24 nov 2020

La lengua asesina

 

Cuando era adolescente y todavía existían videoclubes, tenía la costumbre de dar vueltas por el barrio buscando rarezas y pelis de terror que todavía no hubiese visto, especialmente películas con un toque lovecraftiano. En una de estas búsquedas, en una tienda que vendía también discos de segunda mano además de alquilar películas, le pregunté al dependiente si tenía "pelis con monstruos con tentáculos", porque imaginaba que si decía "pelis con un toque lovecraftiano" no sabría de lo que estaba hablando. El dependiente me dijo "si te gustan las pelis con tentáculos, esta te gustará" y me señaló La lengua asesina (Alberto Sciamma, 1996). No era exactamente lo que me esperaba, pero me pareció... interesante.

Candy (Melinda Clark) está esperando que su novio Johnny (Jason Durr) salga de la cárcel cuando, accidentalmente, un pedazo de un meteorito acaba en su boca. El meteorita la transforma, provocando que su lengua se transforme en una criatura asesina con conciencia propia. Además, el metereorito transforma sus perros en cuatro personajes estereotípicos gays. Candy inicia una lucha contra su lengua mientras la trama se va complicando con diversos personajes, como el sádico jefe carcelero (Robert Englund) que busca hacerle la vida imposible a Johnny.

La lengua asesina apareció en un momento interesante del cine español. Durante la década de los 80 del siglo XX, se produjo una desconexión entre el cine español y el público español. El origen se encuentra en el deseo de hacer cine serio y de calidad, alejado del cine de la década anterior. Desde el Ministerio de Cultura se marcaba el tipo de cine que se tenía que hacer, buscando el prestigio y la satisfacción intelectual. Esto se tradujo, generalizando mucho, en que la mayoría de las producciones eran o comedias sobre la vida de los progres en Madrid o dramas con la Guerra Civil de fondo. Todavía se hacía alguna película notable, pero la desconexión que he mencionado era evidente. Esta tendencia empezó a cambiar con la llegada de los 90 y el estreno de grandes éxitos como Belle Êpoque (Fernando Trueba, 1992) y Acción mutante (Álex de la Iglesia, 1993). El estreno de Acción mutante fue particularmente significativo, ya que se trataba de una violenta comedia de ciencia ficción nada habitual en el cine que se hacía en aquella época en España. El éxito del debut de De la Iglesia hizo que el cine de género volviera a estar permitido y abrió las puertas a producir películas del mismo estilo y una renovación del cine español que se bautizó, sin mucha imaginación, Nuevo Cine Español.

Es en este ambiente que aparece La lengua asesina, una película que mezcla comedia con ciencia ficción y body horror, muy extravagante y pasada de vueltas, que hubiera sido impensable unos pocos años antes. El film hace gala de una estética muy, muy noventera, con diversos guiños a la estética americana de los años 50, que ayuda a crear el mundo de tebeo en el que la delirante historia transcurre. Algunos elementos del film no han envejecido bien, como los mencionados estereotipos gays o la banda sonora de Fangoria (que admito es un grupo que nunca me gustó), además de que en algunos tramos parece que no sabe cómo seguir la historia. Pero, en su mayor parte, es un film que sigue siendo bastante divertido, con una trama que hace diversos homenajes a clásicos del fantaterror como la genial Brain Damage (Frank Henenlotter, 1988).

La película fue una coproducción británico-española. Eso se tradujo en un excelente reparto en el que nos encontramos a dos leyendas del terror como son Robert Englund y Doug Bradley, así como a un jovencísimo Jonathan Rhys Meyers como uno de los caniches transformado en humano. Por supuesto, el film está dominado por la fantástica Melinda Clarke, que no se puede decir que no haya tenido una carrera entretenida. Por tanto, la película se rodó en inglés y, por alguna razón que desconozco, las producciones o coproducciones españolas rodadas en inglés suelen tener un doblaje terrible. Pero, al tratarse de un guion traducido al inglés concebido en castellano, los diálogos tienen más gracia en castellano. O la tendrían si no fuera por el terrible doblaje. Personalmente, siempre opto por la versión original, por las interpretaciones de los actores principales.

Aquellos que no conozcan la película se encontrarán con un producto muy de su época, con un estilo exagerado de tebeo que puede hacer que la odiéis o, si tenéis la sensibilidad adecuada para este tipo de bizarradas, la disfrutéis con ganas.

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