, si estos son arriesgados o poco ortodoxos.

También se ha desarrollado la idea, entre diferentes espectadores, de que una tendencia es mejor que la otra, dependiendo de los gustos de cada uno. Además, dentro del cine de entretenimiento proveniente de Hollywood, se tiene la tendencia a creer que una película hecha con mucho dinero es mejor que otra hecha con poco dinero.

Todas estas distinciones, así como la teoría del autor y las clasificaciones de géneros, me importan bien poco. Y me importan bien poco por la simple razón de que llega un punto, tras ver cientos de películas, que te das cuenta que estas distinciones sólo son útiles para los académicos y los críticos. Cuando uno se convierte en un continuo explorador del universo cinematográfico se da cuenta de que las generalizaciones y las clasificaciones sólo sirven para darte razones por las que no ver una película. Yo creo que son necesarios tanto el cine de entretenimiento como el artístico y que no son mutuamente exclusivos, todo lo contrario. Cineastas como David Cronenberg o David Lynch, e incluso Russ Meyer y Sergio Leone, demuestran que se puede hacer cine artístico y personal al mismo tiempo que se hacen películas entretenidas.

Esta actitud me ha provocado discusiones tanto con amantes del cine de entretenimiento como del artístico, ya que mucha gente suele adoptar una tendencia y defenderla a ultranza como la única realmente válida. Pasa un poco como con los cómics: mientras he de defender el cómic de superhéroes frente a seguidores del cómic independiente y alternativo que creen que los superhéroes no son más que basura imperialista, también he de defender el cómic independiente y alternativo frente a consumidores de los cómics de superhéroes que  consideran el cómic alternativo puro onanismo mental.

Es también esta actitud la que imagino que me acabó convirtiendo en un fanático del cine exploitation de los 60 y 70. El cine exploitation muestra por un lado una descarada intención comercial, al mismo tiempo que, debido a su limitado presupuesto y ser hechas al margen de Hollywood, llega a sitios y produce imágenes de naturaleza salvajemente surrealista. Así, entre un montón de películas que apenas merecen ser denominadas así, te puedes encontrar con auténticas joyas.

Sobre la exploitation y los cines grindhouse trata el documental American Grindhouse (Elijah Drenner, 2010) que acaba de ser editado en DVD.

Uno de los temas más interesantes que trata el documental es como las líneas que separan la exploitation del cine "serio" son cada vez más borrosas. Especialmente a partir de los 70, la separación entre cine de artístico, de entretenimiento y la explotation se difuminará con la llegada de directores como Steven Spielberg y Martin Scorsese, que hacen identificables películas a un tiempo personales y mainstream.

Ya en el brillante documental Schlock! The Secret History of American Cinema (Ray Greene, 2001) se apunta como el cine de Hollywood asimila y adapta las temáticas del cine exploitation y de serie B debido a los buenos resultados económicos que dan, de ahí que se estrenen filmes como El padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972) y Tiburón (Jaws, Steven Spielberg, 1975): películas cuyo argumento las mete dentro de la exploitation y la serie B, pero realizadas con los valores de producción asequibles a los grandes presupuestos hollywoodienses. American Grindhouse profundiza en este tema y, al igual que Schlock!, analiza las diferentes sociedades americanas que se ven reflejadas en el cine: la ideal (e irreal), la sociedad tal y como se supone que debería ser, en el cine de los grandes estudios; la real y la que se encuentra en la calle, también exagerada y distorsionada, en el cine independiente y exploitation.

Este documental también trata sobre la diferencia entre grindhouse y exploitation: la primera hace referencia a un tipo específico de local cinematográfico cuyo nombre proviene de la tradición del burlesque y los locales de strip-tease, la segunda a un tipo de cine. Distinción que se hace necesaria debido a la confusión de los términos originada por el proyecto Grindhouse (2007) de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez.

Pero lo mejor de todo es que este documental significa un viaje fantástico a un universo que nos ofrece maravillosas, horribles, perversas, ingenuas, degeneradas, sublimes, divertidas, aterradoras y simplemente bizarras películas. También resulta esclarecedor e instructivo. Nos revela, por ejemplo, que el famoso "es sólo una película" de la campaña publicitaria de La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, Wes Craven, 1972) fue inventado por el gran Herschell Gordon Lewis para la campaña publicitaria de su film Color Me Blood Red (1965) (para otras contribuciones al cine de Lewis consultad la etiqueta dedicada a él, a vuestra derecha).

