Como aficionado al cine de terror veo muchas, muchas, pero que muchas, pelis de terror. Sin embargo, es raro que alguna de esas películas me de miedo, aunque me gusten mucho. Pero, de vez en cuando, tropiezo con una película que se me mete debajo la piel y consigue inquietarme y asustarme. Noroi: La maldición (Noroi, Kôji Shiraisi, 2005) es una de esas películas.
Masafumi Kobayashi (Jin Muraki) es un prestigioso periodista especializado en temas paranormales. Su último documental, Noroi, es considerado demasiado perturbador y se evita que se emita en televisión. Unos días después, la casa de Kobayashi es destruida en un incendio y se encuentra el cadáver carbonizado de su esposa Keiko (Miyoko Hanai) dentro, pero no hay rastro del periodista. Ha desaparecido misteriosamente. Tras la explicación de estos hechos, se nos muestra el documental Noroi.
Los más avispados ya os habréis dado cuenta de que Noroi es un falso documental. Hoy día se mete dentro del mismo saco las películas found footage con los falsos documentales, o mockumentary, pero para mí son bastante distintos. La diferencia está en que el falso documental es más elaborado y permite narraciones más complejas que el found footage, que debido a las normas que debe seguir cuenta historias necesariamente más simples. Esto no es una crítica ni tampoco quiero decir que uno es peor o mejor que el otro. Simplemente recalcar que, aunque ambas intentar pasar como cierto y real algo falso, tienen códigos y normas algo distintos. La historia de Noroi es demasiado compleja como para contarla al estilo de El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999), sin que eso sea un demérito de este clásico.
La historia de Noroi es clásico terror cósmico. Despliega un relato al estilo H. P. Lovecraft, con un investigador que, sin darse cuenta, descubre una presencia aterradora más allá de la comprensión humana, con personajes enloquecidos por esa presencia como es de rigor. Todo arranca con la investigación por parte de Kobayashi de unos ruidos misteriosos, un típico caso paranormal, que poco a poco va creciendo. Diversos personajes se introducen y hechos aparentemente sin conexión se van sucediendo hasta que todo empieza a encajar. El director Kôji Shiraisi va desplegando su historia como una telaraña en la que el espectador se ve atrapado.
Shiraisi utiliza diversos medios para dar cuerpo a su historia. Por ejemplo, fragmentos de programas y personajes populares en Japón que se interpretan a si mismos, como una de las protagonistas, la actriz Marika Matsumoto. Unos referentes desconocidos para el público occidental, pero, a pesar de ello, la película funciona porque la historia atrapa. El espectador sigue a Kobayashi en su viaje desentrañando un misterio cada vez más inquietante, lo que es la clave para que la película funcione. Llega un punto en el que, como Kobayashi, uno quiere saber cómo encaja todo.
Noroi no utiliza sustos falsos ni momentos estridentes para crear miedo. El director va sumando hechos inquietantes para crear una atmósfera de terror, como hicieron en su día los mejores clásicos del J-Horror. Por desgracia, Noroi se estrenó cuando la fiebre J-Horror estaba cayendo, debido al cansancio del espectador por las películas que abusaban de los mismos trucos una y otra vez. También se estrenó antes de que Paranormal Activity (Oren Peli, 2007) volviera a poner de moda el found footage (sobra decir que Noroi le da un millón de vueltas a Paranormal Activity). Así que quedó perdida durante años. Algo que sirvió para que su reputación fuera aumentando, adquiriendo fama de película maldita.
Noroi es una película de terror con todas las letras. Inquietante y perturbadora, uno de las mejores títulos dentro del género que ha producido Japón, o cualquier otro país.
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