31 mar 2011

Cuando una mala película se convierte en leyenda: Terror en Amityville


La historia del cine está llena de películas que en el momento de su estreno fueron éxitos, pero pasan los años y son olvidadas, ya que su calidad cinematográfica no soportó el paso del tiempo. Por eso mismo llama la atención el caso de Terror en Amityville (The Amityville Horror, Stuart Rosenberg, 1979), una mediocre película de terror que sigue siendo recordada hoy.

Jay Anson se ganaba la vida escribiendo los guiones de documentales promocionales del estilo "cómo se hizo..." cuando en 1977 escribió Aquí vive el horror (The Amityville Horror: A True Story). El libro se basaba en eventos que supuestamente sufrió la familia Lutz cuando se fue a vivir a una casa situada en Amityville, en el 112 de Ocean Avenue. Hay diversas discusiones sobre hasta que punto fue fiel a los sucesos auténticos Anson y cuanto añadió por su cuenta.

El libro se convirtió rápidamente en best-seller. Y sin perder un segundo, el maestro de la exploitation Samuel Z. Arkoff compró los derechos cinematográficos del libro y lo convirtió en una película protagonizada por James Brolin, Margot Kidder y Rod Steiger. La película se convirtió a su vez en un tremendo éxito de taquilla que generó siete continuaciones: Amityville II - La posesión (Amityville II: The Possession, Damiano Damiani, 1982), El pozo del infierno (Amityville 3-D, Richard Fleischer, 1983), Amityville IV - La fuga del diablo (Amityville: The Evil Scapes, Sandor Stern, 1989) que fue filmada como telefilme y las rodadas directamente en video: Amityville 5: La maldición de Amityville (The Amityville Curse, Tom Berry, 1990), Amityville 1992: Es cuestión de tiempo (Amityville 1992: It's About Time, Tony Randel, 1992), Amityville: Una nueva generación (Amityville: A New Generation, John Murlowski, 1993) y Amityville 8: La casa de muñecas (Amityville: Dollhouse, Steve White, 1996); además del remake del 2005 La morada del miedo (The Amityville Horror, Andrew Douglas). El libro de Jay Anson generó sus propias secuelas y precuelas, además de una gran variedad de libros que estudian cuánto hay de cierto o falso alrededor de la casa situada en la anodina Amityville.

Todo esto me resulta fascinante ya que, como he dicho al principio, Terror en Amityville es una película mediocre: las interpretaciones no son particularmente buenas y Steiger sobreactúa de mala manera, los efectos especiales no destacan, la historia es algo predecible y el final carece de clímax. Pero tiene algo, algo que la ha hecho perdurar todo este tiempo.

Y no tengo ni idea de qué puede ser.

Stephen King apuntaba, en su monumental ensayo sobre el género de finales de los setenta y primeros ochenta Danse Macabre, que posiblemente una de las razones por las que Terror en Amityville fue un éxito a pesar de su discutible calidad radica en el hecho que tocaba ciertos nervios sociológicos y preocupaciones del momento como era la crisis económica. Los Lutz de la película atraviesan problemas económicos y éstos son una preocupación constante durante todo el film, especialmente los problemas financieros que pasa la empresa de George Lutz. Una de las escenas pivotales de la película gira en torno a la desaparición de unos cientos de dólares que estaban destinados a pagar un banquete de boda. Vemos como George Lutz, James Brolin cada vez más sombrío, busca desesperado el rollo de billetes que su maldita casa parece haberle sisado. King comenta como mientras veía esa escena en el cine, una mujer mayor comentaba: "piensa en las facturas".

El espectador proyectaría sus preocupaciones e inseguridades por el oscuro porvenir económico hacia las peripecias paranormales de los Lutz. Lo cual podría ser cierto para la audiencia de 1979 (o la presente del 2011) pero no creo que se aplicara en tiempos posteriores. Cuando yo vi la película por primera vez siendo un adolescente, por televisión, no tenía una preocupación en el mundo, al menos no financiera o hipotecaria, y encontré la película llena de clichés pero al mismo tiempo extrañamente entretenida. Puede que fuera ver a la novia de Superman ligera de ropa.

Terror en Amityville no tiene la clase y la sobrecogedora atmósfera de La casa encantada (The Haunting, Robert Wise, 1963) o La leyenda de la mansión del infierno (The Legend of Hell House, John Hough, 1973) ni los fabulosos efectos especiales de Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) pero tal vez su perdurabilidad se basa en que está inspirada en supuestos hechos reales.

El hecho de estar viendo algo que es posible pasara realmente, por muy ficcionalizada que esté la película, hace que el espectador aporte algo a la película, algo que de otra manera la habría mantenido en el olvido.

Tal vez, tal vez. Creo, de todas maneras, que el por qué unas películas son recordadas y otras olvidadas seguirá siendo un misterio. Antes de acabar, sin embargo, me gustaría destacar que en la edición de dos discos en DVD de Terror en Amityville aparecen dos extras que justifican su compra aunque la película no llame mucho la atención. Uno es el audiocomentario del profesor Hans Holzer, una especie de cazafantasmas moderno que se dedica a separar la "verdad" de la ficción de lo que aparece representado en la película. Holzer escribió varios libros sobre Amityville y la segunda entrega de la serie se basa en uno de sus libros. El audiocomentario que hace sobre la película es tremendamente hilarante (sin ánimo de ofender a las creencias de nadie), especialmente cuando empieza a explicar como es la existencia en el más allá. El otro extra a destacar es el documental del History Channel Amityville: The Haunting que resulta más inquietante que la propia película y trata de esclarecer que sucedió realmente en esa casa, si es que sucedió algo.

No me he querido meter mucho en si son ciertos o no los fenómenos paranormales que los Lutz aseguran que experimentaron. La razón de ello es porque no creo que sucediera nada y me parece que fue un montaje y tampoco quería molestar a aquellas personas que sí crean que sucedió algo.

Lo que sí es cierto es que una noche, en 1974, en la casa que un año más tarde ocuparían los Lutz, Ronald DeFeo asesinó a toda su familia  (sus padres, dos hermanas y dos hermanos) con una escopeta. DeFeo aseguró que había cometido los asesinatos impulsado por una serie de voces que le incitaban a matar. Lo extraño del caso es que no se encontraron sedantes ni marcas de ligaduras en ninguna de las víctimas que fueron encontradas estiradas boca abajo en sus camas, a pesar de que se tendrían que haber despertado al sonido del primer disparo. Extrañamente, ninguna reaccionó y se quedaron todos en sus camas mientras DeFeo iba de habitación en habitación disparando la escopeta. Y tan extraño como que nadie de la familia reaccionara, es que ningún vecino oyó nada ni nadie denunció que se oían disparos. Unos disparos de escopeta que en plena noche deberían haber sonado como explosiones.



30 mar 2011

La tarántula del vientre negro (La tarantola dal ventre nero)



La tarántula del vientre negro (La tarantola dal ventre nero, Paolo Cavara, 1971) es un fantástico giallo protagonizado por Giancarlo Giannini y las bellas Claudine Auger, Barbara Bouchet y Barbara Bach, todas ellas chicas Bond en algún momento de sus carreras, aunque Bouchet lo fue en la parodia Casino Royale (Val Guest, Ken Hughes, John Huston, Joseph McGrath, Robert Parrish y Richard Talmadge, 1966). La película se desarrolla como una interesante intriga policial con el toque perverso del giallo.

Visualmente el film no es muy extremo, todavía era algo pronto para eso, pero cuenta con una banda sonora de Ennio Morricone llena de suspiros y experimentación que envuelve una historia en la que un misterioso asesino paraliza a sus víctimas, todas ellas bellas mujeres, con una aguja en la nuca para luego destriparlas. Giannini es el inspector Tellini, encargado de atrapar al asesino. Tellini se aparta del típico inspector policial, ya que no acaba de estar seguro que ser policía sea lo suyo e investiga los horribles crímenes de manera reluctante aunque, eso sí, muy determinada.

A medida que avanza la película Tellini se nos revela como un personaje algo melancólico, inseguro de su habilidad como inspector. Sin embargo, cuando el asesino se inmiscuye en su vida, empezando a espiar a su mujer, veremos como el personaje experimenta un severo cambio. Y hoy día también llama la atención, con las diversas series sobre investigación forense como CSI y otras por el estilo, como se representa el trabajo policial en la película y ver las técnicas que emplean, hoy algo primitivas y entonces muy avanzadas.

La trama de la película, como no podía ser de otra manera en un giallo, es bastante enrevesada. Varias pistas se van revelando que el inspector Tellini investiga con la esperanza de salvar alguna víctima. Pero que sea enrevesada no quiere decir que sea difícil de seguir, el director Paolo Cavara hace un buen trabajo a la hora de explicarnos la trama sin que resulte confusa pero sí intrigante.

