Verhoeven no es precisamente un director sutil y delicado, con lo que su manera de presentarnos esta historia basada en sucesos históricos es mucho más cercana y real de lo que lo sería en manos de otros directores más "serios y formales".
Cuando se estrenó, RoboCop (Paul Verhoeven, 1987) cogió por sorpresa a todo el mundo. Lo que parecía una simple película de acción típicamente hollywoodiense se reveló como un ultraviolento retrato de los 80 cargado de humor negro, una sátira salvaje que se ha convertido en un clásico de la ciencia ficción. Un clásico porque además de su carga de crítica social, los elementos de ciencia ficción están perfectamente cuidados y funcionan todavía hoy.
RoboCop fue ideada por los guionistas Edward Neumeier y Michael Miner, pero fue el toque aportado por el director Paul Verhoeven el que convirtió el film en la maravilla que conocemos hoy. Verhoeven no solo trasladó a la perfección el guion, también añadió ideas de su cosecha que entran dentro de su ideario como cineasta.
El director holandés vio el personaje de Robocop como una especie de mesías americano, un Jesús de carne y acero. Por eso se centra en mostrar el sufrimiento del héroe que renace de sus cenizas no una, sino dos veces. Además de que Verhoeven parece disfrutar haciendo sufrir a sus héroes, la escena en que Murphy (Peter Weller) es tiroteado con salvaje alegría ya había sido en cierto modo ensayada en la anterior película del director Los señores del acero (Flesh+Blood, 1985), en la que el protagonista en aquella ocasión es torturado a base de flechazos.
Detalle de la crítica que hizo de la película el gran Ivá en la revista El Jueves. La foto la he tomado del libro recopilatorio ¡Cagontó! El gran libro de Ivá, aparecido poco después de la muerte del dibujante. Es una crítica muy divertida y este diálogo creo que resume muy bien el talento de Verhoeven: Es que cuando hay cabesa, con un cacho minipimer se puede haser una buena película.
Otro aspecto interesante aportado por Verhoeven fue la manera de representar la violencia. Si bien esto se aprecia mejor en el montaje del director sin censurar, Verhoeven de forma explícita creó escenas exageradamente violentas y sangrientas para darle un tono de cómic y enfatizar el humor negro.
Como sátira de la mentalidad yuppie de los 80 resulta realmente acertada. La empresa OCP representa a la perfección la mentalidad de beneficio a cualquier coste, con sus ejecutivos apuñalándose por la espalda, capaces de asesinar por obtener un buen porcentaje. Gran parte de esta sátira es ofrecida al espectador a través de anuncios comerciales y vistazos a lo que triunfa en televisión en el futuro Detroit, una herramienta que Neumeier y Verhoeven repetirían en Starship Troopers (1997).
Finalmente, el elemento que acaba de redondear el conjunto es el drama de ciencia ficción. La odisea del policía Murphy convertido en un cyborg, una máquina en la que empiezan a aflorar recuerdos humanos. Los sueños, los sentimientos por su perdida familia... Todo ello se utiliza como manera de determinar qué nos hace humanos.
Todo lo mencionado se ve beneficiado por una fantástica banda sonora de Basil Poledouris. Uno de mis momentos favoritos es cuando Robocop pasea por la casa abandonada en la que vivió con su familia cuando todavía era humano y empieza a dejarse llevar por el sentimiento de pérdida que se transforma en furia. Es un momento que se ve ensalzado de manera ideal por la banda sonora, un gran ejemplo de cómo utilizar la música en el cine.
No le voy a descubrir a nadie esta película, simplemente recordar el placer que se experimenta al ver una maravilla como esta en la que todo funciona. Funciona como cinta de acción, como película de ciencia ficción y como ácida crítica social. Una obra maestra.
El gran éxito de RoboCop trajo consigo la inevitable secuela, que se estrenó en 1990. Lo curioso en este caso es que no es una mala secuela, aunque eso no quiere decir que sea una buena película. Dirigida por un artesano del cine como era Irvin Kershner, técnicamente es bastante sólida. Kershner no era un director con una gran personalidad, básicamente se dedicaba a cumplir con lo que le pedían. Por ello, cualquier elemento distintivo debía proceder del guion, que en este caso fue escrito por Frank Miller y Walon Green.
