Nunca habría pensado que llegaría un momento en mi vida en que si alguien me preguntara si he visto alguna película con un feto asesino, podría contestar que, de hecho, he visto varias. Y, sí, el feto diabólico que se menciona en el título en inglés de Devil Fetus (Mo toi, Hung-Chuen Lau, 1983) solo aparece unos segundos en pantalla, pero cuenta lo mismo, creo yo. Además, está película tiene mucho más delirio, locura y terror que ofrecer al espectador además de la breve aparición de un feto diabólico.
Aquí es normalmente donde hago una sinopsis de la película sobre la que se centra el artículo. Pero para llegar al centro de la trama tendría que hacer muchos destripes, debido a la episódica manera en que se construye. Se puede decir que todo arranca cuando la abuela Cheng (Sha-Fei Ouyang) acompañada de una de sus nueras asiste a una subasta benéfica. Cuando se pone en subasta una extraña figura de jade, la nuera se ve forzada a comprarla después de que parezca que la figura se gira para mirarla directamente. A partir de aquí tiene lugar toda una serie de fenómenos extraños, muertes grotescas, violaciones demoníacas, posesiones y batallas místicas con demonios.
El director Hung-Chuen Lau ha ejercido principalmente como director de fotografía, trabajando con directores como Ringo Lam y Sammo Hung. El talento de Lau se demuestra en cómo consigue que esta película de bajo presupuesto tenga un aspecto fantástico, dando la impresión de que fue mucho más cara de hacer de lo que fue en realidad. El hecho de la lógica narrativa sea secundaria realmente no importa, cuando el director nos regala secuencia fantástica tras secuencia fantástica. Mete en una batidora influencias occidentales y orientales para crear un cóctel de momentos terroríficos, surrealistas y delirantes. Tenemos lo que es en realidad el prólogo, lo que sucede después de que se compra la figura de jade, que nos ofrece ya un par de escenas impactantes. Luego, el desarrollo de la historia, con las posesiones, es más tranquilo pero igualmente contiene momentos ojipláticos. Y llegamos a la última media hora de la película, una de las más increíbles y alucinantes que os podréis encontrar en esta y tres o cuatro realidades más. Para añadirle surrealismo, la banda sonora de la película está llena de temas cogidos de las bandas sonoras de otras películas, sin pagar derechos por supuesto, como, por ejemplo, Humanity -Pt. 1 que Ennio Morricone compuso para la obra maestra La cosa (The Thing, John Carpenter, 1982).
Aunque la historia que se cuenta en el fondo es una historia de posesiones, está contada de manera que te provoca esa deliciosa sensación de no saber qué pasará a continuación. ¿Qué nueva secuencia demencial tiene planeada el director? Y cuando alguien que ha visto cosas como Death Bed: The Bed That Eats (George Barry, 1972), The Seventh Curse (Yuen Chun Hap yu Wai See Lee, Ngai Choi Lam, 1986) o Seeding of a Ghost (Zhong gui, Kuen Yueng, 1983) os dice que Devil Fetus es imprevisible, no es algo que se dice a la ligera. Devil Fetus es más efectiva porque, como ya he dicho, Lau era un director con un gran talento para lo visual, lo que hace que sea doblemente efectiva. En definitiva, una joya del cine demente muy recomendada a los que no tengan miedo de adentrarse en el lado más salvaje del cine, que ahora se puede disfrutar sin censura.
Creo que ninguno de los responsables de la creación de las películas que conforman la saga de Blood Island se habría imaginado nunca que, décadas después de ser estrenadas, aún se hablara de ellas y se siguieran viendo. Concebidas como una manera de hacerse un hueco en el circuito de cines independientes y autocines americanos, estas películas son una única mezcla de exotismo, sexo y gore. Coproducidas entre Estados Unidos y Las Filipinas, a pesar de contar con bajos presupuesto, el resultado final superaba muchas de las películas exploitation de presupuesto semejante que se producían en Estados Unidos.
Los productores Kane W. Lynn y Irwin Pizor estaban al frente de Hemisphere Pictures, una compañía que se especializaba en películas realizadas en Las Filipinas creada a principios de los 60 del siglo XX, ya que Lynn se había enamorado del lugar cuando pasó por allí cumpliendo el servicio militar. Estas películas, dirigidas por Gerardo "Gerry" de León y Eddie Romero, eran principalmente cintas bélicas de acción, que aprovechaban los escenarios naturales de la zona. Pero sus películas no acababan de funcionar en el mercado norteamericano. Sam Sherman, luego un conocido distribuidor, trabajaba entonces en el departamento de marketing de Hemisphere y aconsejó a Lynn y Pizor que se olvidaran de las películas bélicas, que el cine de terror era el género que tenía más fácil llamar la atención del público al que iban dirigidos y hacerse un hueco en la taquilla americana. Lynn recordó que habían producido una película unos años antes que habían vendido a la televisión. Siguiendo el consejo de Sherman, decidieron reestrenar la película en cines, cosechando un sorprendente éxito. Esta película era La isla del terror (Terror Is a Man, Gerardo de León, Eddie Romero, 1959).
William Fitzgerald (Richard Derr) es el único superviviente de un naufragio cuyo bote llega a la costa de una isla misteriosa, donde es rescatado por sus habitantes. Esta isla se ha convertido en la base de operaciones del doctor Charles Girard (Francis Lederer), donde lleva a cabo sus experimentos lejos de ojos curiosos. Junto al doctor Girard en la isla vive su esposa Frances (Greta Thyssen), que desea volver a la civilización y dejar atrás los experimentos de su marido. William siente curiosidad por los experimentos del doctor Girard, en particular cuando lo que parece un peligroso animal ha escapado y atacado a distintas personas. William también siente curiosidad por Frances, aunque de otro tipo. Pronto se descubre que lo que se ha escapado no es un simple animal, sino un mutante creado por el doctor Girard.
El argumento de Terror Is a Man es un obvio derivado del clásico de H. G. Wells La isla del doctor Moreau, que entonces solo se había adaptado una vez en la fantástica La isla de las almas perdidas (Island of Lost Souls, Erle C. Kenton, 1932). El presupuesto solo permitía una criatura y no toda una isla de monstruos, pero los temas habituales en las pelis de mad doctors están ahí. La película se centra al principio en construir una historia compleja alrededor de los personajes, algo más melodramática de lo que era habitual en las películas americanas. Este aspecto era en el que se centraba Eddie Romero, mientras que Gerry de León se centraba más en buscar la manera más interesante de filmar cada escena. La suma de los intereses de Romero y De León son los que hacen destacar estas películas, con un guion y una imagen muchos más cuidada y trabajada que el de otras películas de terror exploitation de la época. La película tiene un aspecto cercano al cine negro, jugando con las sombras para crear texturas y aprovechar al máximo el blanco y negro.
También sorprende la calidad de Terror Is a Man porque es algo que no te esperas en lo que era una típica película de autocine, que además empieza avisando que sonará una alarma para indicar cuándo han de cerrar los ojos los espectadores más impresionables en las escenas más fuertes. Que teniendo en cuenta que originalmente fue filmada en 1959, ya os podéis imaginar que no son demasiado fuertes para el público actual.
El film arranca con la imagen de un plano, señalando que la acción transcurre en la ficticia Isla de Sangre. Este será el elemento que unirá las películas que se producirán después del sorprendente éxito de Terror Is a Man.
Las novias del monstruo (Brides of Blood, Gerardo de León, Eddie Romero, 1968) fue la primera de las secuelas que se estrenó desarrollando el concepto de Blood Island. No es una secuela, exactamente, ya que no continua la historia de Terror Is a Man, pero se trata de otra historia de terror en la que la isla hará honor a su nombre.