Los asesinatos son clásico giallo: el asesino, con abrigo y guantes negros (con otros guantes quirúrgicos encima de los negros) acecha a sus inocentes víctimas y nosotros con él. Aunque no hay demasiada cámara subjetiva, Cavara varía los ángulos bastante para que no se pierda el interés visual en ningún momento. El asesino resulta particularmente sádico, ya que paraliza a las víctimas de manera que sean plenamente conscientes de todo lo que les hace pero sin que puedan hacer nada para evitarlo.

Tanto para los amantes del giallo, como para los que simplemente les guste el cine de intriga, ésta película os proporcionará 90 minutos de estupendo suspense.

29 mar 2011

Fascismo estelar



Ayer, en el número de este mes de la revista Qué leer, encontré un interesante artículo sobre Robert A. Heinlein y sus casi esquizofrénicas ideas políticas. En el artículo se hacía énfasis en las contradictorias tendencias que mostraba Heinlein en público, muy conservadoras, especialmente hacia los años 60, y las que aparecían en sus libros, que eran muy progresistas. Para ello usaba como ejemplo dos novelas que, por fortuna, había leído.

Forastero en tierra extraña de Robert A. Heinlein es una divertida, satírica e iconoclasta novela de ciencia-ficción que en el momento de su publicación, en 1961, fue tremendamente polémica por las situaciones que aparecen en él, donde se daba rienda suelta al amor libre y la apertura mental trascendente. Fue un gran éxito dentro de la contracultura y se acabaría convirtiendo en el libro de cabecera del movimiento hippie que surgió al cabo de unos años, que haría realidad algunos de los conceptos inventados por Heinlein en la novela. A pesar de su extensión en la versión íntegra (879 páginas en mi edición de Plaza y Janés, que incluye un prefacio de Virginia Heinlein y un posfacio sobre la edición española a cargo de Domingo Santos), la novela se lee bastante rápido gracias a lo divertida y surrealista que resulta esta historia sobre un ser humano criado por marcianos que regresa a la Tierra cual Jesucristo psicodélico.

Forastero me gustó tanto que inmediatamente rebusqué en una colección de libros de ciencia-ficción que tenían mis padres otra novela de Heinlein que me sonaba haber visto entre una novela de Arthur C. Clarke y otra de Isaac Asimov. La novela en cuestión era Tropas del espacio. Me puse a leerla con ganas, pero al cabo de poco tiempo la abandoné. Me costaba creer que la misma persona había escrito ambas novelas, ya que Tropas del espacio era un panfleto militarista que exaltaba las virtudes de la vida castrense y abogaba por una sociedad espartana militarizada.

Cuando se estrenó Staship Troopers (1997) de Paul Verhoeven y fui al cine a verla me llevé la agradable sorpresa de descubrir que Paul Verhoeven y Ed Neumeier habían convertido la película en una sátira salvaje. Habían hecho en el cine lo que me esperaba encontrar cuando intenté leer la novela original.

En 1987, Verhoeven y Neumeier ya habían trabajado juntos dando a luz a Robocop. Lo interesante de esta película, y que cogió por sorpresa a la crítica seria que empezó a alabar la película, fue que más allá de la historia de un cyborg policía, que Vehoeven había visionado como la historia de un Jesucristo del futuro que muere y renace para salvarnos, la película era un sátira cargada de humor negro sobre la América de Reagan.

Es este aspecto satírico y de crítica social lo que eleva Robocop por encima de otras películas del estilo que suele estrenar Hollywood. A la gente le sorprendió la profundidad de un film titulado Robocop -robopolicía o policía robot- ya que, por los típicos prejuicios en contra de la ciencia-ficción y las historias de bajo presupuesto, se esperaban otra cosa.

El hecho que el estudio propietario de los derechos de Robocop lo acabase convirtiendo en esa "otra cosa" a base de secuelas y series de televisión ya es otro asunto bien diferente.

El caso es que diez años más tarde los mismos (ir)responsables nos ofrecieron Starship Troopers. Verhoeven explica, en el audiocomentario que incluye la edición especial, que uno de los objetivos a la hora de hacer la película era tratar como, dadas las circunstancias adecuadas, todo el mundo se podía acabar convirtiendo en un fascista. Para ello escogió a una serie de jóvenes y sanotes actores y actrices que, al principio de la película, actúan como los típicos adolescentes de una película de instituto y los acaba convirtiendo en unos alegres matainsectos y devotos militares.

Gran parte del contenido satírico nos lo ofrece Verhoeven a través de unos fantásticos anuncios televisivos, que remiten a los que ya aparecían en Robocop, en los cuales se parodia la propaganda militar. Es de notar que, por ejemplo, el uso del término bug -bicho- referido en la película a las arañas espaciales es una alusión a la propaganda militar americana de los años 50, que utilizaba el mismo término para referirse a los coreanos durante la guerra de Corea.

Verhoeven escoge también el camino difícil a la hora de presentar su crítica social ya que, en su representación de la sociedad fascista del futuro, no incluye voces disidentes dentro de la película. Es decir, es muy fácil crear una sociedad distópica y poner dentro personajes que digan: "¡esto está mal!". Sin embargo, resulta más interesante crear una sociedad fascista en la cual todo el mundo es feliz y en la cual es el espectador, por contraste con su propia realidad, el que determina lo que está mal en ese mundo sin tener a nadie que señale con el dedo los puntos oscuros.

Por supuesto, al no tener ningún personaje diciendo en voz alta el mensaje de la película, muchos fueron demasiado miopes para darse cuenta de lo que hacía Verhoeven e interpretaron el film de manera literal. Es decir, no supieron ver que se trataba de una sátira y pensaron que Verhoeven hacía en serio la película.

Los que no supieron interpretar que todo era una sátira forman el grueso de los detractores de la película, todos aquellos que no supieron captar el chiste y acusaron a Verhoeven de fascista.

Hace un tiempo, cada vez que veía la película, se me hacía difícil de creer que hubiera personas que no supieran ver el humor negro y la sátira y pensaran que todo era en serio. ¿Cómo no se habían dado cuenta, si todo el tono de la película es tremendamente exagerado y paródico? 

Y entonces el destino quiso que me encontrara en una situación parecida a la que se encontró Verhoeven con Starship Troopers. Cuando empecé a estudiar en la Universidad de Barcelona, una de las asignaturas que tenía que hacer era Llengua Catalana I. Una de las pruebas para aprobar el examen de la asignatura consistía en escribir una argumentación sobre un tema propuesto por el profesor en el momento que nos examináramos. El profesor propuso como tema el racismo y la inmigración. Muy bien, fácil. Escribí la argumentación, terminé el examen y me olvidé de todo el tema.

Un año más tarde, una amiga se matriculó en Llengua Catalana I y, mientras comentaba la asignatura que yo ya había hecho, me pasó la guía para los estudiantes que habían preparado. Y cual fue mi sorpresa al descubrir la argumentación que yo había escrito el año anterior como ejemplo. Muy contento, le pedí a mi amiga que me avisara cuando fueran a comentarla ya que tenía curiosidad por ver que explicaba la profesora y que comentaban los alumnos.

Je. Al principio todo parece una buena idea.

El día del comentario llegó y me senté junto a mi amiga, con una mezcla de curiosidad y anticipación. Sin embargo, cuando la profesora preguntó que pensaban los alumnos que decía la argumentación, me entraron ganas de salir discretamente de la clase.

Volviendo a un año antes, cuando me estaba examinando, pensé que la mayoría de la gente haría la típica "el racismo es malo/inmigración otras culturas bueno", de la cual el profesor leería cuarenta variaciones diferentes. Así que pensé que estaría bien, para destacar y que me pusiese mejor nota, hacer algo diferente. Y lo que hice fue una parodia del típico empresario burgués racista, un texto en clave irónica con el cual me burlaba de la hipocresía del típico "yo no soy racista pero..." que suena justo antes de algo tremendamente racista.

Un año más tarde empecé a oír como varios alumnos calificaban al autor de esa argumentación, es decir: a mí, de racista, facha y muchas cosas más. La profesora aclaró que se trataba de un texto irónico, y empezó a explicar cosas de la estructura del texto y como estaba construido -sobre las cuales yo no había reflexionado, ya que soy un escritor más bien interno y las estructuras y demás cosas me salen innatas- y, siendo justo, varios alumnos sí captaron que se trataba de un texto irónico. Pero, vaya, me quedé algo preocupado de la cantidad que había sido incapaz de reconocer un tono de exagerada ironía. Creo que se podría deber a los propios prejuicios de esas personas hacia los personajes que yo parodiaba.

El caso es que, Verhoeven, te entiendo, macho. Que yo también he pasado por eso. Y que yo sepa, mi argumentación sigue en la guía del estudiante como ejemplo de buena redacción (y que nadie me corrija, por favor).