Hace unos seis años, Aleta ediciones publicó un tomo que recopilaba una miniserie en la cual Steven Grant adaptaba el guion original que escribió Miller para RoboCop 2, ilustrada por el fantástico Juan José Ryp. Según dice la contraportada, Hollywood censuró el guion de Miller, una gran épica de ciencia ficción. Lo que haría pensar que el guion de Miller fue tremendamente manipulado y destrozado. Habiendo leído el cómic y visto la película, no acabo de estar de acuerdo con esta idea. Y lo cierto es que los problemas que tiene la secuela, desde mi punto de vista, aparecen también en el cómic. Creo más bien que el problema con el guion original es que era demasiado para la época en que fue escrito: demasiado caro y demasiado largo (una de las subtramas del cómic fue aprovechada en la tercera entrega).
Para mí, RoboCop 2 es una película demasiado fiel al original. Tan fiel que no aporta nada nuevo ni tiene personalidad propia. Más aún, algunos de los elementos satíricos del primer film aquí se vuelven demasiado cómicos y exagerados, perdiendo efectividad. Sí que cuenta con un villano interesante (mejor que el que aparece en el cómic), diversas secuencias muy logradas y una estupenda batalla final con unos fantásticos efectos de stop-motion.
Así que, aunque no es tan redonda como la primera y en ocasiones no sabe que tono quiere adoptar, es entretenida de ver. Es una curiosidad con algún acierto y varios fallos. Desde luego, es mejor que la fallida tercera entrega. Aunque soy un completista, no voy a perder el tiempo hablando de la mediocre tercera parte. Debido a la popularidad del personaje (cómics, series de TV, juguetes...) se quiso hacer una película para todos los públicos, lo que se tradujo en un film infantiloide sin ningún interés. Hace poco se anunció que se iba a publicar una miniserie llamada RoboCop's Last Stand que es una adaptación del guion original de Frank Miller para RoboCop 3 (Fred Dekker, 1993). Supongo que será mejor que la película, aunque algunos detalles que me parecen errores fueron creación de Miller y repito que ya aparecen en el cómic que adapta el guion original de la segunda parte.
En fin, si no habéis visto las secuelas, tened en cuenta: la dos es entretenida aunque no tan buena como la primera; la tres es un desperdicio de celuloide. Del remake todavía no se sabe nada, aparte de que el diseño del nuevo Robocop es realmente feo.
Ahora que cada vez tenemos más cerca el remake, pensé que sería un buen momento para repasar Desafío total (Total Recall, Paul Verhoeven, 1990) (con la mítica edición especial con comentarios de Arnold Schwarzenegger y Paul Vehoeven). Y digo remake porque han ignorado por completo el relato original de Philip K. Dick en que se inspiró el film de Verhoeven y se basan en el guion de esta película.
Vista hoy día, Desafío total resulta sorprendente por la cantidad de cosas absurdas que la pueblan (al nivel de la actual Indiana Jones) pero que en su momento aceptamos sin pensarlo. O por lo menos yo lo acepté sin pensarlo. Una de mis favoritas es que cuando la gente se ve expuesta a la atmósfera de Marte empieza a desmontarse como si estuviera flotando en el espacio a pesar de que Marte tiene atmósfera (tenue y tóxica), superado por el hecho de que el proceso se ve automáticamente detenido y un poco de oxígeno hace además que el proceso se invierta (!?). Otro que me llamó la atención es que una especie de reproductor de video se estropea y empieza a repetir la imagen como si fuera un disco rayado (que recuerda un poco como en Monstruoso [Cloverfield, Matt Reeves, 2008] hacen que una tarjeta de memoria funcione como una cinta de video). Eso sin contar todo lo que en el guion no tiene el más mínimo sentido (¿me lo parece o Cohaagen [Brian Cox] está enamorado de Hauser/Quaid [Arnold Schwarzenegger])?