El doctor Paul Henderson (Kent Taylor), acompañado de su esposa Carla (Beverly Powers acreditada como Beverly Hills), viaja a la Isla de Sangre para determinar si ha tenido algún efecto perjudicial en el lugar la radiación de las pruebas nucleares que se hicieron allí décadas antes. En el mismo barco viaja Jim Farrell (John Ashley), miembro del Cuerpo de Paz que viaja a la isla para enseñar a los indígenas a construir sistemas de irrigación, mejorar las cosechas y que la vida allí sea más productiva y algo más fácil. Al poco de llegar, Alma (Eva Darren) les informa con dolor que su pueblo ha retomado prácticas que se consideraban parte del pasado. El doctor Henderson, Carla y Jim descubren que estas prácticas consisten en escoger mediante sorteo que mujeres se ofrecerán como sacrificio a una monstruosa criatura que aparece por las noches. Por si eso fuera poco, la radiación ha provocado diversas mutaciones en la flora y la fauna. Y también aparece el misterioso Esteban Powers (Mario Montenegro), a quien los indígenas temen y que puede que sepa más de lo que parece a primera vista de lo que sucede en la isla.
De las cuatro películas que conforman la serie Blood Island, esta es la que más me gustó. Posiblemente por su argumento de puro pulp que incluye sacrificios de vírgenes a monstruos, criaturas mutantes, árboles asesinos y un memorable villano monstruoso. Por supuesto, el protagonista se enamora de la hija del jefe del pueblo y, por supuesto, será entonces elegida para el sacrificio poniendo a prueba el valor de nuestro protagonista. Elementos clásicos y familiares en el mejor sentido de la palabra, ofreciendo 97 minutos de puro entretenimiento, aderezados con escenas de terror e impresionantes efectos gore teniendo en cuenta la época y el presupuesto.
Esta película se puso en marcha debido al sorprendente éxito de Terror Is a Man y esta también se convirtió en un éxito, cimentando el potencial de la franquicia. En esta entrega se incorpora un elemento importante en las siguientes películas: el actor John Ashley, que había aparecido en algunas producciones de la AIP, entre las que destacan las beach movies que protagonizaron Annette Funicello y Frankie Avalon. Ashley era una especie de Ricky Nelson de Hacendado que se enamoró de Las Filipinas (y al parecer también de las filipinas) y se convirtió en protagonista de las siguientes entregas.
En Mad Doctor of Blood Island (Gerardo de León, Eddie Romero, 1969) John Ashley es el doctor Bill Foster, que llega a la Isla de Sangre para ofrecer sus servicios como médico a los indígenas. En el mismo barco en el que llega el doctor Foster también viajan Carlos López (Ronaldo Valdez), que quiere reencontrarse con su familia y pasado en la isla, y Sheila Willard (Angelique Pettyjohn), quien busca encontrar a su padre (Tony Edmunds) quien lleva años viviendo en la isla perdido en una bruma de alcohol, y es el interés romántico del doctor Foster. Al llegar a su destino, se encuentran que la población vive aterrada por la presencia de unas misteriosas criaturas de sangre verde que atacan a los habitantes de la isla sin piedad. ¿Es posible que el misterioso doctor Lorca (Ronald Remy) y sus experimentos tengan algo que ver? Claro que sí, la cuestión es si nuestros protagonistas sobrevivirán a la locura del doctor Lorca o se sumarán a su lista de víctimas.
Esta película tiene uno de los inicios más memorables no solo de la franquicia sino del cine exploitation de terror de la historia, ideado por los responsables de marketing de Hemisphere Pictures. Como las criaturas que aparecen en la película tienen la sangre verde, se les ocurrió repartir en los cines que proyectaban Mad Doctor of Blood Island unos sobres con "sangre verde" (colorante verde con azúcar) para que fuera bebido por los espectadores y evitar que estos se contaminaran y acabaran convertidos en criaturas monstruosas de sangre verde. Pero antes de beberlo, los espectadores debían recitar el juramento de la sangre verde. Para ello se añadió un prólogo a la película en la que unos adolescentes (el público objetivo para el que estaba pensada la película) escuchaban una voz en off que les recitaba el juramento, gracias a un rótulo los espectadores podían hacerlo también. Al parecer, muchos lo hacían, como parte de la diversión del film, poniéndose de pie en la sala y bebiendo la sangre verde tras recitar:
"Yo, una criatura viva de la entidad cósmica, estoy preparado para entrar en el reino de aquellos escogidos para que se les permita beber los fluidos de la Esmeralda Mística aquí ofrecidos. Me uno a la Orden de la Sangre Verde con una mente abierta y por los poderes de este líquido estoy preparado para ver las antinaturales criaturas de sangre verde sin miedo a ser contaminado."
Una vez todo el mundo estaba listo para ver las criaturas antinaturales de sangre verde, empezaba la película propiamente dicha. Y de forma igualmente memorable, con una mujer desnuda corriendo por la selva perseguida por ya os podéis imaginar qué (al parecer la muchacha no había bebido los fluidos de la Esmeralda Mística).
Hay una escena bastante desagradable, en la que los habitantes de la isla sacrifican cerdos y cabras para aplacar a los monstruos que los atacan, que siendo Las Filipinas a finales de los 60 se ve que se sacrificaron de verdad un par de cabras y de cerdos. Dejando de lado este momento, la película es otro divertimento en el que se acumulan las escenas gore y el terror clásico monstruoso. En esta entrega también se eleva el cociente melodramático, con un despliegue de complejas relaciones e historia pasada que obliga al espectador a prestar más atención a lo que sucede entre los personajes que los experimentos del doctor Lorca. A la mínima te puedes despistar y ya no sabes quién era el romance de quién o quién fue infiel con quién. Lo cual no le resta diversión a la película, todo lo contrario.
El argumento tiene algunos puntos de conexión con Terror Is a Man, pero eso no impide a esta entrega brillar con su propia luz verdosa. Seguramente es la más gore de todas, con personajes que acaban con sus entrañas esparcidas a sus pies, y de las más delirantes.
Cada entrega de esta saga había sido más exitosa que la anterior. Bestia de sangre (Beast of Blood,Eddie Romero, 1970) siguió la misma tónica, siendo la más taquillera de toda la saga. Es la única que se podría calificar de secuela, ya que arranca momentos después del final de Mad Doctor of Blood Island. Se descubre que una de las criaturas no estaba tan muerta como se pensaba y acaba con los supervivientes de la anterior entrega en el sangriento inicio. El único que se salva es el doctor Bill Foster, el personaje que interpretó John Ashley (que es el único actor de Mad Doctor of Blood Island que regresó para la nueva entrega).
El doctor Foster regresa a la Isla de Sangre para saldar las cuentas con el doctor Lorca (Eddie Garcia). A pesar de que no le hace gracia al buen doctor, al viaje se apunta la periodista Myra J. Russell (Celeste Yarnall) que investiga lo sucedido en la isla. Al poco, será secuestrada por los esbirros del doctor Lorca, cuyos nuevos experimentos han logrado mantener a la cabeza del monstruo de la anterior entrega separada de su cuerpo, con el que experimenta con distintas cabezas de diversa procedencia.
Como ya he mencionado, esta fue la entrega más taquillera de la saga. Posiblemente debido al cambio de tono, ya que el film es una película de delirantes aventuras en la jungla con toques de terror más que una pura película de terror. El cambio le favorece, centrándose más en la acción y evitando que se hiciera repetitiva (en especial cuando las ves todas seguidas poniendo en peligro tu cordura). Pero los momentos que destacan para mí no son tanto las escenas de acción como las escenas en las que discuten el doctor Lorca y la cabeza del monstruo, que se llama, lo creáis o no, Dom Ramón.
Este es un divertido y entretenido cierre a esta peculiar saga. Una serie de películas de terror delirantes, cargadas de litros de sangre y desnudos gratuitos, que hará las delicias de los amantes a la serie B y al cine de culto más loco.
Si alguno se quedó chafado, como yo, con la cancelación de la película Batwoman, les ofrezco aquí una alternativa sesentera y pop: La Mujer Murciélago (René Cardona, 1968). Una única mezcla de géneros a la mejicana que merecidamente se ha convertido en película de culto.
Una serie de asesinatos de luchadores tiene desconcertada a la policía, que decide recurrir a la ayuda de la Mujer Murciélago (Maura Monti), una justiciera que ha contribuido a resolver muchos casos difíciles. La Mujer Murciélago es en realidad Gloria, una millonaria que ha entrenado su cuerpo para dominar distintas modalidades deportivas, experta tiradora y luchadora sobresaliente. Esta heroína enmascarada deberá enfrentarse al malvado doctor Eric Williams (Roberto Cañedo), el cual, junto a su ayudante Igor (Carlos Suárez), quiere crear una raza de hombres anfibios con los que pretende dominar el mundo.