Volviendo a la película, es de destacar, no sólo el ingenio y el estupendo despliegue de humor negro del que hace gala, también que los estupendos efectos especiales se mantienen muy bien y resultan muy creíbles. Lo digo porque vistos actualmente, muchos efectos infográficos de los 90 cantan bastante en la actualidad debido a los avances que se han hecho en ese campo. No Starship Troopers, que se mantiene, como digo, en perfecto estado de revista.

Nada más. He dado por supuesto que la habíais visto, en caso contrario, ya sabéis que hacer este fin de semana.

Y las secuelas no las comento porque no las he visto.

Y leer un poquito también, maldita sea. Que mi madre dice que ver demasiadas películas te pudre el cerebro.

28 mar 2011

Cuanto más cambian las cosas, más siguen igual



Entre 1950 y 1954, la editorial EC de William Gaines publicó Two-Fisted Tales y Frontline Combat. Aparentemente eran dos series de aventuras bélicas más, pero cuando Harvey Kurtzman se puso a trabajar en ellas, primero en Two-Fisted Tales y luego en Frontline Combat desde el número uno, se transformaron en algo muy diferente de lo que eran el resto de series parecidas que se publicaban entonces.

Lo que las hacía diferentes es que eran historias anti-bélicas. Historias que narraban de forma fiel el horror de la guerra. Historias que en ocasiones se narraban desde el punto de vista de los "enemigos". Aquí no había lugar para la exaltación heroica.

Y hacer eso en los 50, era realmente valiente, ya que nadie más lo hacía. Los movimientos pacifistas eran inexistentes, más allá de algunos intelectuales y la generación beat que no salían del underground. La EC, como ya he comentado en otros posts, cayó víctima de la censura y la avaricia. Sin embargo, el "daño" estaba hecho.

En 1965, la editorial Warren llevó a cabo una acción tan valiente como la de Gaines 10 años antes. James Warren encargó a Archie Goodwin una serie bélica: Blazing Combat. Goodwin recogería el testigo del trabajo de Kurtzman, que había leído en el momento de su publicación, y realizó una genial serie de historias anti-bélicas. Fueron los primeros en hablar de forma negativa de la guerra de Vietnam, la cual hacía relativamente poco que se había iniciado, antes de que se generara toda una serie de protestas y clamor social a lo largo y ancho de Estados Unidos.

Y pagaron el precio por ello.

El primer número pasó desapercibido, se vendió bien, ya que las autoridades no sabían bien de que se trataba. Sin embargo, la cosa se torció a partir del número 2. Éste número incluía la historia ¡Paisaje! Escrita por Archie Goodwin, que de hecho escribió todas las historias que pudieron publicar menos una escrita y dibujada por Wally Wood y un par en las que compartió crédito con los dibujantes respectivos, y dibujada por Joe Orlando. Esta historia está protagonizada por un campesino vietnamita que lo va perdiendo todo a medida que es "liberado" alternativamente por las tropas americanas y la guerrilla vietnamita.

Hablar de forma negativa de cualquier guerra en la que participara Estados Unidos era considerado  en aquel momento anti-americano y una traición, ya que los que dominaban el stablishment era la generación de veteranos de la IIª Guerra Mundial. El primero en actuar fue el Ejército, que prohibió la venta de Blazing Combat en sus bases. Luego vino la Legión Estadounidense que se alió con los mayoristas, que en ese momento llevaban la distribución de todo lo que se publicaba en Estados Unidos, y decidieron por iniciativa propia boicotear esa "basura anti-americana". Lo que hicieron los mayoristas fue no distribuir Blazing Combat y dejarla empacada, para luego devolverla alegando que no se había vendido.

La táctica funcionó y, tras sólo cuatro números, Warren se vio obligado a dejar de publicar Blazing Combat. La compañía de Warren era una pequeña editorial independiente y no se podía permitir el elevado coste económico del boicot de los mayoristas y el Ejército.

Aunque no se dieron por vencidos. James Warren empezó a incluir en la contraportada del resto de sus publicaciones (como Creepy, Eerie o Famous Monsters of Filmland) anuncios en contra de la guerra de Vietnam.

Ahora, que se viven momentos igualmente tensos, Norma Editorial publica en un tomo los cuatro números originales de Blazing Combat, acompañados de unos artículos que explican esta desgraciada historia de manera más completa y sucinta, con entrevistas a James Warren y Archie Goodwin. Los artistas que ilustran las historias de Goodwin son algunos de los mejores de la historia del cómic: Frank Frazzeta (las portadas), Russ Heath, Gene Colan, John Severin, Alex Toth, Reed Crandall... Todos ellos ilustran de manera soberbia las historias de Goodwin, que resaltan el horror de la guerra y el sufrimiento de los civiles en los conflictos, situaciones que luego reflejarían y ampliarían los movimientos de cambio social que surgirían un par de años más tarde y que entonces empezaban a articularse.

Two-Fisted Tales y Frontline Combat fueron publicadas también, en el 2004, por Planeta DeAgostini como Clásicos Bélicos, cuando Planeta empezó a publicar el material de la EC.

Creo que teniendo en cuenta la situación actual, no sólo por los numerosos conflictos que se están desatando, también por el ambiente de censura y prohibición en el cual nos hemos encontrado últimamente, la historia tras Blazing Combat y las historias dentro de Blazing Combat resultan tan relevantes ahora como lo fueron en 1965.

26 mar 2011

Fiebre del sábado noche (Saturday Night Fever)



Gracias por los mensajes de apoyo de todos. Parece que mi anatomía se adapta a la vida en la Tierra y me he recuperado de un traspiés orgánico antes de lo que me esperaba, al contrario que les pasó a mis buenos primos marcianos, y podré continuar con mi objetivo de conquistar el planeta. El caso es que buscaba un título adecuado para la semana que he pasado, pero ya había comentado todas las películas de David Cronenberg. También ésa en la que estás pensando. Así que finalmente me he decidido por la película quintaesencial de los setenta: Fiebre del sábado noche (Saturday Night Fever, John Badham, 1977). Una de esas películas que están tan grabadas en la cultura popular que resulta reconocible incluso para aquell@s que no la han visto. Lo que también ha originado que se tenga una idea distorsionada de ella y de lo que trata. Me atrevería a decir que incluso hay quién piensa que la película es una especie de musical discotequero, algo completamente falso.

Fiebre del sábado noche es un retrato urbano con toques de drama y violencia callejera. La película se basa en un artículo periodístico de Nik Cohn llamado "Tribal Rites of the New Saturday Night" ("Ritos tribales del nuevo sábado noche"), el cual Norman Wexler convirtió en guion cinematográfico. Como es habitual, Hollywood se fijaba en una moda cuando ésta estaba a punto de desaparecer, ya que para 1979 el movimiento antidisco que acabó provocando el nacimiento del punk y el cansancio de los propios participantes era un hecho. Para los ochenta, la disco estaba muerta. Muerta hasta su renacimiento en el 2000.

La cultura disco surgió como conjunción de varios elementos. Por un lado, en muchas ciudades se escapaba de las tensiones habituales bailando en almacenes reconvertidos que se llamaban "discos". En Europa estaban las "discotheques", que eran lo mismo que las discos pero aquí eran clubes de alto standing para la jet set. A su vez, la cultura gay intentaba salir de la oscuridad y saltar a la palestra, siendo los clubes de baile uno de los pocos sitio seguros para ello. En todos estos sitios sonaba música negra: soul y R&B. Coincidiendo con que muchas bandas de soul empezaron ha añadir ritmos más pesados a las melodías creando un nuevo estilo musical: el funk. De ahí a la música disco hubo un paso. De la mezcla de todos estos elementos surgió un fenómeno social basado en la diversión por la diversión.

Todo esto sobre la música disco no lo sé porque estuviese allí, ya que todo este rollo disco no va mucho conmigo, si no por la lectura del excelente The Big Book of the '70s de Jonathan Vankin. Fascinante lectura que recomiendo a todo el mundo.

La película se centra en un grupo de jóvenes amigos encabezados por Tony Manero (John Travolta) para representar la juventud de la época que se movía en los barrios de clase media baja. La película está situada en Brooklyn, en un barrio predominantemente italiano, y el retrato que hace de los protagonistas es de los típicos chicos de barrio, a los cuales sólo les importaba que llegase el sábado y divertirse en la disco. La auténtica trama de la película es la que muestra el proceso de maduración y cambio de  un chico de barrio como es Tony Manero.

