La primera vez que vi La fosa común (Graveyard Shift, Ralph S. Singleton, 1990), basada en el relato de Stephen King "El último turno" que aparecía en su antología El umbral de la noche, no me impresionó demasiado si he de ser sincero. Tampoco ayudó a su causa que se estrenara entre tremendas adaptaciones de novelas de King como fueron El cementerio viviente (Pet Sematary, Mary Lambert, 1989) y Misery (Rob Reiner, 1990). Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y la iba revisitando, La fosa común fue ganando interés, descubriendo cosas en ella de adulto que no había sido capaz de ver de niño.
Curiosamente, Graveyard Shift nació en el set de El cementerio viviente. En la película de Mary Lambert trabajaba Ralph S. Singleton como uno de los productores. Allí se le acercó William J. Dunn para proponerle trabajar en otra adaptación de un relato de King del que tenía los derechos. Singleton no se lo pensó demasiado y le presentó el proyecto a la Paramount con la intención de tenerla lista para la temporada de Halloween. El proyecto se produjo muy rápido, sobre todo gracias a que ya existía un guion escrito por John Esposito listo.
El guion de Esposito hace un buen trabajo expandiendo el relato original para que llene la hora y media que dura la película. El relato de King, que a opinión personal tiene algo de influencia de El testimonio de Randolph Carter, es bastante oscuro y pesimista, tal vez debido a la experiencia de King trabajando en una fábrica textil. El film no es tan nihilista y contiene algo más de humor, por ejemplo en una escena se ve a un personaje leyendo lo que parece una novelización de Ben (Phil Karlson, 1972) (una película de venganza con ratas), pero la trama central es la misma. En la fábrica textil Bachman tienen un serio problema de infestación de ratas. Tras un accidente que puede que provoque el cierre la fábrica, el capataz Warwick (Stephen Macht) decide crear una unidad que haga limpieza del sótano durante el fin de semana del cuatro de julio para evitar el cierre. Entre los escogidos se encuentra John Hall (David Andrews), recién llegado al pueblo y que no tarda en ganarse la enemistad de Warwick. Luchando contra las ratas se encuentra también un exterminador (Brad Dourif) que se toma muy a pecho su trabajo. Lo que ninguno sospecha es que lo que ha provocado los accidentes y las muertes en la fábrica no son las ratas, sino una criatura que se ha erigido en su líder.
El aspecto principal a destacar de la película es su homenaje a las películas de monstruos de serie B de los 50. La década de los 90 del siglo XX es una época en la que el cine de terror se veía con desprecio tras los excesos de los 80. Es el momento en que se empieza a utilizar la expresión "thriller psicológico" para evitar decir "película de terror", pero es de apreciar que esta película se muestra orgullosa de sus raíces de género. También ayuda el sólido reparto que da vida a los personajes, como Stephen Macht, David Andrews, Kelly Wolf y Andrew Divoff en uno de sus primeros papeles. Por supuesto, quién destaca es Brad Dourif como el exterminador, un personaje creado para la película y que es una adición brillante gracias al trabajo de Dourif. El actor lo da todo para un personaje que, en otras manos, podría haber resultado ridículo.
Entrelazado entre trama terrorífica el guion incluye alegorías sociales y sobre el mundo laboral, dando soporte a una muy buena caracterización de los personajes. Esta conjunción de sólido guion, reparto y dirección ha conseguido que, a pesar de no ser muy apreciada en su día, La fosa común se haya mantenido como una notable película de terror que tiene más que ofrecer de lo que parece a primera vista. Además, cuando arranca una película y su título empieza a derramarse como sangre es que vale la pena verla.