Nadie se sorprenderá si digo que La Mujer Murciélago surge con la intención de aprovechar el gran éxito que había tenido en México tanto la serie como Batman: La película (Batman, Leslie H. Martinson, 1966). Esto se hace obvio en que el personaje es una versión femenina de Batman/Bruce Wayne y que el traje que lleva es el mismo sin las mallas grises ni el símbolo del murciélago. Sin embargo, cuando aparece como luchadora sí que lleva las mallas grises pero no la capa ni el símbolo amarillo. En todo caso, es obvio lo que buscaban, aprovechar el éxito de la serie y sumarlo al género de películas de luchadores, entonces en su momento de mayor popularidad. Esto se hace a través de una trama con mad doctor típico de la ciencia ficción americana de serie B de la época. De hecho, el doctor Williams viaja en un yate que se llama Reptilicus, que es posible sea una referencia a Reptilicus (Poul Bang, Sidney W. Pink, 1961), una película con monstruo gigante, lo cual dejaría claro el tipo de historia que querían contar. En todo caso, el monstruo de La Mujer Murciélago no es una criatura gigante, sino Piscis, una criatura anfibia que se inspira en la criatura de La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, Jack Arnold, 1954), pero con los suficientes toques originales como para no ser un plagio.
Esta mezcla de géneros puede resultar sorprendente a priori, pero era habitual en el género de películas de luchadores enmascarados. El Santo o Blue Demon eran siempre los protagonistas, pero en una película podían estar en un pueblo en el lejano Oeste enfrentándose a forajidos, en otra enfrentarse a vampiros y en otra a marcianos. Lo que resulta más llamativo es que esté protagonizada por una mujer, especialmente en un momento en que la sociedad mejicana (y el resto del mundo) era terriblemente machista. En México llegaba al extremo de que las mujeres tenían prohibida la entrada en algunos espacios sociales comunes y en Ciudad de México las mujeres tenían prohibido participar en la lucha libre, lo que obligaba a muchas luchadores a buscar luchas en otros estados o viajar a otros países. A lo largo de la película se muestra a la Mujer Murciélago como una empoderada mujer moderna, a pesar de que su traje es poco más que un bikini con una capa. Es por eso que, sin destripar nada, la escena final resulta insultante, aunque es reflejo del humor de la época. Maura Monti lo dio todo para dar vida al personaje, realizando también todas las escenas peligrosas, ya fuera buceando o lanzándose en parapente. La excepción son un par de escenas de lucha en un estadio, en las es evidente que la luchadora enmascarada no se trata de Monti debido a lo diferente que son sus cuerpos, seguramente porque debían tratarse de luchas reales rodadas por la época, que se aprovecharon para parecer que se tenía más presupuesto del que realmente tenían.
La primera vez que vi esta película fue en un DVD que usaba un transfer antiguo, que le daba a la película un tono apagado y deslucido. Al volverla a ver en alta definición y completamente restaurada, salta a la vista el colorido estilo del film. De este modo, la intención de René Cardona de crear un film pop se hace más evidente y se puede disfrutar mucho más con este cómic en imágenes.
La Mujer Murciélago es una deliciosa mezcla de géneros, vista cuando se estrenó como poco más que entretenimiento de segunda, hoy día ha sido revaluada y considerada una clásica película de culto. Pero lo más importante es que divierte de principio a fin.
Hacia tiempo que una película no me ponía el cerebro del revés como esta delirante y alucinante película dirigida por Renato Polselli. Black Magic Rites aka The Reincarnation of Isabel (Riti, magie nere e segrete orge nel Trecento..., 1973) desafía cualquier intento de explicación, pero, como el protagonista de un cuento de H. P. Lovecraft, intentaré poner en palabras lo indescriptible.
Puede que el impacto que tuvo sobre mí esta película se debiera a que no sabía lo que iba a ver. En una newsletter vi que se editaba una versión limitada de Black Magic Rites, una película de la que no había oído hablar y que desconocía completamente, lo cual siempre despierta mi interés. La compré sin saber poco más que el título y la sinopsis de la compañía que la editaba, guiándome por la intuición. Mi sentido arácnido se había activado con este título, así que me dejé llevar. Antes de que se editara -la edición se retrasó un tiempo por diversos problemas- compré de Vinegar Syndrome la edición en Blu-ray de Delirium (Delirio caldo, Renato Poselli, 1972). Una compra que también hice guiándome por la intuición, con muy satisfactorios resultados. Delirio caldo es un giallo atípico y, como dice el título, delirante. En los extras supe que Renato Poselli también había dirigido Black Magic Rites, así que mi interés por ella aumentó, pero todavía no tenía ni idea de lo que se iba a meter en casa.
Empecé a ver el film con la idea que sería algo parecido a Delirio caldo, muy personal, algo insana y bastante demente, pero siguiendo un argumento más o menos reconocible. Y sobre el papel, la historia de Black Magic Rites resultará bastante familiar al aficionado al género. Una bruja es quemada en la hoguera en el siglo XIV y, en el presente, sus fieles quieren resucitarla mediante sacrificios humanos y la reencarnación física de la bruja. Pero solo se llega a desentrañar este argumento tras ir navegando los 98 minutos de asalto visual que lanza Poselli contra el espectador. Los seguidores de Isabella, interpretada por la bella Rita Calderoni (una de las pocas actrices cuyo personaje se puede identificar, el film tampoco se molesta en presentaciones, y solo porque también aparece en Delirio caldo, como el resto del reparto que se puede identificar), se descubre que son vampiros. Uno de ellos, el conde Drácula. Pero también forman un culto satánico. La linea entre realidad y sueño se borra por completo, extrañas escenas se suceden una tras otra, lo raro domina la pantalla. Uno de los personajes advierte que no se ha de intentar encontrarle sentido a nada de lo que sucede. Así que lo mejor es dejarse llevar por este festival alucinatorio salpicado de escenas de comedia italiana, que el director introduce por si tenías la tentación de tomarte la película demasiado en serio. Poselli también se esfuerza en eliminar cualquier escena o diálogo que pudiese explicar lo que sucede, no tiene piedad en su ataque al espectador.
Lo que hace doblemente valiosa esta película es la completa ausencia de pretensiones por parte del director. Llena el film de elementos propios de la exploitation: abundantes desnudos gratuitos, sáficos encuentros y generosas dosis de sangre y violencia. El resultado es una mezcla imposible de una ejecución propia del cine experimental de autor con los elementos propios del cine comercial más morboso. Incluso resulta extraño (y engañoso) el título original italiano, que se podría traducir como Ritos, magia negra y orgías secretas en el siglo XIV, que es un intento de aprovechar el éxito de las comedias históricas producidas a raíz del éxito de El decamerón (Il Decameron, Pier Paolo Pasolini, 1971). ¿Por qué no utilizar un título más propio del cine de terror o que por lo menos diese alguna pista de qué trata la película? Quién sabe. Lo importante es que nos encontramos ante un film consistentemente demencial y entretenido, lleno de mágica anarquía y erotismo de feria, como lo que hacía Jesús Franco pero sin el aburrimiento. Una película que, buscando el éxito comercial utilizando los elementos más básicos (sexo y violencia), acaba siendo más radical y experimental que el más respetado cine de autor.
En un primer momento, la película fue prohibida por la censura italiana por ser "una prolija y confusa serie de sádicas escenas cuyo objetivo, mediante la mezcla de extrema crueldad y erotismo degenerado, es incitar los instintos sexuales más bajos". En otras palabras, fue rechazada por todo aquello que la hace memorable. Esta película es toda una experiencia que desafía los sentidos y que recomiendo a todos aquellos que quieran ver algo realmente distinto y diferente.
Con un título como Maniac Killer (1987), que no es ni original ni interesante, no parece la película que lo acompaña vaya a tener alguna de esas cualidades. Pero cuando se sabe que su director fue Andrea Bianchi, director de clásicos de culto como son La noche del terror (Le notti del terrore, 1981) y Desnuda ante el asesino (Nude per l'assassino, 1975), la cosa ya cambia, ¿eh, pervertidillos?