Como he dicho, la película no es un musical ni gira en torno al baile como lo hace, por ejemplo, Flashdance (Adrian Lyne, 1983) pero eso no quiere decir que la música y el baile no sean un elemento importante. Parte de la intención de la película es precisamente retratar el ambiente de una discoteca, algo nuevo en los setenta, así que el ambiente disco es importante, pero no un fin. De hecho, la música se usa de forma muy dispersa y realista. Realista en el sentido que, exceptuando tres momentos, sólo se oye música cuando hay música ambiente. Igual que el baile, que es importante porque es lo único en la miserable vida de Tony Manero que le hace sentir bien, pero no es lo más importante de la película. Y será está pasión por el baile la que, en una subtrama sobre un concurso, le deparará uno de los momentos más amargos de su existencia, que a su vez resulta uno de los más reveladores.

Lo importante de la película es el retrato que hace de Tony Manero y su grupo de amigos: Joey (Joseph Kali), Double J. (Paul Pape), Bobby C. (Barry Miller) y Gus (Bruce Ornstein). Sus códigos sociales, sus peleas con bandas, su manera de relacionarse con las mujeres... Un mundo que poco a poco va asfixiando a Tony que empezará buscar una salida, especialmente tras conocer a Stephanie (Karen Lynn Gorney), que luego descubre está tan despistada existencialmente como él.

La parte dramática de la película, filmada con el estilo seco y contundente del cine de los setenta, le da una profundidad que ha hecho que el film sea interesante más allá del retrato sociológico que hace de un momento concreto en el tiempo, alternando dramatismo costumbrista con violencia seca, en una mezcla tonal y temática muy interesante; que queda algo supeditada en una visión superficial originada por su utilidad como cápsula temporal.

Recuerdo que cuando vi la película por primera vez, en TV1 tenían la costumbre de hacer una breve introducción del film que presentaban como estreno. En esta presentación, el comentarista definió Fiebre del sábado noche como "la película definitiva de los setenta" ya que hacía alusión o aparecían representados todos aquellos aspectos que hicieron característico no sólo el cine, también las modas de la época.

El hecho que pueda recordar el comentario de un reportero sobre una película que oí cuando tenía seis o siete años y sea incapaz de recordar cumpleaños y fechas señaladas parece exasperar o extrañar a mi círculo cercano. Pero qué le voy hacer si me han dibujado así.

El caso es que es un comentario bastante acertado. El dormitorio de Tony Manero está adornado con pósteres representativos de algunas de las grandes figuras de los setenta. Echemos un vistazo a algunos de los iconos que nos encontramos en la habitación de Tony Manero:

Bruce Lee es un mito y un icono todavía hoy. Aunque éste no es el mismo póster que aparece en la habitación de Manero, sirve para ejemplificar el entusiasmo que provocó entre la muchachada del momento con su inimitable estilo a la hora de pelear. Actor, guionista y director, sus películas lo convirtieron en leyenda, de manera justificada, y en Estados Unidos lo convirtió en estrella el gran clasicazo Operación dragón (Enter the Dragon, Robert Clouse, 1973) que protagonizó poco antes de morir.

Farrah Fawcett Majors se convirtió en mito sexual de los setenta gracias a la serie Los ángeles de Charlie (Charlie's Angels, 1976-1981). La serie era una excusa para poner a sus tres bellas protagonistas en las situaciones más comprometidas posibles, y por ello fue uno de los más populares "jiggle shows". Jiggle en inglés significa "agitarse" o "se agitan" y el término hace referencia a los pechos de las protagonistas. Para ello se las vestía con ropa ligera y la mínima ropa interior posible para que se apreciara el movimiento y se notaran los pezones. ¿O pensabais que se lo habían inventado Los vigilantes de la playa? Este póster de Farrah fue uno de los pin ups más vendidos de la historia. En la película se hace un plano inserto subjetivo del póster que resalta la parte que se queda mirando el padre de Tony (Val Bisoglio): los pezones que la hicieron una estrella de la televisión.


Con Serpico (Sidney Lumet, 1973) (a la cual pertenece la imagen del póster en el dormitorio de Tony), Tarde de perros (Dog Day Afternoon, Sidney Lumet, 1975) -hay un momento en el cual Tony Manero imita a Al Pacino en esta película- y El Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972), Al Pacino se convirtió en una gran estrella en los setenta. Ésta es la década en la cual Pacino se transformaba en los personajes, en lugar de hacer que los personajes se transformaran en él.
Este drama sobre un perdedor que intenta hacer algo con su vida le valió dos nominaciones al Oscar a Sylvester Stallone: una por mejor guion y otra como actor principal; y se llevó tres Oscars: mejor película, mejor director y mejor montaje. Ahora se hace difícil de creer, pero antes de los ochenta Stallone no era una estrella del cine de acción, era un serio actor dramático. Rocky (John G. Avildsen, 1976) fue un tremendo éxito y es un film a reivindicar por su calidad cinematográfica, ya que pesa sobre él la imagen que se tiene hoy día de Stallone y mucha gente que no ha visto la película tiene una idea preconcebida sobre como és y cómo acaba. Ironías del destino, en 1983 Sylvester Stallone dirigió Staying Alive: La fiebre continúa (Staying Alive), una secuela de Fiebre del sábado noche, que Stallone escribió junto al guionista de la original Norman Wexler.
Como otros grandes títulos setenteros, la película se centra en un personaje: Tony Manero. John Travolta realmente hace un trabajo notable a la hora de encarnar un personaje y resultar atractivo a pesar de que la película no esconde los rasgos más negativos de su personalidad. Simplemente viéndole caminar en la secuencia inicial, Travolta transmite quién es y en qué momento se encuentra Manero. La interpretación de Travolta resulta aún más lograda si comparamos al Manero del principio de la película con el que aparece al final. También llama la atención la conflictiva vida familiar de los Manero, llena de tensiones y discusiones, que resulta algo tragicómica.

En definitiva, Fiebre del sábado noche es un estupendo drama, una cápsula temporal, una historia de crecimiento y madurez y mil cosas más de las que podréis disfrutar si la veis. Su influencia se ha notado en películas tan diferentes como Nadie está a salvo de Sam (Summer of Sam, Spike Lee, 1999) o Boogie Nights (Paul Thomas Anderson, 1997). Sólo me queda añadir una cosa: Burn, baby, burn! Disco inferno!

21 mar 2011

Criaturas Celestiales (Heavenly Creatures)



En 1994, Peter Jackson sorprendió a propios y extraños con Criaturas Celestiales (Heavenly Creatures). La película es un intenso drama con toques de fantasía y thriller que recrea la historia real de Juliet Hulme y Pauline Parker.

Hasta entonces, Jackson era conocido por tres películas caracterizadas por su tono de comedia y por la abundante cantidad de gore y violencia que se podía encontrar en ellas. Su carrera empieza con Mal Gusto (Bad Taste, 1987), filmada a lo largo de varios años aprovechando los fines de semana. Mal Gusto cuenta la historia de un grupo de élite militar que se enfrenta a unos extraterrestres que vienen a comernos a todos. La película hace honor a su título y presenta algunas escenas gore realizadas de forma casera pero efectiva (y muy divertida). Después vino El delirante mundo de los Feebles (Meet the Feebles, 1989), que retrata la existencia de un grupo teatral, los Feebles, en una historia cargada de sexo, violencia, drogas y tramas típicas de culebrón pero interpretada con muñecos de felpa y marionetas como los Teleñecos. Y luego llegó Braindead (1992), épica gore que tuve la suerte de ver en toda su gloria en una una pantalla de cine cuando se estrenó. Braindead es una de las películas más sangrientas de la historia del cine, llenando la pantalla de mutilaciones, vísceras y sangre pero con un tono de comedia y slapstick que la hace tremendamente divertida.

Mirando en retrospectiva parece natural que, tras tocar techo con Braindead, haciendo todo lo que se podía hacer en una película gore, Jackson abandonara un género en el cual no podría hacer nada más que repetirse. Hizo por tanto un giro de 180º y se embarcó en contar la historia de Juliet Hulme y Pauline Parker, protagonistas de un crimen no demasiado conocido fuera de Nueva Zelanda, pero que allí causó gran impacto.

Con el objetivo de ser lo más respetuoso y fiel a la verdad posible, Jackson filmó en los mismos lugares en los que transcurrieron los hechos reales, excepto el crimen en sí que fue filmado algo más lejos por respeto, y utilizó el diario de Pauline Parker como voz narradora en la película.

Para interpretar a Juliet Hulme y Pauline Parker se escogieron dos actrices desconocidas, cuya participación en esta película representó su debut en pantalla, escogidas por el parecido físico que tenían con los personajes reales: Melanie Lynskey como Pauline y Kate Winslet como Juliet.

Jackson se centra en la amistad entre Juliet y Pauline. Lo que empieza como una simple amistad se va convirtiendo en una relación dependiente y obsesiva cuando ambas empiecen a crear un mundo de fantasía que poco a poco las va absorbiendo. Para representar este mundo de fantasía se basaron también en los cuentos y personajes que ambas crearon.