Pero no me malinterpretéis: me encanta esta película precisamente por lo absurda, ultraviolenta y delirante que es. Y también por el factor nostálgico: ya no hacen películas de estas para mayores de 18 años como las que veíamos con 10 años. Ahora estas megaproducciones se hacen para mayores de 13 años, para poder recuperar la inversión. Hoy día resulta sorprendente que la que fue brevemente la película más cara de la historia fuera destinada al público adulto (por edad, mentalmente ya es otro tema). También creo que es significativa de por qué la carrera de Schwarzenegger y Sylvester Stallone languideció durante los 90: las cintas de acción habían cambiado, mientras que los 80 fueron la década de la hipérbole accionera, la nueva década se encaminaba más hacia el tipo normal en situación extraordinaria a la John McClane. Y Schwarzenegger y Stallone pueden parecer muchas cosas pero no tipos normales (añadiría que su recuperación actual tiene más que ver con la nostalgia que con la calidad de su trabajo, aunque las últimas películas de Stallone me gustaron mucho).
Curiosamente (o no), Desafío total nació al mismo tiempo que Alien - El octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979), cuando Dan O'Bannon y Ronald Shussett empezaron a elaborar una adaptación del relato Podemos recordarlo por usted al por mayor de Philip K. Dick que dejaron para dedicarse al guion de Alien. Este relato es muy corto y un ejemplo del sentido del humor de Dick: empieza como la película, con el protagonista yendo a que le implanten el recuerdo de unas vacaciones en Marte, pero una vez allí los técnicos descubren que alguien le borró la memoria para implantarle una nueva personalidad. Cada vez que eliminan una personalidad falsa surge otra más peligrosa e improbable que la anterior. Más o menos es lo que recuerdo, hace tiempo que lo leí.
A la hora de convertirlo en un guion cinematográfico, O'Bannon y Shussett se quedaron con la premisa inicial y la primera personalidad que aparece (la del espía) y se inventaron la trama a partir de ahí, la cual también cambió mucha a lo largo de las décadas que fue desarrollada (especialmente cuando Schwarzenegger se añadió al proyecto, que en sus primeras encarnaciones se planteó fuera protagonizado por alguien de aspecto normal y corriente, incluso David Cronenberg escribió algunos borradores cuando iba a dirigirla). La película se convirtió así en una especie de homenaje al cine de espías y acción popular en los sesenta, salpicada de ironía y un tono que hace que "la absurdidad" quede más o menos justificada. En el desarrollo se preocuparon de añadir detalles al principio y durante su desarrollo para que se pudiera argumentar que todo es real o una fantasía con argumentos igualmente sólidos. Una estudiada ambigüedad que le añade atractivo al film. Es curioso como entonces los terroristas son caracterizados como rebeldes luchando por su libertad, cosa que ahora no sé cómo sería vista, políticamente hablando.
Desafío total es pura diversión. Ritmo frenético, violencia a cascoporro, mutantes... Ya no se hacen películas como esta. Aparte de los detalles ya mencionados "poco realistas", el guion también tiene unos cuantos aciertos genuinamente inspirados y geniales, como la cara de pasmo de todo el mundo en la escena de la máscara o cómo la misión de atrapar a Quaid se convierte en una venganza personal por la muerte de su esposa por parte de Richter (Michael Ironside) (lo de Kuato siendo un doble exacto de Jordi Pujol, cosa que aún hoy hace mucha gracia en Catalunya y ha originado diversos gags televisivos, es otra genialidad que es más bien atribuible al destino). La llegada del remake, que parece exactamente igual que esta película pero con diferentes actores y sin viajes a Marte, ha traído algo muy positivo: se ha anunciado la aparición de una edición especial en Blu-ray para finales de julio, con todo el material de la edición especial en DVD americana y la imagen restaurada, que vendría a sustituir la pobre edición actual (con una calidad de imagen semejante a la del DVD y sin apenas extras, por eso no hice el cambio), que esta edición (llamada Mind-Bending Edition o Ultimate Rekall Edition dependiendo de si es la edición americana o la inglesa, respectivamente) llegue a nuestro país ya es otra cosa, pero por suerte se puede comprar por Internet en los lugares habituales (o pre-ordenar, como ya he hecho).