En algún lugar de Francia, una secta secuestra y tortura prostitutas hasta que estas confiesan que están poseídas por Satanás momento en que son asesinadas. La policía no hace nada hasta que es secuestrada la condesa Silvano (Paulina Adrián) y su marido, el conde (Bo Svenson) amenaza con tomarse la justicia por su mano. La policía sospecha del doctor Roger Osborne (Chuck Connors), pero el conde tiene su ojo puesto en Gondrand (Robert Ginty) que ya ha intentando anteriormente que la condesa le acompañe para jugar al Twister sin tablero.
Así escrito parece que Maniac Killer tiene un argumento que se desarrolla hasta su conclusión. En realidad, la película es una serie de escenas inconexas que se van presentando al espectador, que ha de ir deduciendo lo que sucede. Y hay varias cosas que quedan sin explicar, como si estamos en un pueblo o en una ciudad de Francia, porque la cantidad de prostitutas que desaparecen y la cantidad de chulos que la habitan dispuestos a tomarse la justicia por su mano es desproporcionado para un pueblo de cualquier tamaño. Pero los comentarios que se hacen sobre el lugar y las personas que lo habitan parece indicar que es un pueblo pequeño y perdido. Lo cual hace que la policía quede como más incompetente al no hacer absolutamente nada hasta que desparece la condesa. Por supuesto, es difícil juzgar hasta que punto la policía es negligente porque el número de víctimas no queda nunca claro. Solo vemos tres contando la condesa pero se habla de muchas más; de las tres que vemos solo se habla de dos. Bianchi, además, parece que se esforzó en editar la película de manera que cualquier esperanza de desarrollo lógico fuera eliminada. Así, un grupo de pueblerinos habla de algo que sucede unos minutos después para el espectador. Personajes que aparecen ocultos para crear misterio alrededor de su identidad son identificados de forma inmediata sin ninguna revelación. Es decir, en un par de escenas se oculta la identidad del líder de la secta bajo una capucha y luego aparece sin la capucha pero sin que haya una revelación sorpresa ni nada. Simplemente pasa.
La torpeza y la ineptitud parece que son el centro de la película. Tanto por parte de los personajes como por parte del director y los guionistas. Lo único que se puede calificar de profesional y efectivo son las interpretaciones de Chuck Connors, Bo Svenson y Robert Ginty. Los tres eran profesionales acostumbrados a bregar en la serie B, así que su trabajo es impecable. Sus interpretaciones destacan aún más si las comparamos con las sobreactuaciones del resto del reparto, actuando como alienígenas que se hacen pasar por humanos. Connors incluso mantiene la compostura cuando su personaje, un científico, parece estudiar atentamente datos que aparecen en la pantalla de un ordenador relacionados con su investigación, que es obvio que se trata de un salvapantallas que va mostrando las mismas ilustraciones una y otra vez.
Bianchi crea una película tan increíblemente anticinematográfica que parece una película experimental. Le pones Godard en los títulos de crédito y hoy día se estaría estudiando en las universidades. Maniac Killer es cine basura exploitation del máximo nivel.
El matrimonio formado por Michael y Roberta Findlay es mítico dentro de la historia del cine exploitation y de serie B. Un lugar que se ganaron produciendo diversas películas que testaban los límites de lo que era aceptable mostrar en las pantallas de la época, explotando sin vergüenza cualquier tendencia popular; un trabajo que Roberta Findlay continuó tras la muerte de su marido en un accidente de helicóptero en 1977. Uno de los últimos títulos más destacados que produjo la pareja fue Shriek of the Mutilated (Robert Findlay, 1974).
Me llamó la atención este título cuando lo vi mencionado en los extras de La noche del demonio (Night of the Demon, James C. Wasson, 1980). Realizadas cuando el Bigfoot estaba de moda en Estados Unidos, ambas tienen un argumento parecido: un profesor universitario que se lleva a sus estudiantes en una expedición para encontrar pruebas de la existencia de esta legendaria criatura. La expedición tiene éxito, las pruebas las encuentran pero a fuerza de ser eliminados por un desatado Bigfoot con ganas de sangre y rock and roll. Ambas son también producciones de bajo presupuesto, pero a pesar de estos puntos en común no podrían ser más distintas en su resultado final. Si bien para aquellos que quieran ver una habitual película sobre Bigfoot, Shriek of the Mutilated puede que sea algo decepcionante, para los aficionados a la exploitation y el cine de serie B, este es un título que tiene mucho que ofrecer.
Lo que hace esta película especial es que uno tiene la sensación de que Michael Findlay se dijo: "vale, voy a hacer una peli sobre el yeti porque está de moda, pero le voy a meter la mierda que me gusta igualmente". Así, desde el primer momento, uno no tiene claro lo que está viendo, porque no se parece a ninguna otra película sobre el yeti o Bigfoot hecha jamás. Arranca con una ceremonia tribal en la que alguien es decapitado, aunque sucede tan rápido que es casi subliminal. Antes de que te des cuenta de lo que acabas de ver empiezan los títulos de crédito.
Tras los créditos conocemos a los que serán los protagonistas, un grupo de estudiantes y el profesor obsesionado con el Bigfoot que los llevará a la muerte. Aquí encontramos otro de los puntos de interés para mí, el hecho de que esta película es como una ventana al pasado. Siendo de bajo presupuesto, parece que los actores aparecen con la ropa que llevaban normalmente en lugar de ponerse algo diseñado para el film. Luego, otra sorpresa en la banda sonora: la canción Popcorn se oye durante una fiesta de despedida de los estudiantes. Siempre pensé que era un título muy de los 80, pero resulta que fue compuesta originalmente en 1969 y se hizo popular en 1972 por la versión que hizo el grupo Hot Butter (gracias Wikipedia). Así que ya tenía unos años cuando se rodó Shriek, imagino que por eso la pudieron obtener barata.
En esta fiesta conocemos a Spencer (Tom Grail), superviviente de la anterior expedición organizada por el profesor Ernst Prell (Alan Brock). Spencer regresó traumatizado y todo el mundo desecha sus comentarios como los desvaríos de un alcohólico. Sin embargo, lo que sucede a continuación es un ejemplo de lo que hace esta película especial: en lugar de seguir con los protagonistas, se desvía para seguir a Spencer y a su esposa April (Luci Brandt). Spencer finalmente ha tocado fondo y asesina a su mujer. Luego, se relaja en la bañera. Pero resulta que su mujer no estaba muerta del todo, vemos como se arrastra por el suelo de la cocina hacia el baño, arrastrando consigo una tostadora, buscando vengarse de su marido. Es difícil de transmitir con simples palabras, pero toda la secuencia me pareció genial tal y como está rodada. El momento en que aparece la mujer ensangrentada con el tostador deslizándose por el suelo empecé a reír de mala manera.
A partir de aquí, la película avanza deleitando al espectador con algún diálogo absurdo o momento deliciosamente ridículo, siendo entretenida en todo momento. Las súbitas apariciones del Bigfoot, un traje muy cutre que le añade encanto al film, son la guinda del pastel. Shriek of the Mutilated, todo se ha de decir, se saca de la manga un giro sorprendente que lleva a una delirante parte final. Este giro posiblemente haga que algunos queden decepcionados, pero, personalmente, yo estuve viendo los últimos veinte minutos con una sonrisa diciéndome a mi mismo "¿pero qué co*o?"
Fans de la exploitation, la serie B y el cine trash, esta es una película a no perderse. La suma de los efectos, el reparto y el guion delirante dan como resultado una delicia para el paladar distinguido que sabe apreciar este tipo de película.
Es posible que como herencia del interés por la espiritualidad New Age que se escinde del movimiento hippie de finales de los 60, o tal vez no, la cuestión es que alrededor del mundo aumentó el interés por los fenómenos paranormales a lo largo de los años 70. Se empezaron a publicar montones de revistas sobre OVNIS, fantasmas y criptozoología. El equivalente del Yeti, el americano Bigfoot, también se puso de moda, generando un gran número de películas explotando la figura de esta criatura, a veces de forma positiva, la mayoría de forma negativa.