Sin embargo, los padres de ambas consideran la progresiva desconexión de la realidad de ambas como las típicas fantasías adolescentes. No se empiezan a preocupar hasta notar que la relación entre Pauline y Juliet adquiere un aspecto "insano". La historia está ambientada a mediados de los cincuenta, y cualquier indicio de homosexualidad era considerado poco más que una terrible perversión.

La película brilla en su recreación de la relación entre Juliet y Pauline. Alejándose de retratos morbosos o sensacionalistas, Jackson nos mete dentro de la cabeza de las dos amigas y nos muestra su historia sin ofrecer juicios. Esto es lo que pasó. Algo que la diferencia de otra película que se había inspirado en la misma historia: Mais ne nous délivrez pas du mal (1971), escrita y dirigida por Joël Séria y que se puede encontrar en DVD como Don't Deliver Us from Evil. Si bien es cierto que la película sólo se inspira en los hechos y no pretende ser un retrato realista de lo que pasó, sino que se inventa una historia completamente ficticia.

Criaturas Celestiales resalta por la creación del mundo de fantasía de Juliet y Pauline, que fue el primer paso en la creación de una compañía de efectos por parte de Jackson que acabaría por llevar  a la filmación de El señor de los anillos de Tolkien. Perdidas en su mundo de fantasía, a Juliet y Pauline la realidad se les va haciendo cada vez más insoportable. A medida que avanza la película somos testigos de como se van colocando las piezas que acabaran provocando la tragedia, que se podría haber evitado de no suceder la historia en el momento que sucedió. O tal vez no, es algo que podéis discutir tras ver la película.
Desde el momento que la vi, la película se convirtió en una de mis favoritas, una de las pocas que realmente me emociona al verla. La manera en que Jackson crea el mundo de fantasía de Pauline y Juliet, como nos mete dentro de su cabeza, me fascinó desde un principio. Así como también me resulta fascinante la relación entre ambas muchachas y como se desconectan de la realidad. Y a la hora de disfrutarla, me parece más bien secundario el hecho de que se base en una historia real y hasta que  punto es fiel a la misma, porque es la manera en la que cuenta su historia que la hace notable para mí, además de no saber de la existencia de esos hechos hasta que vi la película.

Como curiosidad, al poco de estrenarse Criaturas Celestiales se supo que Juliet Hulme actualmente se gana la vida escribiendo novelas de misterio bajo el pseudónimo Anne Perry.

19 mar 2011

¡Super doble sesión de comedia adolescente! ¡Demasié pal body!


Previamente a los años 80, simplemente existían comedias juveniles como ¡Qué noche la de aquel día! (A Hard's Day Night, Richard Lester, 1964) o Gas! -Or- It Became Necessary to Destroy the World in Order to Save It (Roger Corman, 1970). Sin embargo, en los 80 se produjo una escisión entre comedias adolescentes sexuales y románticas. Las sexuales eran películas como Porky's (Bob Clark, 1982) o Aquel excitante curso (Fast Times at Ridgemont High, Amy Heckerling, 1982). Las románticas tuvieron un rey indiscutible: John Hughes, que con películas como Dieciséis velas (Sixteen Candles, 1984) se convirtió en el maestro del género. Aunque, tras sólo dirigir cuatro excelentes comedias adolescentes, abandonó completamente el género y se dedicó a otros tipos de comedia. Comedias que, a pesar del éxito económico, no tenían la calidad ni el valor artístico de sus primeros títulos.

La reciente Rumores y mentiras (Easy A, Will Gluck, 2010) hace homenaje a las comedias adolescentes a la Hughes, y también a otros títulos de los que hace explícita mención como No puedes comprar mi amor (Can't Buy Me Love, Steve Rash, 1987) -gran influencia en la película- o La chica de rosa (Pretty in Pink, Howard Deutch, 1986). Al mismo tiempo, hace referencia a La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne en su estudio sobre la evolución del cotilleo y la hipocresía en pleno siglo XXI.

Olive Penderghast (Emma Stone) se inventa una supuesta pérdida de virginidad para librarse de un fin de semana de acampada con su amiga Rihannon (Alyson Mychalka). La ultramojigata Marianne (Amanda Bynes) escucha la supuesta aventura sexual y no pierde tiempo en extender la historia por todo el instituto. A partir de ahí, la vida de Olive se verá transformada, no necesariamente a mejor.

Easy A es uno de esos casos en los cuales la película es mucho más interesante (e inteligente) de lo que su sinopsis puede hacer creer. El guión de Bert V. Royal llena las bocas de sus protagonistas de divertidos diálogos al tiempo que la dirección de Will Gluck es más ambiciosa de lo que uno esperaría en una comedia adolescente.

Y ahí está el genio de la película: no es que sea una buena comedia adolescente, es que es una buena comedia. Emma Stone lleva sin dificultad la película sobre sus hombros, ofreciendo un atractivo retrato de Olive. Tan atractivo que cuesta creer que nadie quisiera salir con ella, la verdad. Es su voz la que nos va revelando de forma progresiva el avance de la trama, con lo cual si la protagonista no nos hubiese resultado simpática o no estuviésemos con ella, la película hubiera sido un fracaso.

Y a nota personal he de decir que me encanta la voz de Emma Stone. Tiene un tono meloso que me resulta tremendamente atractivo. Me refiero a la VO, claro.

Stone está rodeada además por una espectacular colección de actores secundarios. Tenemos a Stanley Tucci y a Patricia Clarkson como los padres de Olive; Malcolm McDowell es el director del instituto, imagínate ir a un instituto en el que el tolchocador Alex es el director; y Thomas Haden Church es el profesor guay.

También sale Lisa Kudrow. Y yo no sé si es por la alta definición del Blu-ray o que estaba acostumbrado a verla en los DVD de Friends pero ¿qué le ha pasado a esta mujer? ¿Cómo se ha envejecido tanto de golpe? Courteney Cox y Jennifer Anniston lo han llevado mucho mejor, desde luego.

La trama de la película resulta hasta cierto punto predecible, pero, en palabras de Roger Ebert, se trata de cómo se cuenta y no qué cuenta. Gracias a un desarrollo ágil, en el cual se hacen varios guiños al espectador, la película se pasa bastante rápido, haciéndote reír a menudo pero sin intentar desesperadamente ser graciosa o que estés soltando carcajadas continuamente. Algo casi tan molesto como la escoria que se dedica a hacer comentarios irónicos y burlones de una película mientras la está viendo en voz alta en el cine.

Pero lo más sobresaliente para mí es como puede resultar atractiva para alguien que no sea un adolescente. Mientras que otras películas dedicadas al público adolescente como Crepúsculo (Twilight, Catherine Hardwicke, 2008) resultan poco más que insoportables, es fácil que Easy A resulte atractiva a un público más amplio que al hormonalmente inquieto.

Que es lo mismo que decir que me lo pasé muy bien y me reí mucho viéndola. Después de verla me entraron ganas de ver alguna comedia mítica de mi adolescencia, lo que me lleva a:


John Hughes dirigió en 1985 la que es la comedia adolescente definitiva, por lo menos para mí: El club de los cinco (The Breakfast Club). Cinco estereotipos pasan un sábado de castigo juntos en el instituto: el deportista guapetón Andrew (Emilio Estevez), el empollón Brian (Anthony Michael Hall), el chico malo John (Judd Nelson) , la chica bien Claire (Molly Ringwald) y la rarita Allison (Ally Sheedy).

A medida que avanza la película, somos testigos de como cada uno de los personajes se va desprendiendo de las capas protectoras que se han puesto en su transcurrir social y va asomando debajo un individuo, abandonando los estereotipos bajo los que se escondían. Sin embargo, es interesante ver como discuten hasta que punto la presión social les permitirá actuar de manera distinta cuando el lunes vayan todos a clase.

Casi como si se tratara de una obra de teatro, los cinco se pasan gran parte del metraje encerrados en una clase, cierto: ocasionalmente salen, escenario en el cual se irán desafiando en un principio para luego pasar a compartir experiencias comunes. Para ello usarán unos diálogos especialmente diseñados para la ocasión.

¿Recordáis Al salir de clase? La serie tenía dos características bien definitorias: estudiantes de instituto que parecían más bien universitarios y un supuesto lenguaje juvenil que evidenciaba que los guionistas hacía tiempo que no eran jóvenes.

Para evitar este efecto "imagínate a tu padre hablándote como si quisiera  aparentar que tiene 15 años", Hughes crea un argot y un lenguaje propios. Para ello inventa gestos, frases hechas y, en definitiva, una manera de hablar que sólo se puede encontrar en esta película. En su VO.

