25 ene 2023

Pesadilla en Canyonland (Nightmare at Noon)

 

Un pueblo pacífico en el que nunca pasa nada ve su población, de repente, transformada en una horda de maníacos asesinos con solo unos pocos supervivientes. ¿Te resulta familiar? Debería, ha sido un argumento utilizado en diversas películas. Uno de los títulos más notables de este subgénero fue dirigido por el autor de culto Nico Mastorakis: Pesadilla en Canyonland (Nightmare at Noon, 1988).

El abogado Ken Griffiths (Wings Hauser) y su esposa Cheri (Kimberly Beck) se encuentran de vacaciones, recorriendo el país en autocaravana. En el camino recogen a un autoestopista: Reilly (Bo Hopkins), que también está de viaje aunque por otros motivos que poco tienen que ver con el ocio. El grupo llega a la aparentemente tranquila ciudad de Canyonland, justo cuando muchos de sus habitantes empiezan a actuar como locos asesinos. El sheriff Hanks (George Kennedy) intenta averiguar qué ha sucedido para que gente que conoce de toda la vida se hayan convertido en maníacos sangrientos, con la ayuda de su hija policía Julia (Kimberly Ross). Lo que ninguno de ellos sabe es que un misterioso personaje (Brion James) ha introducido en el agua una sustancia que está transformando a la población, anotando y observando las distintas reacciones que provoca, a la vez que ha incomunicado y aislado el pueblo del resto del país.

Típicamente, este tipo de historias se enfocan hacia el terror y la angustia paranoide. Experimentos fallidos de un gobierno desalmado y la explotación de tabúes, como hizo George A. Romero en Los crazies (The Crazies, 1973), son la norma. Lo que hace destacar la película de Mastorakis es que, en lugar de adoptar un tono más alineado con el terror como hacen el resto de títulos con historias parecidas, opta por inclinarse más hacia realizar con thriller de acción, con suficientes tiroteos y explosiones como para ponérsela dura a Michael Bay.

Una decisión muy acertada, ya que junto a los homenajes al western (el personaje de Bo Hopkins está inspirado en los vaqueros solitarios que llegaban a un pueblo, se cargaban al malo y seguían camino), hace que Nightmare at Noon resulte en un film tremendamente entretenido, exprimiendo al máximo sus 96 minutos eliminando cualquier momento aburrido o innecesario.

Otra gran baza del film la encontramos en su reparto, llena de nombres familiares para los aficionados al cine de género. Bo Hopkins interpreta a su habitual héroe lacónico, un buen contraste para el energético Wings Hauser como siempre memorable, aunque fuera por ir dopado ya que según Mastorakis en aquella época Hauser tenía problemas de adicción a la cocaína. George Kennedy era un veterano que, como siempre, ofrecía una sólida interpretación y Brion James era otro veterano que siempre cumplía. Las dos Kimberlys que protagonizan el film resultarán también familiares, Beck fue la final girl en la cuarta entrega de la saga Viernes 13 y Ross fue una de las víctimas de Pumpkinhead en Pacto de sangre (Pumpkinhead, Stan Winston, 1988).

Mastorakis, a pesar de contar con un presupuesto más bien modesto, creó un entretenido film que logra presentar un argumento bastante familiar de forma fresca que parece hecho con mucho más dinero del realmente empleado. Un título muy recomendado.

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