9 jul 2021

Furia homicida (Fango caliente) (Fango bollente/Savage Three)


 

Delante de un film tan potente como Furia homicida (Fango caliente) (Fango bollente aka Savage Three, Vittorio Salerno, 1975) se pueden experimentar emociones contradictorias. Creado en unas específicas circunstancias sociales en la década de los 70 en Italia, resulta impresionante por como sigue siendo vigente hoy día y resulta también terrible porque sigue siendo vigente hoy día.

Ovidio (Joe Dallesandro), Giacomo (Gianfranco de Grassi) y Pepe (Guido de Carli) son tres amigos que trabajan en una compañía que se dedica a recopilar datos y conducir experimentos informáticos. Cansados y aburridos, empiezan a cometer actos aleatorios de violencia que van subiendo de intensidad, hasta que se de dedican a matar y violar sin motivo. El inspector Santagà (Enrico Maria Salerno) es el único que sospecha que los crímenes están relacionados y ve resolver el caso como una oportunidad de redimirse por sus fallos del pasado.

La década de los 70 en Italia se conoce como "los años de plomo" por el ambiente violento que se vivía en el país. La criminalidad relacionada con las mafias subía de intensidad y grupos de ideología extrema, tanto de izquierda como derecha, cometían atentados terroristas buscando dominar el país mediante el terror. No es de extrañar que esta sea la década en la que dos géneros tan violentos como el giallo y el poliziottescho dominasen las pantallas. El poliziottescho, una especie de thriller policíaco de acción a la italiana, se inspiraba en ocasiones en crímenes y sucesos reales acontecidos en Italia. El director Vittorio Salerno llevaba tiempo fascinado por los crímenes pasionales sin motivo que empezaba a proliferar cada vez más en Italia. Un caso en particular fue el que acabó inspirando Furia homicida: un gris oficinista conducía tranquilamente hasta que un camión le cortó el paso. La respuesta del oficinista a los insultos del camionero fue bajarse del coche sin mediar palabra y clavarle un destornillador en el estómago al conductor del camión.

El director parece sugerir en su película que la raíz de estos crímenes se encuentra en una sociedad cada vez más desensitivizada, hacinados en los centros urbanos los ciudadanos no tienen otra salida que la violencia para deshacerse de la frustración que provoca sentirse desgraciado en un estilo de vida que se supone ha de proporcionar la felicidad. Los tres protagonistas viven vidas que, a primera vista, parecen ideales, con un buen trabajo que les permite una vida más o menos acomodada. Sin embargo, Ovidio, un excelente Joe Dallesandro, se encuentra atrapado en un matrimonio sin amor, ligado a una mujer, Alba a la que da vida Martine Brochard, que no duda en ofrecer favores sexuales a su jefe para satisfacer sus ambiciones económicas y sociales. Pepe se ve atrapado en una casa que ha sido tomada por su extensa familia sin intimidad. Giacomo pasa las noches escuchando las continuas peleas de sus vecinos, que le impiden concentrarse en su trabajo. Además, el espacio en que trabajan es poco más que una jaula, como lo define Ovidio en una escena, y les hace sentir más atrapados y agobiados. Cuando un día inician una pelea en un campo de fútbol que desemboca en un enorme tumulto es la primera vez que se les ve felices. Que salgan indemnes de sus siguientes crímenes no hace más que animarlos a que estos vayan subiendo en intensidad y en violencia.

La razón principal por la que estos tres depravados son capaces de mantener su reino de terror es que la policía se deja guiar por sus prejuicios a la hora de atribuir las culpas. No es hasta que la mujer de un ministro es asesinada que no encuentran una auténtica motivación para actúar y escuchar a la única voz de la razón en toda la película, la del inspector Santagà. Santagà se encuentra ocupando un puesto tras un escritorio después de ser degradado de su puesto original en la patrulla criminal. Resulta significativo que la razón por la que Santagà se ha convertido en un apestado es, precisamente, por el uso excesivo de fuerza en la detención de un sospechoso, provocando la muerte de este. Es como si, tras este crimen, Santagà se hubiese visto purgado de su propia violencia, lo que hace que sea capaz de ver con perspectiva lo que sucede.

Es inevitable, y triste, encontrar paralelismos entre la sociedad que nos muestra esta película y el actual ambiente social del 2021. Los crímenes de odio aumentan y los extremismos son tratados con permisividad, contribuyendo a que el ambiente se vea cada vez más enrarecido. Pero es también el talento del director y guionista y el excelente reparto el que hacen de este un film potente, absorbente y sobresaliente.

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