El reparto está compuesto por los que entonces eran un montón de prometedores actores. Tenemos a Molly Ringwald, pelirroja de la que estaba completamente enamorado y que al terminar la década de los ochenta volvió al planeta del que había salido, aunque aparezca aquí o allá para una visita ocasional. Emilio Estevez fue poco a poco despareciendo de las pantallas y recientemente dirigió una película protagonizada por su padre Martin Sheen. Ally Sheedy, después de un par de sonoros éxitos en el cine, sigue trabajando de manera regular en la televisión, al igual que Anthony Michael Hall y Judd Nelson.

Una genial banda sonora es el telón de fondo de esta película que trata sobre cinco personas que se descubren a sí mismas. Algo que contado parece muy sobrio, pero que gracias al talento implicado resulta  en un film entretenido, divertido e, incluso, emocionante.

Resumiendo, aquí tenéis un par de excelentes comedias adolescentes que sobrepasan los supuestos límites que el género o los prejuicios imponen.

 

16 mar 2011

Diseccionando los 80: American Psycho



En 1992 o 1993, un amigo me recomendó un libro titulado American Psycho de Bret Easton Ellis. Lo empece  leer y me absorbió completamente. Durante la semana que estuve leyendo las más de 500 páginas del libro de Ellis me sumergí en el demencial y exagerado mundo de los yuppies ochenteros. Un mundo en el cual un asesino psicópata encajaba perfectamente en medio de la superficialidad, hedonismo y brutal egoísmo que caracterizaban ese mundo.

En el momento de su publicación, la novela American Psycho fue tremendamente polémica. Asociaciones feministas organizaron protestas en contra de lo que denominaban basura misógina. Entre los círculos intelectuales el libro era despreciado por su contenido violento.

El contenido violento del libro son aproximadamente unas 50 páginas. La violencia viene a subrayar el tono de comedia negra y la sátira de la sociedad de los 80, de la misoginia y machismo de la cultura yuppie. Hasta cierto punto, la novela es más bien feminista, ya que se burla de la ultramasculinidad, de los machos alfa que dominaban el entorno yuppie. Obviamente las protestas en contra y los comentarios negativos procedían de personas que no habían leído la novela, o no la habían entendido, y se habían fijado sólo en una parte sacándola de contexto y sin interpretar su significado.

Como un caso bastante reciente que imagino tenéis en mente.

La carrera literaria de Ellis se había iniciado con dos novelas ambientadas en el ambiente universitario de mediados de los ochenta, protagonizadas por personajes vacíos emocionalmente, anestesiados a base de drogas, alcohol y sexo, que disfrutaban de una vida llena de comodidades pero sin sentido. Hablo de Less Than Zero (1985) y The Rules of Attraction (1987) (Menys que zero, Les lleis de l'atracció en Columna; en castellano en Anagrama y Mondadori Menos que cero, Las leyes de la atracción en Anagrama). Ellis retrataba la nihilista existencia de sus jóvenes protagonistas con ciertos toques de humor, ridiculizando a sus personajes.

Estas dos primeras novelas parecen ensayos para American Psycho, en la cual la crítica y la sátira corrosiva es llevada al extremo en el largo monólogo interior del psicópata Patrick Bateman, que resulta ser la epítome de los yuppies. Obsesionado con su aspecto físico y en las apariencias, se dedica a masacrar mujeres y enemigos sociales entre hilarantes disertaciones sobre la profundidad del trabajo de blandos artistas pop para todos los públicos como Phil Collins o Whitney Houston.

Ellis utiliza la sátira y el humor negro no sólo para ridiculizar a los yuppies, sino también para criticar los aspectos más negativos de los ochenta en la era Reagan.

Los ochenta fueron una década dominada por el hedonismo, la superficialidad y el egocentrismo. Es resultado de llevar al extremo "la cultura del yo" que surge durante los setenta como resultado de la difusión de las nuevas disciplinas y doctrinas New Age de descubrimiento personal y la revolución sexual, que inicia una época de promiscuidad descuidada que culmina con la aparición de enfermedades venéreas que, junto a la cocaína y el crack, acabaran por matar los ochenta hacia 1987.

El primer caso en Estados Unidos de una muerte por SIDA data de 1981. La aparición del SIDA provocó un miedo que se intentaba combatir a través de la diversión desenfrenada. Así, por muy frívolos que parezcan ahora, los ochenta estuvieron tintados por el miedo a la muerte, de ahí que de los casi 300 clubes de sexo que aparecieron a principios de los ochenta prácticamente todos desaparecieran hacia finales de la década.

Pero también hubo una fuerte reacción hacia la política de Reagan y los valores conservadores que se querían imponer. Es decir, los ochenta también tuvieron su parte de rebelión, una rebelión hedonista pero rebelión al fin y al cabo. Lo único que importaba era llamar la atención. Ser el centro de todas las miradas. Y luego estaba la cultura del dólar, que dominó todos los círculos sociales.

En España esto se tradujo con lo que se llamó "la movida madrileña" o sólo "la movida". Un movimiento en el cual todos competían entre sí por ser el más exagerado, el que más llamase la atención, el que fuera más epatante. El talento pasó a un segundo plano musicalmente, ya que se trataba de llamar la atención e impresionar. Esto surgió como reacción a la oscura y violenta época de la transición y la cultura de los "progres".

De todas estas características de la época dorada de los cardados se burlaba Ellis en su novela. Sin embargo, la gente se fijaba más en los aspectos polémicos, olvidándose de que la novela de hecho los criticaba. O se burlaba de ellos, para ser más exactos. No es casualidad tampoco que Ellis eligiera como vehículo para su sátira un psicópata. Los psicópatas se convirtieron en estrellas durante los ochenta, ya que un psicópata es poco más que un ego con patas, incapaz de sentir empatía o cualquier tipo de emoción, algo que iba muy acorde con la era hedonista por antonomasia.

De todas formas, la polémica que levantó la novela fue la que la  convirtió en un best-seller y que se pusiesen en marcha proyectos para llevarla al cine. Durante largo tiempo David Cronenberg iba a dirigir una adaptación de la obra de Ellis. Ciertamente, Cronenberg parecía el más indicado, ya que sus películas contienen un soterrado humor negro y unos personajes que parecían casar con los del universo de Ellis. El proyecto finalmente se desmontó. Luego fue Mary Harron, en aquel momento conocida por la película I Shot Andy Warhol (1996), la que empezó a poner en marcha una adaptación de la novela.

Harron logró tirar adelante el proyecto. Entonces Leonardo DiCaprio mostró interés en interpretar a Patrick Bateman y Oliver Stone se interesó en dirigirla. Gracias a Dios finalmente no se acabó de concretar y le devolvieron la producción a Mary Harron, que pudo rodar la película con la libertad y las limitaciones que tiene rodar una película de bajo presupuesto, con un entonces desconocido Christian Bale en el papel protagonista. Desconocido para el gran público, porque ya había ofrecido estupendas interpretaciones en películas como Velvet Goldmine (Todd Haynes, 1998).


Harron estrenó la película en el 2000. Habiendo leído la novela un par de veces, una poco antes de ir a verla al cine, me quedé muy satisfecho con la adaptación que finalmente había llegado a terminarse tras muchos impedimentos. Especialmente me gustaron los guiños dedicados a los lectores de la novela, como la escena final en la que vemos una puerta con el letrero ESTO NO ES UNA SALIDA, detalle significativo para todos los que habíamos leído la novela.

Mary Harron y Guinevere Turner captaron a la perfección en su guion la esencia de la novela y la tradujeron en imágenes en una película que se mantenía muy fiel al libro. La sátira social y la ridiculización del macho alfa de la novela fueron trasladados a la pantalla a la perfección.

La película ofrece también una interesante subversión del género terrorífico: mientras que habitualmente en las películas el psicópata asesina y asesina e intenta no ser cogido, en American Psycho se nos ofrece un psicópata que intenta que lo cojan pero no consigue que nadie lo haga. Es este aspecto concentra también el film su ácida sátira, ya que representa una sociedad en la cual un psicópata como Patrick no parece mucho peor que los superficiales y egoístas "amigos" que lo rodean, y de los cuales a primera vista él no parece el peor.

Para representar el egocentrismo exacerbado de los personajes, Harron nos muestra como continuamente se van confundiendo los unos con los otros, ya que todos llevan el mismo peinado y van vestidos igual. Todos están tan absorbidos en su propio mundo que no se escuchan entre sí, lo que le permite a Patrick soltar las bestialidades más absurdas sin que la gente le preste atención. Esta continua confusión de identidades también permite que quede impune de los crímenes que comete.