Monumental desastre estrenado en 1995, Showgirls de Paul Verhoeven es una de esas películas tan desastrosas que uno se pregunta cómo demonios llegó a estrenarse en cines. Uno de los principales culpables es Joe Eszterhas, mediocre guionista que obviamente se convirtió en uno de los más influyentes y bien pagados de Hollywood, aunque tras Showgirls poco a poco ha ido desapareciendo del mapa.
Otra que desapareció del mapa fue su protagonista Elizabeth Berkley, que tras ganar cierta popularidad con la comedia juvenil televisiva Salvados por la campana (Saved by the Bell, 1989-1993) pensó que este film la convertiría en estrella, como le había pasado a Sharon Stone, que se convirtió en estrella con Instinto básico (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992) tras pasar los 80 apareciendo en series de TV y películas de serie B (en el mal sentido) sin pena ni gloria. De forma bastante injusta, se culpó a la Berkley (que tampoco es que sea Meryl Streep precisamente) del fracaso de la cinta (no al guion o la dirección o el diseño de producción) y se vio relegada a papeles televisivos, películas directas a vídeo y algún pequeño papel en el cine.
¿Y Paul Verhoeven? Bueno, Verhoeven se recuperó bastante rápido del desastre dirigiendo la fantástica sátira espacial Starship Troopers (Las brigadas del espacio) (Starship Troopers, 1997).
En su momento la película fue un fracaso de taquilla. En Estados Unidos fracasó no sólo por la "calidad alternativa" de la cinta, además recibió un NC-17 como calificación lo que prácticamente ya hacía seguro que (casi) nadie fuera a verla. La película luego ganó unos cuantos Razzies, los llamados anti-Oscar que a su modo son tan esnobs y conservadores como lo son los Oscar, premios que la MGM utilizó como parte de una campaña para convertir Showgirls en una película de culto, que la gente fuese a verla para reírse en plan "es tan malo que es bueno". También fracasó esta campaña, pero es cierto que con el tiempo la película se ha convertido en un film de culto, a juzgar por la cantidad de dinero que ha hecho en el mercado doméstico en alquileres y venta de videos y DVDs y ha generado una parodia/secuela: Showgirls 2: Penny's from Heaven (Rena Riffel, 2011).
La película acumula demasiados despropósitos para ser aburrida. Los increíblemente horteras números musicales, los horribles diálogos, las ridículas escenas, el desarrollo torpe... Todo esto más el toque "brutote" de Verhoeven contribuye a convertirla en una descacharrante comedia involuntaria. Hasta las escenas de sexo, que se supone son el fuerte de Verhoeven aparte de la ultraviolencia, resultan cutres y, por tanto, divertidas. Tampoco podemos olvidarnos de los esfuerzos de Verhoeven en darle un toque satírico al film. Sin embargo, la sátira queda diluida en el despropósito general.
Frases como "todo el mundo tiene sida y mierdas", la violación y el plano de las consecuencias siguiente, la escena de sexo en la piscina o la escena de la menstruación provocan en el espectador carcajadas como pocas comedias lo logran. Verhoeven se mantuvo muy fiel al guion, ni siquiera permitía improvisaciones por parte de los actores, así que el mérito de este desastre se lo reparten Eszterhas y Verhoeven. No sé como mezclar un plagio de Eva al desnudo (All About Eve, Jospeh L. Mankiewicz, 1950) con un film de rape and revenge más la típica moralina hollywoodiense a alguien le pareció buena idea, pero podría haber dado una buena película. Sin embargo, gracias al "talento" de Eszterhas, tenemos una monumental película basura kitsch de la que nos podemos reir.
Este Paul Verhoeven es un cachondo. Algo molesto por los críticos que decían que su película Eric, oficial de la reina (Soldat van Oranje, 1977) era superficial, decidió hacer una película que desbordase sustancia, significados ocultos y simbolismo: El cuarto hombre (De vierde man, 1983). Y funcionó, los críticos elogiaron esta producción mientras Verhoeven se reía en casa.