De entre las muchas películas que se produjeron durante esta época, una de las más memorables posiblemente sea La noche del demonio (Night of the Demon, James C. Wasson, 1980), no confundir con el clásico del Jacques Tourneur La noche del demonio (Night of the Demon, 1957). Convertida en película de culto, la película tardó un tiempo en salir de la oscuridad, pero cuando lo hizo, lo hizo rugiendo.
Originalmente, la película se concibió como vehículo para aprovechar el éxito de The Legend of Boggy Creek (Charles B. Pierce, 1973), una pionera del found footage, que se había reestrenado a mediados de los 70 y vuelto a ser un éxito. El productor Jim L. Ball puso en marcha La noche del demonio, buscándose un guionista, Mike Williams, y un director, James C. Wasson, que le dieran forma a la idea que había tenido.
El argumento es similar al de otros títulos dentro del subgénero Bigfoot, un profesor va con un grupo de estudiantes a investigar que hay de cierto en los ataques de Bigfoot que se han producido en cierta área del bosque, añadiendo algunos toques de folk horror. Y se rodó como una atmosférica película de terror, siguiendo la estela de The Legend of Boggy Creek, sin sangre ni nada que hiciera que la película fuera calificada para mayores de 18 años. Pero en unos pases de prueba, Ball y Wasson vieron que la película no funcionaba. Wasson se desentendió del proyecto, mientras que Ball le fue dando vueltas a la cabeza para encontrar una forma de que el film se pudiera explotar. Y, finalmente, llegó la inspiración: Ball decidió volver a filmar algunas escenas y rodar nuevas, pero estas escenas se hicieron con mucho gore y derramando litros de sangre.
De esta manera mejorada llegó La noche del demonio a algunas pantallas y fue distribuida en vídeo en 1980.
La ocurrencia de Ball fue realmente afortunada. Mientras que la historia en sí no es nada del otro mundo, las delirantes escenas en las que Bigfoot ataca de forma indiscriminada, culminando en un sangriento clímax que hay que ver para creer, son lo que hacen que esta película quede grabada en la memoria. Seguramente la escena más infame es la que muestra como el Bigfoot le arranca la herramienta del amor a un motorista que se alivia la vejiga en los arbustos equivocados, pero mi favorita es la fantástica escena en la que Bigfoot hace que dos girl-scouts se apuñalen entre sí repetidas veces.
La noche de los demonios no entrará en los libros de historia del género como un gran título a buscar y apreciar, pero es una fiesta de la mutilación tan entretenida como divertida. Es difícil resistirse a su gore de saldo y su dirección menos que notable que no ofrecen nunca un momento de aburrimiento. Aún más increíble, hoy día se puede disfrutar de esta psicotrónica película de terror en una lujosa edición en Blu-ray.
No acabo de estar seguro de si este es el mejor momento o el peor para ver Ebola Syndrome (Yi boh lai beng duk, Herman Yau, 1996). ¿Hay algún momento ideal para ver una salvajada delirante como Ebola Syndrome? Claro que sí, si se es aficionado al cine salvaje y extremo siempre es momento para ver esta maravilla, haya pandemia o no.
Kai (Anthony Chau-Sang Wong) no se podría considerar un ciudadano ejemplar: después de cometer un triple asesinato, huye a Sudáfrica. Diez años después, Kai está harto de su trabajo, su jefe y su vida allí. Un día, en un viaje para comprar carne para el restaurante, Kai descubre a una nativa moribunda y decide violarla. Sin ser consciente de ello, Kai se contagia de ébola, pero sin experimentar ninguno de los síntomas, convirtiéndose así en portador de la enfermedad, contagiando a todo aquel que entra en contacto con alguno de los fluidos que segrega su cuerpo. Tras cometer otra pequeña masacre y contagiar a decenas de personas al servirles carne humana (sí, has leído bien), Kai regresa a Hong Kong, donde sigue dejando un rastro de muerte a su paso.
Ebola Syndrome es punk. Es cruel, nihilista, brutal y sangrienta, buscando continuamente confrontar y provocar al espectador con sus escenas ultraviolentas. Es también muy divertida, cargada de un humor más negro que un charco de petróleo en una cueva subterránea. Su naturaleza excesiva provocó que fracasara en taquilla en su día y también hizo que se convirtiera en un film de culto. La película de Yau se estrenó hacia el final de la moda de las películas de categoría III en Hong Kong. Bajo esa clasificación se habían estrenado una larga lista de películas cargadas de sangre, sexo y violencia, acabando por saturar al espectador y que ya nada le impresionara. Fuera de Hong Kong, la película fue circulando en versiones censuradas, pero a pesar de los cortes, no se podía eliminar la locura y el desenfreno que impregnan cada fotograma de Ebola Syndrome.
Ahora, cortesía de Vinegar Syndrome, se puede disfrutar de esta película en toda su gloria. Verla ahora puede servir como una manera catártica de enfrentarse a la ansiedad provocada por la pandemia COVID. O disfrutarla simplemente como la genial comedia negra ultraviolenta que es, si bien debo advertir que no es apta para personas con gustos sensibles y delicados. Pero si estás leyendo esto no creo que sea tu caso.
Toda regla tiene su excepción. Desde el estreno de Grindhouse (Quentin Tarantino, Robert Rodriguez, Edgar Wright, Eli Roth, Rob Zombie, 2007) y la cada vez mayor popularidad de la exploitation, la serie B y el cine trash, se han prodigado las imitaciones/homenajes/parodias de lo mal llamado cine cutre. Películas como la saga Sharknado o las dos entregas de Iron Sky que intentan compensar su falta de medios y talento buscando la complicidad del espectador, haciendo películas malas a posta en pocas palabras. Es algo que normalmente no me gusta. El auténtico cine basura resulta mágico porque sus autores, genios como Tommy Wiseau o Neil Breen, están convencidos de estar haciendo obras maestras, cine serio con mayúsculas. Estas imitaciones y parodias se quedan cortas porque nunca son capaces de reproducir algo creado desde la ceguera artística y la ineptitud inconsciente. Pero, repito, siempre hay excepciones. Apocalipsis Voodoo (Vasni Ramos, 2018) es una de esas excepciones.
El argumento de Apocalipsis Voodoo nos presenta una seria amenaza en forma de canción que puede convertir a quién la oye en zombi y unos héroes que son Starsky y Hutch bañados en LSD. La película mezcla kung fu, buddy movies y terror bailongo con grandes dosis de cachondeo y amor al cine B, Z, e incluso cine G, W y Q. Que me lo acabo de inventar, pero si existe está en Apocalipsis Voodoo. Sergio G. Ramos y José Ramallo encabezan un reparto ecléctico de actores que interpretan el film en inglés sin tener ni idea de inglés (salvo honrosas excepciones), dando vida a White Chocolate y Charlie Vargas respectivamente. También destacan Raquel Rial como Kowalsky y Jorge Galván como Blackman, este último robando cada escena en la que aparece.
Película hecha con muy poco dinero pero con muchas ganas y convicción, el psicotrónico guión coge al espectador y lo lleva a un Los Ángeles de final de los 70 de fantasía, en el que la música funk puede matar y uno se puede convertir en un maestro del kung fu en una tarde gracias a la magia del montage. De principio a fin, las carcajadas se suceden en esta parodia/carta de amor tan imaginativa que es inevitable rendirse a sus encantos. Incluso pudo seducir a un escéptico del cine cutre intencionado como yo, algo que no es fácil cuando ya has visto películas setenteras sobre camas asesinas y a Regaliz enfrentarse a los monstruos de la Universal. Respeto al equipo y al reparto de Apocalipsis Voodoo que espero no sea tan buena como el siguiente proyecto en que se embarquen sus creadores.
La película es Los surfistas nazis deben morir (Surf Nazis Must Die, Peter George, 1987) y fue distribuida por la Troma. Esa es casi toda la información que uno necesita para saber si le puede interesar o no verla. Para aquellos que necesiten algo más, es el momento de coger la tabla de surf y la ametralladora para adentrarnos en la peligrosa playa de los surfistas nazis.