No era la primera vez que se relacionaba a los yuppies con la psicopatía. En 1990 se estrenaba Ejecutivo ejecutor (A Shock to the System, Jan Egleson), protagonizada por Michael Caine, que interpreta a un apocado ejecutivo que, tras matar accidentalmente a un vagabundo en el metro, empezará a aplicar su descubierta habilidad para el asesinato para librarse de todos aquellos que le hacen la vida imposible. La película también hace gala de un sano humor negro, pero American Psycho es un film claramente superior.

Es superior gracias a la dirección de Harron capaz de encapsular la esencia de la película en momentos como el que aparece al principio, en la cual mientras oímos el monólogo interior de Bateman sacado de la novela, vemos como Patrick se quita una máscara facial de la cara. Sin embargo, la cara de Patrick parece otra máscara.

Bateman está vacío de cualquier emoción, es incapaz de sentir empatía por las personas que le rodean, pero lo peor es cuando se queda solo, ya que cuando no está fingiendo ante los demás que es alguien que no es, no sabe bien como actuar ni que hacer con los pensamientos que bullen en su interior. Como si no pudiese funcionar sin llevar una máscara puesta. Significativo en este aspecto es también la escena en la cual Patrick organiza un trío con dos prostitutas, que graba en vídeo, y se dedica a imitar las posturas que ve en las cintas porno que consume como manera de estudiar cómo practican el sexo los humanos. Y cuando está en pleno acto se dedica a (ad)mirarse en los espejos que tiene en el dormitorio.

Los elementos satíricos están presentes en diversos detalles como las absurdas e intrincadas descripciones gastronómicas o las conversaciones superficiales entre los protagonistas. Aunque la mejor escena que resume este aspecto de la película es el duelo de tarjetas de visita, que llena de nerviosismo e inquietud a Bateman.

La película mezcla y alterna géneros y tono. Pasando de un brutal crimen a un momento de calma en segundos. También los asesinatos varían en tono: mientras que, por ejemplo, el asesinato de Paul Allen (Jared Leto) está filmado con cierto aire socarrón y festivo; el de la prostituta Christie (Cara Seymour) y Elizabeth (la guionista Guinevere Turner), una antigua amiga de Patrick, está cargado de una atmósfera terrorífica.

Pero el terror en la película no consiste simplemente en brutales asesinatos, ya que los toques más logrados en este aspecto son cuando se utiliza la elipsis y la imaginación del espectador entra en juego. La amenaza implícita que representa Patrick.

Cuando se estrenó la película, en el Fotogramas que apareció por la misma fecha, incluyeron en su sección ¿Por qué..? lo siguiente: "¿por qué aquellos que ven la película American Psycho y no han leído la novela creen que todo es un sueño del protagonista?" La explicación se debe a la confusión que puede provocar en algunas personas la secuencia del tiroteo, que tiene ciertos matices alucinatorios y que parodia el cine de acción de los 80, y el running gag de la confusión de identidades, que viene a subrayar el egocentrismo de ese círculo social. Parte de la gracia de la historia, tanto en la novela como en la película, es que lo vemos todo a través del punto de vista de Patrick, que está completamente loco, y todo nos llega filtrado por su enferma mente. Pero el punch line consiste precisamente en que comete los más atroces crímenes pero nadie le cree y no recibe ningún castigo por ello.

La escena final resume una de las capas de significado de la película: una crítica a la era Reagan, pero su acierto en la manera de administrar la ácida crítica hace que los comentarios que hace sobre la misma vayan más allá del retrato de una década en concreto y sean, por desgracia, aplicables en la actualidad.

Para acabar simplemente añadiré que American Psycho es una película que ha ganado con el tiempo. La dirección de Harron, que toma como modelos a Kubrick, Polanski, Buñuel y Hitchcock; y la sutileza a la hora de presentar la historia, más la excelente interpretación del reparto, más la estupenda banda sonora del legendario John Cale y la fantástica fotografía de Andrej Sekula han mantenido la psicopatía de Bateman tan fresca como hace once años.

15 mar 2011

Pedazos de muerte: La saga de Pesadilla en Elm Street



Sueños, ésos pedazos de muerte. Cómo los odio.
Edgar Allan Poe

Sí, niños y niñas, llegó la hora de Freddy Krueger, el último icono del terror ochentero que me quedaba por comentar. Cómo para muchos otros de mi generación, Freddy Krueger fue una presencia constante durante los ochenta y primeros noventa. Se hace difícil de creer que hubo tiempo en el cual Krueger no estuvo allí para soltar chistes malos y destripar adolescentes. Durante todo este tiempo me las he arreglado para acumular un montón de revistas, cómics y souvenirs (como las gafas 3D de la 6ª entrega) protagonizados por el señor Krueger, sin olvidar ediciones en DVD de las películas (todavía nada en Blu-ray excepto la primera y el remake). Lo que significa que he acumulado un montón de información inútil que me dispongo a compartir con vosotros, en un gesto de increíble generosidad. De nada.

Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, Wes Craven, 1984): Como ya comentaba en un anterior post sobre Wes Craven, Craven es muy bueno teniendo ideas, no tanto ejecutándolas.  Lo curioso es que a Craven, como imagino que muchos ya sabéis, se le ocurrió la idea tras leer en un periódico una noticia que explicaba el caso de un joven que había muerto a causa de una serie de pesadillas que llevaba tiempo sufriendo. Si bien se han de tener en cuenta las limitaciones presupuestarias, era una película de bajo presupuesto, Craven en algunos momentos desaprovecha su inspirada creación lastrándola con un desarrollo de los personajes y del argumento algo torpe. Pero si bien estos fallos impiden que Pesadilla sea una auténtica gran película, más allá de su importancia como iniciadora de una multimillonaria saga, eso no significa que sea una mala película.

Es cierto, la película tiene sus fallos pero quedan de sobra compensados por sus aciertos. Ante todo está la creación de un memorable villano como es Freddy Krueger. Robert Englund en su primera interpretación resulta realmente atemorizante, ya que se mantiene gran parte de la película en las sombras y apenas habla. Craven crea para su villano una serie de muertes espectaculares, siendo la primera la más memorable para mí, así como aprovecha la naturaleza onírica del personaje para momentos que han quedado para siempre grabados en la historia del cine de terror como el teléfono que se transforma en la boca de Freddy o cuando Nancy  (Heather Langenkamp) se está bañando y asoma la garra de Freddy entre sus piernas.

Así, el balance entre sus aciertos y sus fallos queda bastante equilibrado. Y lo cierto es que sigue siendo una película bastante efectiva a pesar del tiempo que ha pasado y a pesar de las sucesivas secuelas e imitaciones.

Pesadilla llegó en un momento crucial, en el cual el género de terror necesitaba un soplo de aire fresco, ahogado como estaba por los slashers en plena curva decadente. Era un punto de vista original sobre una fórmula ya gastada, ¿y qué hacen en Hollywood cuando algo original tiene éxito? Copiarlo y gastarlo hasta que no dé más de sí.



Pesadilla en Elm Street 2: la venganza de Freddy (A Nightmare on Elm Street 2: Freddy's Revenge, Jack Sholder, 1985): Robert Shaye y Wes Craven no acabaron en el mejor de los términos tras la primera película. Se produjeron entre los dos continuas tensiones, que culminaron en las discusiones sobre el final de Pesadilla 1. El final que hay ahora en la película es el resultado de mezclar los diversos finales que se discutían. De ahí que cuando la primera entrega se convirtió en un éxito y Shaye decidiera que quería una secuela inmediatamente, Craven no fue incluido en la producción. El resultado fue Pesadilla 2, dirigida por Jack Sholder y escrita por David Chaskin.

La película fue realizada sin tener más que un conocimiento superficial de la primera, sin entender exactamente al personaje, y comete por ello varios errores. Como resultado, la película fue un fracaso, si bien no económico pero sí artístico.

Pero vamos a hablar de la segunda entrega, tú y yo, porque es cierto que la película no funciona demasiado bien como continuación de la primera. Sin embargo, con el tiempo la película se ha revelado tremendamente interesante y divertida como involuntario drama gay.

O no tan involuntario.

Originalmente, el guionista David Chaskin pusó como subtexto en el guion el tema de la homosexualidad. Y de alguna manera, durante el rodaje, este subtexto salió a la superficie. A ello contribuyeron tanto el actor protagonista Mark Patton, como el departamento de arte. La escena ambientada en un bar de ambiente sado gay, la escena en las duchas, los dos amigos pasando la noche juntos... Todo ello contribuye a hacer la película un estrambótico drama gay en el cual Freddy Krueger representa la soterrada homosexualidad del protagonista de la cual su amiga Lisa (Kim Myers, asombrosamente parecida a Meryl Streep) lo "rescatará".

Esta "gayedad" hace que la película sea tremendamente divertida y descacharrante de ver, aunque no funcione demasiado bien como película de terror. Por ello, la recomiendo a pesar de no ser demasiado buena.