Verhoeven y Gerard Soeteman adaptaron una novela breve de Gerard Reve, el cual se puso a si mismo como protagonista de la misma. El resultado final es una película onírica, sobrecargada de simbolismo y referencias religiosas, que cuenta como Gerard Reve (Jeroen Krabbé), un escritor alcohólico propenso a sufrir alucinaciones, es invitado a dar una conferencia en un pueblo. Tras la conferencia, Reve se queda en casa de Christine Halsslag (Renée Soutendijk), a la cual seduce. Reve decide quedarse en casa de Christine con la intención de seducir también al novio de ésta, Herman (Thom Hoffman), al tiempo que sufre continuas y extrañas alucinaciones que parecen prevenirlo de futuros acontecimientos.
La razón por la que esta película funciona, resultando muy entretenida y divertida de ver, es que Verhoeven nos plantea una trama sencilla y fácil de seguir de manera que uno puede concentrarse en detectar las diferentes referencias y desentrañar el significado de las diferentes alucinaciones y sueños sin que por ello se pierda el hilo de la trama. Usando sus palabras, Verhoeven presenta la película al espectador como un juego que consiste en descifrar los códigos que se le presentan a Reve.
La mayoría de estas referencias son bíblicas, con especial énfasis en la historia de Sansón y Dalila, y otras se basan más en representaciones de la trama de la película, pero todas tienen sentido y significado: aquí no hay lugar para la rareza por la rareza a la David Lynch. No hay nada gratuito y todo tiene una razón de ser detrás, encajando a la perfección al final. El simbolismo empieza en los títulos de crédito iniciales, en los que vemos a una araña tejiendo su telaraña alrededor de un crucifijo, y a partir de ahí se van presentando de forma nada sutil las pistas, los símbolos y los sueños. Presentados estos con una estupenda banda sonora cortesía de Loek Dikker.
Dejando de lado el aspecto onírico y simbólico, esta película resulta interesante dentro de la carrera de Paul Verhoeven por dos razones: la primera es que fue la última que rodó en Holanda. A esta película le siguió la coproducción internacional Los señores del acero (Flesh + Blood, 1985) y de ahí a Hollywood. Sin embargo, ahora ha regresado a Holanda y sus últimas películas son producciones europeas.
La segunda es que trata un tema muy querido por Verhoeven: la femme fatale. Es un tema que ha tratado en dos ocasiones: El cuarto hombre e Instinto Básico (Basic Instinct, 1992). Según cuenta Verhoeven en el audiocomentario del DVD, él ve Instinto Básico como una continuación de El cuarto hombre. Ambas películas comparten también una imaginería común en la cual se mezcla sexo y muerte. Grandes dosis de erotismo acompañados de imágenes sangrientas y violentas, Eros y Tánatos en toda su gloria.
La mezcla entre cine negro y de suspense con simbolismo y narrativa onírica hace de El cuarto hombre una película hipnótica y fascinante. Una película que exige más de un visionado, para poder comprobar la precisión matemática con la que Verhoeven construye su película (no por nada, Verhoeven tiene una licenciatura universitaria en física y matemáticas) y disfrutar de la belleza plástica de sus imágenes. Para la construcción de estas imágenes hay que tener en cuenta el trabajo de Jan de Bont, excelente director de fotografía aunque no muy buen director de cine.
Os invito a ver la película, en caso de que no lo hayáis hecho ya, y disfrutarla como juego cinematográfico y embriagadora película.
Ayer, en el número de este mes de la revista Qué leer, encontré un interesante artículo sobre Robert A. Heinlein y sus casi esquizofrénicas ideas políticas. En el artículo se hacía énfasis en las contradictorias tendencias que mostraba Heinlein en público, muy conservadoras, especialmente hacia los años 60, y las que aparecían en sus libros, que eran muy progresistas. Para ello usaba como ejemplo dos novelas que, por fortuna, había leído.