Un terremoto ha convertido la costa de California en una zona catastrófica en la que las bandas surferas se han hecho con el control. Y los surfistas nazis luchan por hacerse con el control de las bandas surferas, liderados por Adolf (Barry Brenner). Pero los surfistas nazis cometen el error de matar a Leroy (Robert Harden), el hijo de Eleanor "Mama" Washington (Gail Neely), una jubilada que se embarca en una misión de venganza contra la banda de Adolf. Para Eleanor, los surfistas nazis deben morir.
Este es uno de los títulos, y quiero decir literalmente título, del catálogo ochentero de la Troma más memorables. Y un título llamativo es a veces todo lo que necesita una película para convertirse en cinta de culto. Eso y un póster igualmente memorable. Por suerte, la película de Peter George ofrece lo que promete: una serie B pasada de vueltas, con las indispensables interpretaciones sobreactuadas y generosas dosis de violencia gratuita.
La idea se le ocurrió a Peter George cuando, surfeando, se topó con una banda de surfistas que le increpó por meterse en su territorio. George pensó que sería divertido ver a una mujer mayor enfrentarse a una banda callejera pero trasladada al ambiente surfero. De hecho, el término "surfista nazi" se venía empleando desde mediados de los 50 para referirse a los surferos territoriales obsesionados con el surf. Fue cuestión de añadirle la ideología para dar forma a este grupo de adolescentes surferos que han adoptado motes nazis para crear su banda. El guionista Jon Ayre fue quien tuvo la idea de trasladar la acción al habitual "futuro cercano", un escenario posapocalíptico en el que la presencia de estos nazis surferos fuera menos (o no tan) absurda. Fue asi como el film se acabó convirtiendo en una mezcla imposible entre Los amos de la noche (The Warriors, Walter Hill, 1979), Mad Max: Salvajes de la autopista (Mad Max, George Miller, 1979) y El gran miércoles (The Big Wednesday, John Milius, 1978).
La película peca de ser algo lenta al principio, la acción tarda bastante en arrancar. Pero no deja de ofrecer momentos absurdos y divertidos, haciendo todo lo posible por resultar entretenida dentro de las limitaciones del bajo presupuesto. A veces los momentos divertidos son buscados, como la búsqueda de Hook (Joel Hile) por el garfio perfecto que sustituya a su mano ausente, y otras veces son involuntarios, como que la única caracterización de Gail Neely como jubilada sea simplemente ponerle una peluca de pelo gris. ¿Y no es precisamente esto lo que buscan los amantes de la serie B o Z? Así es Los surfistas nazis deben morir: pura serie B para lo bueno y para lo malo, lo que significa que la línea que separa lo bueno y lo malo queda bastante difuminada.
En un anterior artículo sobre la bruceploitation, insinuaba las locuras que traería consigo la desvergonzada explotación de Bruce Lee, con terribles películas protagonizadas por diversos dobles. He aquí la que posiblemente sea la más demencial: El dragón ataca aka The Dragon Lives Again aka Deadly Hands of Kung Fu (Li san jiao wei zhen di yu men, Chi Lo, 1977).
El film está protagonizado por Bruce Leong, el menos parecido a Bruce Lee de los supuestos dobles de Bruce Lee usados en este subgénero. La historia arranca con Bruce Lee despertando en el infierno, con una señora tienda de campaña que no se la salta ni el Hombre Elástico. Lee se acomoda a la vida en el infierno abriendo un gimnasio (imagino que la película se rodó aprovechando decorados sobrantes de otras películas) y enfrentándose a una banda de malvados que pretende dominar el infierno. Esta banda está formada por Drácula, el Padrino, Zatoichi, Emmanuelle, Clint Eastwood/El hombre sin nombre y el Exorcista, además de diversas momias y zombis. Por suerte, Bruce Lee cuenta con la ayuda de Popeye y el luchador manco para enfrentarse a esta banda de maleantes.
El dragón ataca ofrece generosas dosis de peleas de artes marciales y desnudos gratuitos, lo que sumado a lo absurdo y loco de su argumento se traduce en una película tremendamente entretenida y divertida. Es una lástima que la única versión disponible sea la que circula en varios DVD libre de derechos y páginas de video, ya que está sacada de una copia de la edición en VHS con lo que se pierde gran parte de la imagen. A pesar de ello, es lo suficientemente delirante como para divertir al espectador aficionado al cine basura más curtido.
¿Alguna vez habéis ido a un buffet libre y empezado a acumular platos sin sentido, llenando vuestra bandeja con un plato de ensaladilla rusa, otro de pasta, otro de carne y un par de trozos de pizza? Esta mezcla para saturar los sentidos es la que ofrece Girl in Room 2A (La casa della paura, William Rose, 1974).
Margaret Bradley (Daniela Giordano) sale de prisión tras ser injustamente acusada. Intenta rehacer su vida en la casa de la señora Grant (Giovanna Galletti), un hogar al que acuden jóvenes mujeres salidas de prisión. A Margaret le toca la habitación 2A, en la que hay una perenne mancha de sangre en el suelo y en la que tiene terribles alucinaciones. Entonces, Margaret conoce a Jack Whitman (John Scanlon), que está investigando la desaparición de su hermana Edie (Anna Liberati). Todo apunta a que la desaparición de Edie está relacionada con una secta y con la casa en la que se aloja Margaret.
Girl in Room 2A es un film que mezcla distintos géneros, pero su personalidad empieza a desarrollarse desde el hecho de que fue producida por el americano Dick Randall. Randall estaba afincado en Roma durante la explosión giallo, de modo que decidió apuntarse a la moda con un film cuyo argumento evoca Todos los colores de la oscuridad (Tutti i colori del buio, Sergio Martino, 1972). Al frente, Randall puso a William Rose, un director cuya especialidad era la sexploitation. Así que tenemos a un productor y un director produciendo un giallo en Italia con actores y actrices italianas, a través de su perspectiva americana. El guion fue coescrito por Rose junto a Gianfranco Baldanello, ambos nos ofrecen una historia que mezcla elementos del terror gótico, en un ambiente urbano, con elementos del giallo y toques de sexploitation. Lo interesante de la historia es que nos ofrece una secta obsesionada con tomarse la justicia por su mano, que está convencida de estar haciendo el bien. Su obra se nos muestra durante los títulos de crédito del inicio, en los que Edie es secuestrada, desnudada, torturada y asesinada. Así se presenta la amenaza a la que se enfrenta Margaret, acosada por la secta como Edwige Fenech en el mencionado clásico de Sergio Martino.
El film funciona gracias a esta mezcla de elementos: el gótico con el giallo con el erotismo de mazmorra. También sus toques políticos, con sus sectarios obsesionados en imponer su moral y su sentido de la justicia. La casa della paura es, definitivamente, un film para aquellos que consideren "sórdido" y "morboso" adjetivos positivos. Yo desde luego lo hago y disfruté tremendamente con el film. El tráiler no tiene nada que ver con cómo es la película.
El subgénero conocido como rape & revenge tiende a ser bastante polémico, ya que se alimenta de las reacciones viscerales del espectador, lo que lleva también a defensas o condenas igualmente apasionadas. En mi caso, es algo que va de película en película, sin generalizar. Y cuando estamos ante películas como Venganza desnuda (Naked Vengeance, Cirio H. Santiago, 1985) es fácil posicionarse a su favor.
Carla Harris (Deborah Tranelli) sufre una racha de la peor mala suerte imaginable: su marido es asesinado y la policía se ve incapaz de arrestar al culpable. Cuando intenta alejarse de todo volviendo al pueblo en que creció, es recibida con múltiples momentos de acoso sexual y la hostilidad de las fuerzas del orden (hay un momento en que la desesperada Carla incluso grita "¡¿es que todos son unos pervertidos en este pueblo?!"). Estos ataques desembocan en una violación en grupo que culmina con el asesinato de los padres de Carla que llegan a casa en el peor momento. Esta acumulación de traumas resulta ser demasiado y Carla decide, inspirada en los delirios de una paciente en el hospital donde simula estar catatónica, vengarse de la manera más violenta posible del grupo de machitos que la atacó.