Además, el documental está lleno de grandes vivencias y anécdotas ofrecidas por los entrevistados. Por ejemplo: Joe Dante explicando como, mientras veía una película en uno de estos cines, hubo un asesinato pero ni él quería irse, porque quería ver la película, ni la policía detuvo la proyección. Otro de los muchos momentos a destacar es el hilarante fragmento protagonizado por la crítica e historiadora cinematográfica Kim Morgan, que declara en la parte de la película dedicada a analizar el género de las mujeres en prisión: "A las mujeres les gusta ver a otras mujeres desnudas haciendo cosas. Lo siento, es algo que les gusta. No les representa ningún problema, les gusta. Y les excita, también." Es divertido más que nada por la reacción que provoca en los entrevistadores y que vemos reflejada en su cara.

En definitiva, American Grindhouse es divertido e informativo, además de revelador en muchos aspectos. Si compartís un poco mis gustos, correréis a buscarlo tras ver el tráiler y el tipo de películas que comenta (que en el documental aparecen sin censurar, por supuesto):

8 jul 2010

Asesino implacable (Get Carter)



Mike Hodges se estrenó en el largometraje escribiendo y dirigiendo Asesino implacable (Get Carter, 1971): una película que es un neo noir con toques de naturalismo muy realista y violenta. Hodges adapta la novela de Ted Lewis Jack's Return Home para explicar la historia de Jack Carter (Michael Caine), si bien su ocupación no queda clara en la película es fácil asumir que es un gángster, que vuelve a su ciudad natal para investigar la muerte de su hermano en un supuesto accidente. Los problemas se irán incrementando para Carter a medida que asuntos sin resolver en Londres le persigan a Newcastle y se vaya acercando cada vez más a la verdad de la muerte de su hermano.

Michael Caine nos deleita con una gran actuación como Jack Carter. Caine se crió de joven en barrios problemáticos y los asuntos de bandas criminales no le eran del todo ajenos, su conocimiento personal de la vida gangsteril londinense lo incorpora a su interpretación de Carter que a medida que avanza la película se va volviendo cada vez más despiadado y, bueno, implacable.

Mike Hodges crea un clásico del cine criminal mezclando un estilo realista y de cinema vérité con toques de sutilidad abstracta y emocional. Por ejemplo, la película se abre, después de escuchar unas melancólicas primeras notas de la excelente banda sonora de Roy Budd, con un plano de Carter en un apartamento mirando por la ventana a la oscuridad exterior; un presagio de lo que le sucederá a medida que avance la película. Otro momento interesante es una secuencia que habría hecho las delicias de J.G. Ballard: Glenda (Geraldine Moffat) lleva en coche a Carter y se intercalan planos de Glenda conduciendo el coche con momentos de los dos haciendo el amor.

Hodges usa sonido ambiente en la película como banda sonora y la música se utiliza sólo en algunos momentos concretos. En una escena post-coital entre Glenda y Carter podemos oír viento ululando de fondo,  sonido puesto por el director ya que se encuentran en un lugar donde no hay corrientes de aire, para sugerir en el espectador de forma subliminal la tragedia que flota ominosa en el destino de los personajes. Por otro lado, la música de Roy Budd no sólo es muy buena, sino que en la forma que se usa en la película resulta aún más memorable.

Wolfgang Suschitzky lleva a cabo una excelente labor como director de fotografía usando sólo fuentes naturales durante toda la película para iluminarla añadiendo peso a la sensación de realismo absoluto presente durante todo el filme. Esta sensación de realismo también hace que la violencia resulte más brutal aunque se vea poca en pantalla ya que su efecto es más intenso.

Hodges nos muestra durante la secuencia de los títulos de crédito a Carter leyendo el clásico de Raymond Chandler Adiós, muñeca (título original: Farewell, My Lovely, la podéis encontrar publicada por Alianza). De esta manera Hodges hace un guiño al espectador y una declaración de intenciones. Si en la novela de Chandler la búsqueda de una amante desaparecida desencadena una serie de eventos que destapan la corrupción de la ciudad; en Get Carter la búsqueda de la verdad tras la muerte de su hermano provocará que Carter destape otro tipo de corrupción. Y como en todos los clásicos del cine negro, Carter parece ser el último hombre que todavía se rige por un código de honor en un mundo completamente corrupto.

En 1972 George Armitage escribió y dirigió una versión de Jack's Return Home en clave blaxpoitation titulada Hit Man. Si bien conserva el argumento base de la historia, un hombre investiga la muerte de su hermano, y un giro argumental clave; la película no tiene nada que ver con la novela o la película de Hodges. Se cambian los nombres de todos los personajes: Jack Carter pasa a ser Tyrone Tackett y además se convierte en actor porno (o eso me pareció entender). La película es sorprendentemente aburrida, Bernie Casey no tiene el carisma de Caine. La interpretación que hace de Tyrone convierte al personaje en alguien más bien antipático. Lo único memorable es una fantástica y breve aparición de la bella Pam Grier en toda su voluptuosa gloria, pero para eso ya tenemos películas protagonizadas por Grier sin necesidad de someternos a esta tediosa película. También sorprende que resulte aburrida a pesar de la cantidad de violencia que hay y de las maneras en las que Tyrone va despachando a los que se le ponen por delante, consecuencia de la monótona manera en que el director de la película nos va explicando la historia.

