Con Inquisición (1976) debutó Paul Naschy en la dirección, aunque para sus tareas como director usaba su verdadero nombre: Jacinto Molina, igual que hacía con los guiones. Este debut como director es el primero de diversos estudios sobre la miseria humana que haría Molina, aunque, esta vez, sin la coartada del género fantástico.
Ambientada en la Francia del siglo XVI, el film arranca con la llegada del inquisidor Bernard de Fossey (Naschy) y sus ayudantes a un pequeño pueblo de la campiña francesa. La llegada de estos inquisidores provocará que diversos pueblerinos los usen para llevar a cabo rencorosas venganzas, acusando en falso a aquellos a los que tienen manía, mientras la fe ciega de los inquisidores hace que cometan terribles barbaridades sobre personas inocentes. Por su parte, Bernard de Fossey se enamorará de la bella Catherine (Daniela Giordano). Catherine busca venganza por la muerte de su prometido Jean (Juan Luis Galiardo), lo que provocará que se una a un culto satánico.
Naschy nos muestra una población dominada por la superstición, la ignorancia y el fanatismo. Un mundo en el que no hay inocentes. Mientras los inquisidores torturan y matan inocentes, otros se hacen adeptos a la brujería y el satanismo llevados, irónicamente, por la misma ignorante superstición que domina a los inquisidores. Esto hace que, aunque sea un film "realista", con sangrientas escenas de torturas inquisitoriales, las ceremonias satánicas dan la oportunidad a Naschy de reflejar algo de la ambientación terrorífica que tanto dominaba.
Si bien en esta primera película la dirección de Naschy es algo floja e insegura en algunos momentos, su relato cargado de pesimismo existencial consigue mantener al espectador interesado. En un mundo como el actual cargado de sangrientos fanatismos, este es un film que resulta inesperadamente relevante, que nos hace reflexionar sobre la hipocresía y la crueldad que muchas veces encuentran refugio en la fe ciega.
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