Forastero en tierra extraña de Robert A. Heinlein es una divertida, satírica e iconoclasta novela de ciencia-ficción que en el momento de su publicación, en 1961, fue tremendamente polémica por las situaciones que aparecen en él, donde se daba rienda suelta al amor libre y la apertura mental trascendente. Fue un gran éxito dentro de la contracultura y se acabaría convirtiendo en el libro de cabecera del movimiento hippie que surgió al cabo de unos años, que haría realidad algunos de los conceptos inventados por Heinlein en la novela. A pesar de su extensión en la versión íntegra (879 páginas en mi edición de Plaza y Janés, que incluye un prefacio de Virginia Heinlein y un posfacio sobre la edición española a cargo de Domingo Santos), la novela se lee bastante rápido gracias a lo divertida y surrealista que resulta esta historia sobre un ser humano criado por marcianos que regresa a la Tierra cual Jesucristo psicodélico.
Forastero me gustó tanto que inmediatamente rebusqué en una colección de libros de ciencia-ficción que tenían mis padres otra novela de Heinlein que me sonaba haber visto entre una novela de Arthur C. Clarke y otra de Isaac Asimov. La novela en cuestión era Tropas del espacio. Me puse a leerla con ganas, pero al cabo de poco tiempo la abandoné. Me costaba creer que la misma persona había escrito ambas novelas, ya que Tropas del espacio era un panfleto militarista que exaltaba las virtudes de la vida castrense y abogaba por una sociedad espartana militarizada.
Cuando se estrenó Staship Troopers (1997) de Paul Verhoeven y fui al cine a verla me llevé la agradable sorpresa de descubrir que Paul Verhoeven y Ed Neumeier habían convertido la película en una sátira salvaje. Habían hecho en el cine lo que me esperaba encontrar cuando intenté leer la novela original.
En 1987, Verhoeven y Neumeier ya habían trabajado juntos dando a luz a Robocop. Lo interesante de esta película, y que cogió por sorpresa a la crítica seria que empezó a alabar la película, fue que más allá de la historia de un cyborg policía, que Vehoeven había visionado como la historia de un Jesucristo del futuro que muere y renace para salvarnos, la película era un sátira cargada de humor negro sobre la América de Reagan.
Es este aspecto satírico y de crítica social lo que eleva Robocop por encima de otras películas del estilo que suele estrenar Hollywood. A la gente le sorprendió la profundidad de un film titulado Robocop -robopolicía o policía robot- ya que, por los típicos prejuicios en contra de la ciencia-ficción y las historias de bajo presupuesto, se esperaban otra cosa.
El hecho que el estudio propietario de los derechos de Robocop lo acabase convirtiendo en esa "otra cosa" a base de secuelas y series de televisión ya es otro asunto bien diferente.
El caso es que diez años más tarde los mismos (ir)responsables nos ofrecieron Starship Troopers. Verhoeven explica, en el audiocomentario que incluye la edición especial, que uno de los objetivos a la hora de hacer la película era tratar como, dadas las circunstancias adecuadas, todo el mundo se podía acabar convirtiendo en un fascista. Para ello escogió a una serie de jóvenes y sanotes actores y actrices que, al principio de la película, actúan como los típicos adolescentes de una película de instituto y los acaba convirtiendo en unos alegres matainsectos y devotos militares.
Gran parte del contenido satírico nos lo ofrece Verhoeven a través de unos fantásticos anuncios televisivos, que remiten a los que ya aparecían en Robocop, en los cuales se parodia la propaganda militar. Es de notar que, por ejemplo, el uso del término bug -bicho- referido en la película a las arañas espaciales es una alusión a la propaganda militar americana de los años 50, que utilizaba el mismo término para referirse a los coreanos durante la guerra de Corea.
Verhoeven escoge también el camino difícil a la hora de presentar su crítica social ya que, en su representación de la sociedad fascista del futuro, no incluye voces disidentes dentro de la película. Es decir, es muy fácil crear una sociedad distópica y poner dentro personajes que digan: "¡esto está mal!". Sin embargo, resulta más interesante crear una sociedad fascista en la cual todo el mundo es feliz y en la cual es el espectador, por contraste con su propia realidad, el que determina lo que está mal en ese mundo sin tener a nadie que señale con el dedo los puntos oscuros.