Pesadilla en Elm Street 3 (A Nightmare on Elm Street 3: Dream Warriors, Chuck Russell, 1987): Después del significativo traspiés de la segunda entrega, Shaye se decidió a hacer las cosas bien. Para ello contactó de nuevo con Craven y ambos se reconciliaron. Craven escribió junto a Bruce Wagner un guion para la tercera entrega... que no fue usado una vez Frank Darabont y Chuck Russell se encargaron del proyecto.

Darabont y Russell crearon la que es sin duda la mejor película de toda la saga protagonizada por Freddy Krueger, confirmando mi teoría según la cual toda película que incluya esqueletos animados es buena. Crearon un grupo interesante de personajes, con la estupenda, fantástica y fabulosa Patricia Arquette al frente; y trajeron de vuelta a Heather Langenkamp como Nancy. La pareja utilizó elementos clásicos de las historias góticas de fantasmas y los mezcló con un Freddy Krueger convertido en malvado maestro de ceremonias, una superestrella psicopática capaz de transformarse más rápido que Mortadelo.

Aprovechando al máximo las habilidades oníricas de Krueger, introducen el concepto de los asesinatos irónicos relacionados con alguna característica de la víctima, que luego sería explotado hasta la saciedad en las siguientes películas. De hecho, las siguientes entregas de la serie son en realidad continuaciones de ésta película y no tanto de Pesadilla 1, ya que siguen su esquema y utilizan la mitología que se crea sobre Freddy Krueger en ella.

Ésta entrega también resulta interesante ya que además de las preocupaciones adolescentes, ya que incluye personajes adultos con sus propios conflictos, añadiéndole un valor extra en cuanto a desarrollo de personajes.

Y, claro, una vez tenían la fórmula definitiva, se vieron obligados a hacer más películas. Pero bueno, si no fuera por esa filosofía no podríamos haber disfrutado de esta pequeña maravilla.



Pesadilla en Elm Street 4 (A Nightmare on Elm Street 4: The Dream Master, Renny Harlin, 1988): Me gustaría compartir con vosotros una teoría que he desarrollado tras ver todas las películas y, cómo no la he visto en ningún otro sitio, reclamo como mía absolutamente. Mi teoría explica por qué esta entrega fue más taquillera que la anterior y es la más taquillera de toda la saga: Pesadilla 3 había sido precedida de una entrega más bien floja y que no había sido demasiado exitosa en taquilla, pero gracias a su calidad y al boca-oreja consiguió recaudar 44 millones y pico de dólares. Luego la película pasó a vídeo donde siguió siendo vista y compartida. La calidad y resultados de Pesadilla 3 hizo que la gente fuera en masa a ver Pesadilla 4, haciendo que recaudara 49 millones y pico de dólares en taquilla. Sin embargo, la baja calidad de la película hizo que se perdiera interés por la franquicia y por ello las siguientes entregas no funcionaron en taquilla como las anteriores a Pesadilla 4. Es lo que creo y podéis decir que lo he dicho yo.

Ésta entrega fue dirigida por Renny Harlin, que le imprime a la película un ritmo cinético propio del cine de Hong Kong. Pero por mucho ritmo que le imprima a la película no se puede evitar que su guion deje mucho que desear. Tal vez porque en realidad no tenían guion. Es decir, de los 3 nombres a los cuales se atribuye el guion, Brian Helgeland (guionista de L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997) y Mystic River (Clint Eastwood, 2003), William Kotzwinkle y Scott Pierce (nombre bajo el cual se ocultaban los hermanos Jim y Ken Wheat, guionistas de Pitch Black (David Twohy, 2000)) no está claro quién hizo qué, eso sin contar las reescrituras que se produjeron durante la producción. Así, con tanto baile de nombres e historias no es de extrañar que el guion parezca un refrito de las ideas de la anterior película.

Eso sí, los efectos especiales y las secuencias de asesinatos están bien hechas, aunque al no estar enmarcadas en una buena historia pierden brillantez. Freddy Krueger se convierte en un cómico macabro y definitivamente ha perdido cualquier poder de asustar o resultar amenazante que todavía conservase.



Pesadilla en Elm Street 5 (A Nightmare on Elm Street 5: The Dream Child, Stephen Hopkins, 1989): En esta entrega se repitió el problema con el guion. El equipo de novelistas John Skipp y Craig Spector, el escritor David J. Schow, William Wisher Jr. y Leslie Bohem fueron en algún momento guionistas o reescribieron el guion de algún otro escritor. Aparentemente el guion final fue compuesto cogiendo elementos de diversos guiones en el último momento por el productor Michael De Luca. Y tanto baile de guionistas y guion nunca es bueno.

Además de los problemas con tener un guion a punto para hacer la película, al director Stephen Hopkins le dieron un margen de trabajo casi imposible de cumplir, lo que le obligaba a rodar una escena mientras el decorado para la siguiente se preparaba en el plató de al lado, para rodar de manera continua, además de tener poco tiempo para editar la película.

Como resultado de tanto desbarajuste tenemos una película irregular. Irregular en el sentido que aparecen ideas interesantes en la historia mezcladas con otras tópicas; desarrollo de algunos personajes mientras otros no son más que nombres. Hopkins demuestra habilidad para rodar escenas y aporta a la película una interesante atmósfera oscura y gótica pero no tiene un contenido que haga resaltar las imágenes que crea, algunas de ella muy bien ejecutadas y conseguidas.

Es una lástima que las prisas por recaudar dinero y un estudio ansioso de poner una película con Pesadilla en el título acabaron provocando que lo que pudiera haber sido una buena entrega acabara siendo algo mediocre.



Pesadilla final: la muerte de Freddy (Freddy's Dead: The Final Nightmare, Rachel Talalay, 1991): La entonces anunciada como última entrega estuvo a punto de ser escrita por Peter Jackson, pero finalmente contó con Michael De Luca de nuevo en el guion.

Parecía que el estudio estaba ya cansado de hacer Pesadilla, así que se decidió a terminar de una vez con Freddy y pasar a otra cosa. Por ello la directora Talalay incluyó diferentes referencias a las películas que la habían precedido. Talalay había trabajado en todas las películas anteriores en diferentes capacidades dentro del equipo de producción, así que tenía sentido ofrecerle el trabajo de directora para la que tenía que ser la última de la serie. Talalay había trabajado también con John Waters, lo que la llevó a añadir un humor watersiano a la película, que en su momento no fue entendido.

La película tiene una primera media hora bastante correcta, pero poco a poco se va desinflando hasta llegar a un clímax no demasiado emocionante ni excitante, a pesar de que fue filmado en 3D. Lo que para Talalay fue un error y, en retrospectiva, preferiría no haber hecho.

Pesadilla 6 queda como un final poco lucido para un personaje de la talla de Freddy Krueger. El humor no acaba de casar bien con la historia, que a su vez resulta algo predecible y traída por los pelos. El gimmick de las 3D pierde sentido cuando la película se ve en DVD, con lo cual el final pierde la poca fuerza que ya tenía. La película tiene algunos momentos buenos, pero a no ser que seas fan de la saga no tiene demasiado interés.



La nueva pesadilla (Wes Craven's New Nightmare, Wes Craven, 1994): Volvemos al principio: una buena idea no muy bien ejecutada. Wes Craven realizó un primer acercamiento a la narrativa metalingüística previa a Scream (1996), analizando el fenómeno cultural que fue Freddy Krueger en los ochenta. Actores, productores y el director se interpretan a sí mismos en una historia que cuenta como la gran popularidad de Freddy Krueger provoca que empiece a hacer acto de presencia en la realidad.

Una buena idea que resulta desperdiciada en una puesta en escena que carece de ambición y resulta algo plana y poco interesante. Además de que no consigue crear ningún momento de auténtico suspense, mucho menos miedo, como tampoco tiene ninguna escena memorable o que uno recuerde especialmente una vez ha terminado de ver la película. Supongo que por eso fue un fracaso de taquilla, ya que resultaba muy suave y light en una década que de por sí ya era bastante suave y light.

Para Freddy contra Jason (Freddy vs. Jason, Ronny Yu, 2003) os remito al post sobre la serie protagonizada por Jason Voorhees. También os remito al post previo sobre el documental Never Sleep Again. En cuanto a la serie de televisión, Las pesadillas de Freddy (Freddy's Nightmares, 1988-1990), la verdad es que guardo un vago recuerdo ya que únicamente la vi cuando fue originalmente emitida por Telecinco y desde entonces no he vuelto a ver ningún episodio de las dos temporadas que se hicieron. El remake no lo he visto, y no creo que lo haga a no ser que se incluya en algún pack en Blu-ray con el resto de películas de la saga.

Y con esto concluye mi repaso por los grandes iconos del terror de los ochenta. Porque, de momento, no  tengo la sensación de que haya ningún icono moderno que esté a la altura.