En el año 2000 se hizo un remake de Get Carter protagonizado por Sylvester Stallone. El guión corrió a cuenta de David McKenna y fue dirigida por Stephen T. Kay. La película hace varios guiños al filme en el que se inspira en algunos diálogos e incluso Michael Caine interpreta un papel. Además el resto del reparto es bastante interesante con gente como Mickey Rourke, Miranda Richardson o la potente Rhona Mitra que está mucho mejor aprovechada como protagonista en Doomsday: El día del juicio final (Doomsday, Neil Marshall, 2008). Sin embargo la película es bastante insípida. Ya el problema lo podemos intuir cuando la película empieza con las mismas notas con las que empieza la película original para pasar luego a un remix electrónico. Y es que la banda sonora compuesta de música electrónica no pega para nada con el tipo de historia que cuenta. Stallone es demasiado mayor para interpretar a Carter, no encaja para nada con el personaje y además le hacen llevar gafas de sol todo el rato a pesar de que la película transcurre en otoño o invierno. Lo más irritante son los supuestos toques de humor llevados a cabo por la banda mafiosa de Las Vegas para la que trabaja Carter que resultan en una imitación barata de Tarantino. El estilo de dirección de Kay es irritante en su intento de resultar moderno y rompedor pero en pantalla se traduce como mediocre. No transmite ningún realismo en su descripción del mundo criminal, es muy falso. Y por último cometen el error de intentar suavizar el personaje de Carter y hacerlo más accesible. En pocas palabras, es una versión para todos los públicos de Get Carter. No resulta nada interesante.

Por último, Ted Lewis escribió dos novelas más protagonizadas por Jack Carter: Jack Carter's Law y Jack Carter and the Mafia Pigeon.

Os dejo el tráiler de cada una de las versiones, aunque para mí es bastante obvio que la mejor es la primera dirigida por Mike Hodges, pero es mejor que juzguéis por vosotros mismos.





8 mar 2010

Maratón Pam Grier

¿Qué mejor manera de pasar un domingo que en compañía de la diosa de ébano Pam Grier? La superestrella de la blaxploitation es la protagonista de estas fantásticas maravillas del celuloide. 

Black Mama, White Mama, 1973, Eddie Romero: Empezamos con una producción que quería ser la respuesta femenina a Fugitivos (The Defiant Ones, Stanley Kramer, 1958). Pam Grier es Lee Daniels, una prostituta que huye de unos mafiosos a los que les ha robado dinero. Por aquellas cosas de la vida es encadenada a la revolucionaria Karen Brent, a la que pone su carne Margaret Markov. Ambas no tardan en escaparse de la cárcel que las retiene, como el Equipo A, y empieza su desesperada huida. Perseguidas por la policía y la mafia, tendrán que unir sus fuerzas aunque no les guste. La película tiene una gran primera hora en la que recrea una mini película de mujeres encarceladas, escena de ducha incluida, consistiendo el resto de la película en la huida de la pareja encadenada. Aceptables dosis de violencia, algo de humor y inesperado clímax hacen de esta película un buen entretenimiento y una gran manera de empezar el maratón. La película fue rodada en las Filipinas, que es donde también se rodó la carta de presentación de Pam Grier: The Big Doll House y su continuación The Big Bird Cage. Las dos fueron dirigidas por Jack Hill. Uno de los actores favoritos de Jack Hill es Sid Haig, que aparece en las tres películas, al igual que el filipino Vic Díaz. 


Friday Foster, 1975, Arthur Marks: En esta película Pam Grier ya era una estrella. La película adapta una tira de prensa protagonizada por una fotógrafa que se mete en toda clase de líos. Pam Grier, por supuesto, es Friday Foster. Su jefe le encarga fotografiar la llegada del millonario Blake Tarr, el cual sufre un atentado. Foster es testigo y fotografía a los asesinos, que la empezarán a perseguir. A medida que Friday Foster investiga descubrirá un complot para matar a todos los líderes negros del país. En la película también interviene Yaphet Kotto como el amigo investigador de Foster, que le ayuda en los momentos peligrosos. Comparada con las otras películas, esta es bastante suave, y, de hecho, si no es por algún desnudo y la ocasional palabrota seguramente habría sido calificada para todos los públicos. Sin embargo, no deja de tener su encanto. Tiene un aire camp que la hace bastante divertida, así como varios toques absurdos del guión que le dan un aire psicotrónico. Aunque supongo que después del asesinato de Martin Luther King, la idea de un complot para asesinar a los líderes de la sociedad afroamericana no resultaba del todo imposible en su momento.