Por supuesto, al no tener ningún personaje diciendo en voz alta el mensaje de la película, muchos fueron demasiado miopes para darse cuenta de lo que hacía Verhoeven e interpretaron el film de manera literal. Es decir, no supieron ver que se trataba de una sátira y pensaron que Verhoeven hacía en serio la película.
Los que no supieron interpretar que todo era una sátira forman el grueso de los detractores de la película, todos aquellos que no supieron captar el chiste y acusaron a Verhoeven de fascista.
Hace un tiempo, cada vez que veía la película, se me hacía difícil de creer que hubiera personas que no supieran ver el humor negro y la sátira y pensaran que todo era en serio. ¿Cómo no se habían dado cuenta, si todo el tono de la película es tremendamente exagerado y paródico?
Y entonces el destino quiso que me encontrara en una situación parecida a la que se encontró Verhoeven con Starship Troopers. Cuando empecé a estudiar en la Universidad de Barcelona, una de las asignaturas que tenía que hacer era Llengua Catalana I. Una de las pruebas para aprobar el examen de la asignatura consistía en escribir una argumentación sobre un tema propuesto por el profesor en el momento que nos examináramos. El profesor propuso como tema el racismo y la inmigración. Muy bien, fácil. Escribí la argumentación, terminé el examen y me olvidé de todo el tema.
Un año más tarde, una amiga se matriculó en Llengua Catalana I y, mientras comentaba la asignatura que yo ya había hecho, me pasó la guía para los estudiantes que habían preparado. Y cual fue mi sorpresa al descubrir la argumentación que yo había escrito el año anterior como ejemplo. Muy contento, le pedí a mi amiga que me avisara cuando fueran a comentarla ya que tenía curiosidad por ver que explicaba la profesora y que comentaban los alumnos.
Je. Al principio todo parece una buena idea.
El día del comentario llegó y me senté junto a mi amiga, con una mezcla de curiosidad y anticipación. Sin embargo, cuando la profesora preguntó que pensaban los alumnos que decía la argumentación, me entraron ganas de salir discretamente de la clase.
Volviendo a un año antes, cuando me estaba examinando, pensé que la mayoría de la gente haría la típica "el racismo es malo/inmigración otras culturas bueno", de la cual el profesor leería cuarenta variaciones diferentes. Así que pensé que estaría bien, para destacar y que me pusiese mejor nota, hacer algo diferente. Y lo que hice fue una parodia del típico empresario burgués racista, un texto en clave irónica con el cual me burlaba de la hipocresía del típico "yo no soy racista pero..." que suena justo antes de algo tremendamente racista.
Un año más tarde empecé a oír como varios alumnos calificaban al autor de esa argumentación, es decir: a mí, de racista, facha y muchas cosas más. La profesora aclaró que se trataba de un texto irónico, y empezó a explicar cosas de la estructura del texto y como estaba construido -sobre las cuales yo no había reflexionado, ya que soy un escritor más bien interno y las estructuras y demás cosas me salen innatas- y, siendo justo, varios alumnos sí captaron que se trataba de un texto irónico. Pero, vaya, me quedé algo preocupado de la cantidad que había sido incapaz de reconocer un tono de exagerada ironía. Creo que se podría deber a los propios prejuicios de esas personas hacia los personajes que yo parodiaba.
El caso es que, Verhoeven, te entiendo, macho. Que yo también he pasado por eso. Y que yo sepa, mi argumentación sigue en la guía del estudiante como ejemplo de buena redacción (y que nadie me corrija, por favor).
Volviendo a la película, es de destacar, no sólo el ingenio y el estupendo despliegue de humor negro del que hace gala, también que los estupendos efectos especiales se mantienen muy bien y resultan muy creíbles. Lo digo porque vistos actualmente, muchos efectos infográficos de los 90 cantan bastante en la actualidad debido a los avances que se han hecho en ese campo. No Starship Troopers, que se mantiene, como digo, en perfecto estado de revista.
Nada más. He dado por supuesto que la habíais visto, en caso contrario, ya sabéis que hacer este fin de semana.