"Arde, bastardo"
Cirio H. Santiago era un director filipino especializado en la exploitation con generosas de acción. Ya había de él antes, comentando un par de sus películas de acción y uno de sus títulos también centrado en la venganza. Estar familiarizado con la ouvre del director hizo que me sorprendiera lo bien que está hecha esta película. Hay que considerar el excelente trabajo del reparto, principalmente Deborah Tranelli que lo da todo para que su personaje resulte verosímil y sus traumas reales, y el guion de Anthony Maharaj, otro habitual de la exploitation de acción más desmelenada, y un tal Reilly Askew, nombre que es posible sea un pseudónimo por lo poco creíble que es, aunque no he podido encontrar ninguna confirmación al respecto.
"¡Sorpresa!"
Hay varios elementos que hacen destacar este título sobre otros del género. Primero, la manera en que mezcla el rape & revenge con el subgénero de los justicieros urbanos. Segundo, la brutal y sin compasión venganza de Carla, ejecutada de manera que llenaría de orgullo al Exterminador. Tercero, la manera en que se teje y desarrolla la historia. Si están justificadas las acciones de Carla o no es secundario, la suma de asesinato de marido y familia, más el acoso seguido de violación en grupo hacen que sea una reacción justificada desde el punto de vista del género. Pero, además, Fletch, el jefe del grupo que interpreta Kaz Garas, enciende los ánimos del pueblo para dar caza a esta "peligrosa asesina", de modo que Carla es perseguida por hordas de ciudadanos empuñando antorchas como si Carla fuera el monstruo de Frankenstein. Lo cual resulta casi una alegoría de cómo durante mucho tiempo se acusaba a las víctimas de violación como si, de algún modo, hubiesen sido las provocadoras del ataque. Por supuesto, la intención de los cineastas estaba alejada de cualquier intento de comentario social, lo único que buscaban era crear una entretenida película que les rindiera económicamente.
Y no hay duda de que crearon una película tremendamente entretenida que sigue impactando a los aficionados con la sangrienta venganza de Carla.
Durante años me mantuve apartado de Juego con la muerte (Game of Death, Robert Clouse, 1978). La manera en que explotaba el legado y la fama de Bruce Lee me parecía de muy mal gusto (en el mal sentido) y lo hacía, además, utilizando el propio trabajo de Bruce Lee. Pero hace poco me hice con el pack editado por Criterion Bruce Lee: His Greatest Hits, entre los siete discos del pack se encontraba uno dedicado a Juego con la muerte, así que me dije que había llegado el momento de ver Juego con la muerte y comprobar si era tan terrible como imaginaba.
Juego con la muerte no es terrible. O no lo es mucho. Como muchos ya sabéis, tras la súbita muerte de Bruce Lee en 1973, se puso en marcha la bruceploitation: películas que utilizaban actores relativamente parecidos a Bruce Lee, los rebautizaban como Bruce Le o Bruce Li y los ponían a protagonizar películas, intentando atraer al público rozando al máximo el fraude en los pósteres. Durante años, Golden Harvest, el estudio que trabajó con Lee, se mantuvo alejada de la bruceploitation, a pesar de contar con el último material que Lee había rodado antes de morir. Pero, finalmente, decidieron también meterse en el pantanoso territorio de la bruceploitation, pero Raymond Chow aseguró que se haría con buen gusto, con material rodado por Lee, y, para asegurar la jugada, contrató a Robert Clouse, el director de Operación Dragón (Enter the Dragon, 1973). Tras haber visto Jugando con la muerte y otras películas de Clouse, creo completamente aquellos que dicen que Bruce Lee fue la razón del éxito de Operación Dragón al encargarse de dirigir él mismo las escenas de acción.
Bruce Lee había empezado el que tenía que ser su proyecto más personal, una película de artes marciales en el que concentraría su filosofía personal y la base del Jeet Kune Do. La trama giraba en torno a un luchador, Bruce Lee, que se ve obligado a colaborar con una banda criminal cuando esta secuestra a su hermana y hermano pequeño. El momento culminante sería cuando se le obligaría a robar un misterioso objeto en la planta alta de una pagoda, atravesando cinco plantas cada una vigilada por un luchador experto en una disciplina determinada de lucha.
La mezcla de filosofía y acción, así como la trama con resonancias mitológicas, prometía una película muy interesante de la que Lee solo completó una media hora de historia, las secuencias en las plantas 3, 4 y 5 de la pagoda. Pero la incompetencia de Robert Clouse hizo que solo pudieran aprovecharse once minutos en total, ya que Clouse escribió un pedestre y vulgar guion en el que el protagonista, Billy Lo, es un actor amenazado por unos mafiosos que se dedican a controlar diversos artistas. En el fondo, no es una trama muy distinta de la película de Lee El furor del dragón (Meng long guo jiang aka The Way of the Dragon, Bruce Lee, 1972).
Jugando con la muerte tiene buenas secuencias de acción coreografiadas por Sammo Hung (que tuvieron que ser rodadas de nuevo debido a que Clouse no las dirigió bien) y la siempre bienvenida presencia de Colleen Camp, pero la morbosa e innecesaria utilización de escenas del auténtico funeral de Bruce Lee, con imagen del ataúd abierto incluida, y el desfile de dobles, llegando al ridículo con el uso de una mal sobreimpuesta foto de Lee en el rostro del doble, te sacan continuamente de la película. El único momento que la película cobra vida, lógicamente, es cuando se utilizan los once minutos de Lee. Claro que ya había visto el material que Lee había completado íntegro gracias a una edición especial de dos discos de Operación Dragón. Material que Lee dirigió y que ni siquiera lo acreditaron en los títulos de crédito.
Pero la película hizo mucho dinero y la bruceploitation continuó durante unos años más.
Tras ver Jugando con la muerte pensé que, ya que no perdía nada, bien me podía poner la secuela Último combate (Sei mong tap aka Game of Death II aka Tower of Death, Ng See-Yuan, Sammo Hung, Corey Yuei, 1981), también incluida en el pack de Criterion. La sorpresa que me llevé con Último combate, un film delirante, divertido y muy entretenido.
Creo que lo que hace mejor esta película que la primera Jugando con la muerte es que contó con un equipo con cero participación de directores/productores americanos. La inclusión de Bruce Lee, en los momentos en que no es doblado por Tong Lung, se hace mediante escenas eliminadas de anteriores películas, en particular de Operación Dragón (algunas luego también recuperadas para su edición especial), a las que se cambiaron los diálogos mediante el doblaje. También se incluyen fragmentos de películas que Lee rodó de niño, con carteles señalando "Bruce Lee con seis años". Pero la maniobra más acertada es "matar" a Billy Lo (el personaje de Lee) y hacer que sea vengado por su hermano, también Tong Lung pero ahora pudiendo ser él mismo. El argumento también se acerca más a la idea de Bruce Lee para Game of Death mezclado con Operación Dragón.
Las escenas de lucha, coreografiadas por Woo-Ping Yuen, son tremendamente energéticas y frenéticas, a pesar del bajo presupuesto de la película. Sin embargo, el bajo presupuesto y el delirante guion son los que acaban transformando esta película en una pequeña joya trash. Un film que me mantuvo entretenido de principio a fin con momentos que hay que ver para creer. Como ejemplo, mi escena favorita, en la que una mujer, Angel (Miranda Austin), intenta seducir a Bobby Lo (TOng Lung) quitándose la ropa y mirándolo como diciendo "¿Adónde vas? Patatas traigo". Bobby Lo le devuelve la mirada en plan "Ven p'acá, moza, que te voy a hablar de Platón". El romántico momento queda interrumpido por un tipo vestido de león que entra atravesando la ventana. Al principio pensaba que era un asesino temático, pero al escuchar que en la banda sonora añaden auténticos rugidos de león y los movimientos del "león" me di cuenta que querían hacernos creer que era UN LEÓN AUTÉNTICO. La coca-cola se me salió por la nariz, pero valió la pena ante el éxtasis que me produjo todo el conjunto.
Pura diversión, delirio tras delirio, Último combate es un film tremendamente recomendable que me hizo disfrutar de principio a fin. Como decía, toda una sorpresa este film con el que no estaba familiarizado en absoluto. Una de las pocas veces en que recomiendo una secuela e ignorar la primera entrega.