Coffy, 1973, Jack Hill: La película que convirtió en estrella a Pam Grier. Dirigida por su descubridor Jack Hill, como ya hemos mencionado antes, la película narra la venganza que Coffy lleva a cabo sobre unos traficantes. Mientras los estudios sólo querían un producto de acción para ganar algún dinero, Jack Hill dota a la película de una profundidad nada habitual en este género. El personaje de Pam Grier no es ningún ex-agente federal o policía embarcado en una cruzada personal, experto en armas y el combate cuerpo a cuerpo. Por el contrario, Coffy es una enfermera, una mujer que no tiene ningún entrenamiento especial y que usa su inteligencia para llevar a cabo su venganza. Destaca además el contenido político y las estadísticas que se dan sobre el efecto de las drogas sobre los niños, que eran los auténticos en aquel momento. Hill crea un gran personaje que Grier hace suyo por entero, aportando detalles de su propia experiencia. Además, destaca la habilidad del director para enlazar cada pequeño detalle que aparece en pantalla. También sale Sid Haig. Gran película, la mejor de las aquí comentadas, también tiene sus toques de pura exploitation, como la pelea entre Grier y una rival, así como abundantes dosis de violencia. Especialmente impactante resulta la escena que abre el film.


Foxy Brown, 1974, Jack Hill: De nuevo Jack Hill dirige a Pam Grier (y, en un pequeño papel, a Sid Haig) en otra historia de venganza. Teniendo historia similares y mismo director/guionista, Foxy Brown resulta muy diferente de Coffy. Pam Grier vuelve a encarnar a una mujer inteligente y fuerte, pero la película no es tan cruda, tiene más acción que violencia. El elemento político vuelve, reflejando las asociaciones y movimientos que la comunidad negra desarrolló en los setenta, como Black Pride o Black Is Beautiful. La película se ideó en un primer momento como una continuación de Coffy, lo que también explica los elementos comunes entre ambas. La villana es interpretada por Kathryn Loder que también aparece en The Big Doll House con Pam Grier y Sid Haig. Un gran final para el maratón, Hill vuelve a demostrar su habilidad para enlazar todos los elementos del guión, atando todos los cabos y sin dejar nada al azar. Todas y cada una de las situaciones están justificadas. Sin embargo, a pesar de lo que me gusta esta película, no puedo evitar preguntarme como habría resultado si los deseos de Hill se hubiesen cumplido y ésta hubiese sido la secuela de Coffy, que se iba a titular Burn, Coffy, Burn.


22 feb 2010

Sugar Hill


Esta curiosa blaxpoitation de 1974 le da un original giro a la clásica historia de venganza, aunque no sea demasiado interesante más allá de ese detalle.

Dirigida por Paul Maslansky, Sugar Hill cuenta como, después de que su novio sea asesinado por unos mafiosos, Diana "Sugar" Hill  (Marki Bey) decide vengarse utilizando vudú y la ayuda del Barón Samedi (Don Pedro Colley) y su ejército de zombis. Bueno, su docena de zombis. Mientras Sugar va despachando mafiosos, su amigo policía Valentine (Richard Lawson) investiga el caso y enseguida empieza a sospechar de la dulce Sugar.

El punto de partida es original, el uso de zombis para vengarse de la mafia, y después de la reciente sobredosis de zombis es refrescante volver a ver unos muertos vivientes provenientes del vudú y la magia negra. Sin embargo la película tiene unos cuantos fallos que le impiden convertirse en un auténtico clásico y se queda en divertimento.
El principal fallo posiblemente sea la interpretación de Marki Bey, que es excesivamente intensa. Utiliza la misma intensidad para decirle a su novio que le quiere como para jurar venganza o pedir un café. La subtrama policial en la cual vemos a Valentine investigando resulta interesante y podría ser utilizada para un enfrentamiento final pero desemboca en ningún sitio. Antes del final se saca a Valentine de la trama. Luego tenemos a los zombis. Los zombis tienen un grave problema de maquillaje, en los ojos decidieron ponerles medias bolas plateadas que les dan un aspecto bastante ridículo (ver tráiler).

Aparte de lo mencionado, la película es bastante rutinaria. Vamos viendo como los mafiosos son eliminados uno a uno hasta llegar al último, sin que Sugar se encuentre con ninguna dificultad ni desafío, lo que desde mi punto de vista hace que pierda interés. Cuando todo le resulta fácil al protagonista ¿qué interés tiene seguir la trama? Ya se ve claramente que el protagonista conseguirá su objetivo sin dificultad.

Aunque a ratos parezca un cómic E.C. excesivamente alargado, la película también tiene alguna escena interesante y puede ser una buena manera de matar 90 minutos de una tarde.