Y las secuelas no las comento porque no las he visto.
Y leer un poquito también, maldita sea. Que mi madre dice que ver demasiadas películas te pudre el cerebro.
Los señores del acero (Flesh + Blood, 1985) fue la película puente entre la primera etapa europea de Paul Verhoeven y el inicio de su carrera en Estados Unidos. Filmada en régimen de coproducción entre Estados Unidos, Holanda y España, esta película es una visión extremadamente realista de como era la vida en Europa en el siglo XVI. Un retrato oscuro y cínico de la naturaleza humana, donde lo único que importa es sobrevivir.
La película mantiene las dosis de sexo y violencia habituales en el cine de Verhoeven, además de añadir ambigüedad moral a todos los personajes. No hay una clara línea que separe a los héroes de los villanos, todos actúan según el momento para salir bien parados y conseguir lo que quieren. El ejemplo máximo de ello es Agnes, el personaje que interpreta Jennifer Jason Leigh. Una vez se ve atrapada en el grupo de bandidos de Martin (Rutger Hauer), vemos como utiliza todas las armas a su disposición para sobrevivir. Crea una relación con Martin, que al principio es fingida pero poco a poco se va haciendo real, al mismo tiempo que no pierde de vista a su joven prometido Steven (Tom Burlinson) de cara a un posible rescate. Martin, a su vez, manipula a sus compañeros para poder mantener una relación con Agnes que no entre en conflicto con su estilo de vida. Martin y su banda no son malvados salvajes que deciden secuestrar a una doncella para su rescate, reaccionan al hecho de ser traicionados y robados por el noble Arnolfini (Fernando Hilbeck), padre de Steven. Y podríamos seguir así con todos los personajes. En toda la película sólo aparecen dos relaciones de amor desinteresado y leal: la pareja homosexual que forman Miel y Orbec (Simón Andreu y Bruno Kirby, respectivamente) y la de un niño y su madre.
Verhoeven, al igual que hizo en Robocop, traza paralelismos entre la sociedad que representa en su película y la nuestra. Los nobles en Los señores del acero actúan como capitalistas; la iglesia es representada por el personaje Cardenal (Ronald Lacey), que no duda en matar para mantener el poder y es usado como una metáfora de la actitud de la iglesia católica a lo largo de la historia. Verhoeven usó como inspiración para la banda de Martin a los primeros movimientos anabaptistas que formaron una especie de protocomunismo en el siglo XVI y que fueron perseguidos exterminados por la iglesia católica y los protestantes. Un retrato bastante idealizado de ellos aparece en la novela Q del colectivo intelectual Luther Bissette.
Encontramos otros paralelismos entre esta película de Verhoeven y la posterior Robocop, aparte de la crítica social. En Flesh + Blood tenemos una escena en la que un personaje protagonista, Steven, es torturado mientras se burlan de él que es muy parecida a la sufrida por el personaje de Peter Weller, Murphy, que lo lleva a ser elegido para convertirse en Robocop. En el caso de Robocop, Verhoeven lo relaciona con el calvario de Jesucristo y su resurreción. En el caso de la película que nos ocupa es otra manera de mostrar la poca importancia que se le daba a la violencia. Ya sea matando a alguien o violando mujeres, eran hechos que formaban parte de la vida cotidiana.
Verhoeven califica su película de nietzscheana y apocalíptica. Ciertamente, vista hoy día, después de todas las idealizaciones fantásticas que hemos visto de esa época, resulta una película muy cruda y chocante. Que es precisamente por lo que me gusta.
Un último detalle. La música de Los señores del acero fue compuesta por Basil Poledouris. Verhoeven lo escogió después de ver la película Conan el Bárbaro (Conan the Barbarian, 1982), la excelente versión que hizo John Milius del personaje de Robert E. Howard, para la que Poledouris también compuso la música. Verhoeven es un gran fan de esta película. Se nota la influencia de Conan el Bárbaro en Los señores del acero, no sólo por la violencia sino también por la sociedad brutal que representa. Si se puede, es recomendable ver las dos películas seguidas.