Hace poco vi en Netflix una película que acabó siendo toda una decepción a pesar de su premisa: Girls with Balls (Olivier Alfonso). Lo peor: es un obvio plagio de Juegos sangrientos (Blood Games, Tanya Rosenberg, 1990), una excelente película que mezcla thriller, acción y empoderamiento femenino.
El señor Collins (Ken Carpenter), un antiguo mercenario, decide contratar para el cumpleaños de su hijo Roy (Gregory Scott Cummins) un equipo de baseball femenino para celebrar un amistoso juego. Este equipo es Babe and the Ball Girls, capitaneado por Babe (Laura Albert), la cual está determinada a ganar. Cuando el equipo de Babe consigue su merecida victoria, los hombres del lugar no se lo toman bien. El señor Collins ha visto su orgullo masculino herido y primero se niega a pagar. Luego, Roy intenta violar a una de las chicas. Las chicas se defienden y Roy acaba muriendo, lo que provoca que el señor Collins reuna un pequeño ejército, determinado a que el equipo de Babe no salga vivo del bosque.
El film se abre con el juego de baseball en progreso. Esta secuencia sirve como resumen de lo que vendrá luego, desarrollando las distintas actitudes con que los dos equipos afrontan el juego. Los hombres, seguros en su superioridad física no se lo toman en serio, intentando meter mano a las jugadoras cuando pasan cerca suyo. Las mujeres se lo toman más en serio, están determinadas a ganar y, cuando ven que la victoria femenina es posible, los hombres empiezan a usar la violencia para ganar. Luego, cuando la caza de las mujeres se pone en marcha, se ve reflejada la misma actitud de los hombres depositando su confianza en las armas y la superioridad numérica, mientras que las mujeres han de confiar en su inteligencia y sus habilidades para sobrevivir.
No sé si Coralie Fargeat, la directora de la excelente Revenge (2017), ha visto esta película, pero ambas comparten temas y subtexto. Solo que Blood Games trató temas de empoderamiento y sororidad en 1990, cuando era una auténtica rareza que una película de género lo hiciera. Por supuesto, en el film de Tanya Rosenberg se mezcla una visión progresiva con los elementos propios de la exploitation, como desnudos gratuitos, para crear una cinta de acción con elementos de thriller que atrajera al consumidor habitual. Es decir, viendo esta carátula uno no se lleva la impresión de que va a ver un film más interesante que la típica exploitation:
Tal vez por eso la película se ha convertido en una cinta de culto que debería ser más mencionada cuando se habla de cine rape & revenge y feminismo. Y tampoco se debe obviar que como pura cinta de acción, Juegos sangrientos es tremendamente entretenida. La directora Rosenberg logra escenas muy tensas, estilizadas al estilo Sam Peckinpah, como una secuencia en que se produce un enfrentamiento en medio de una zona cubierta por la niebla.
Blood Games es un film adelantado a su tiempo y, al mismo tiempo, gran ejemplo del cine de acción de la época. La mezcla de acción y thriller de supervivencia hace que destaque por encima de la media. En definitiva, un título que os invito a descubrir y disfrutar.
Nunca he sido muy fan del género WIP, es decir Women in Prison, es decir películas que transcurren en una prisión femenina con frecuentes escenas de peleas y duchas, y a veces peleas en duchas. Las únicas que había visto y me habían gustado eran las dirigidas por Jack Hill, por que soy fan del director, y la saga de la prisionera Escorpión, porque soy fan del cine demente japonés y es más una historia de venganza, asi como alguna otra excepción. Pero es un género que nunca me ha interesado mucho. Sin embargo, hace poco leí un artículo en el que se mencionaba que Rejas ardientes (Chained Heat, Paul Nicholas, 1983) está considerada la mejor WIP que se ha hecho jamás, lo que me llevó a darle una oportunidad.
La trama tiene dos líneas paralelas que se acaban juntando. Por un lado, seguimos a la joven Carol Henderson (Linda Blair), que acaba de ser condenada a 18 meses de prisión por homicidio involuntario y vemos cómo intenta adaptarse a la cruda vida en prisión con la ayuda de Val (Sharon Hughes). Por otro lado, en la cárcel hay un negocio de contrabando de drogas que dirige el alcaide Bacman (John Vernon). A Bacman no le hace gracia que haya otro vendedor de droga en la cárcel, que suministra el material a la prisionera Ericka (Sybil Danning) para vender por su cuenta, así que intenta averiguar quién es el suministrador usando prisioneras, que la mayoría de las veces acaban muertas. Ambas tramas chocarán y crearán una atmósfera explosiva en la prisión.
No sé si es la mejor WIP que se ha hecho jamás, las mencionadas antes me parecen mucho mejores, pero, desde luego, el reparto es de lujo: Linda Blair, Sybil Danning, Henry Silva, John Vernon, Tamara Dobson... Cualquier película que junte a Silva y Vernon enfrentándose tiene mi sello de aprobación. Y, por supuesto, juntar a Blair y Danning también resulta explosivo, aunque por otros motivos que también tienen mucho arte. He de admitir que me pareció muy divertida, como una escena al principio que empieza con Vernon en un jacuzzi filmando con una cámara y poniendo cara de ser la persona más sórdida y pervertida del planeta:
El reparto contribuye bastante a la diversión, todos ellos consagrados a hacer lo que mejor saben hacer. Excepto Linda Blair, que parece tomarse bastante en serio su papel y actúa como si estuviera en un serio drama carcelario. Lo da todo en escenas como la que nos la muestra deprimida y triste, contando en voz en off cómo se arrepiente de sus errores y lamenta haber decepcionado a sus padres. Todo ello mientras en una cama al lado hay dos prisioneras rocanroleando con sus lenguas, interacciones intercaladas con el serio momento de la Blair.
Así que es un film divertido, que ofrece las justas dosis de sordidez, crueldad y desmelene que se espera en este tipo de películas, pero tampoco demasiado de esos mismos elementos. Hay escenas violentas y algo de acción, pero mucho menos que en otros títulos. Por lo menos, no tanto como se esperaría uno en la considerada como mejor película WIP. De todos modos, supongo que si eres fan del género es un gran título. Si no eres muy aficionado, como es mi caso, el film resulta bastante entretenido y cuenta con un reparto que vale su peso en oro.
Siempre he tenido debilidad por aquellas películas hechas con poco dinero pero mucha imaginación y ambición. La sangrienta Tarnation (Daniel Armstrong, 2017) es un ejemplo perfecto, ofreciendo al espectador 83 minutos de psicotrónico delirio.
Hay días en que simplemente todo sale mal. Oscar (Daisy Masterman) está teniendo uno de esos días: la banda en la que canta la despide y su novio la abandona llevándose al gato. Entonces su amiga Rain (Danae Swinburne) la convence para que se sume a la escapada de fin de semana que prepara en una cabaña remota. Oscar, obviamente, no sabe que por los alrededores de esa cabaña acecha un unicornio demoníaco. Pero pronto lo descubrirá y su escapada de fin de semana se convierte en una larga lucha contra los demonios.
El bajo presupuesto se nota en aspectos como los efectos especiales, pero, a pesar de sus carencias, Tarnation resulta muy entretenida por la forma en que celebra el género sin tener miedo a ir demasiado lejos ni resultar demasiado absurda. Resulta evidente la alargada sombra de Posesión infernal (The Evil Dead, Sam Raimi, 1981), algo que la película no esconde con diversas referencias, pero el film evoluciona hacia su propia clase de locura, con muchos momentos inesperados e hilarantes.
Además de la sangre y las criaturas absurdas, como el unicornio satánico, para mí Tarnation también destaca por su lado cómico. Me hizo reír mucho y a menudo, a pesar de que a veces el acento australiano resulte difícil de entender.
Por todo ello, cuando me encuentro una película realizada de forma independiente, con un presupuesto ínfimo, pero que resulta tremendamente divertida y, como ya he dicho, entretenida, no puedo más que recomendarla. Si os apetece ver una película referencial, sangrienta, absurda y demente, Tarnation es una muy buena opción. Editada en Blu-ray en Alemania con el título Cabin of the Damned.