2 dic 2022

Jóvenes muertos (Dead Kids)


 

Desde que Ira Levin publicó en 1972 Las poseídas de Stepford y se estrenó su adaptación cinematográfica en 1975, se han estrenado suficientes películas en las que un mad doctor busca maneras de modificar/controlar la personalidad de mujeres y adolescentes para adecuarlas a los ideales de un tóxico patriarcado, que casi se puede considerar todo un subgénero, un híbrido en el que se mezclan ciencia ficción, terror y, en ocasiones, la sátira social. Uno de los más notables e interesantes ejemplos es Jóvenes muertos (Dead Kids, Michael Laughlin, 1981).

Extraños asesinatos empiezan a tener lugar en el típico pueblo en el que nunca pasa nada. El sheriff John Brady (Michael Murphy) sospecha que estos nuevos crímenes puedan estar relacionados con unos experimentos que llevó a cabo el doctor Le Sange (Arthur Dignam) hace unos años. Mientras, Pete Brady (Dan Shor), hijo del sheriff, se presenta como voluntario en la universidad para participar en unos experimentos que lleva a cabo la doctora Gwen Parkinson (Fiona Lewis), antigua socia del doctor Le Sange. Inevitablemente, ambas tramas se relacionarán de la forma más terrible.

Este fue el primer guion producido que escribió Bill Condon, futuro director y guionista de prestigiosas grandes producciones de Hollywood pero que aquí nos interesa más como director de Candyman 2 (Candyman: Farewell to the Flesh, 1995). Condon impregna el guion de pequeños guiños al género que el director Michael Laughlin plasmó sin perder el paso. Laughlin mostró una gran habilidad para crear una atmósfera inquietante, sugestiva, al tiempo que también introducía momentos de terror bastante gráficos, como la infame aguja en el ojo. Está claro que la extraña atmósfera hace que una escena propia de un musical en una fiesta adolescente no esté fuera de sitio con su historia de experimentos en busca de controlar mentes.

La película fue algo polémica en su Australia natal por el hecho de que el productor Antony I. Ginnane quiso hacer pasar la película por americana, contratando actores americanos y británicos para protagonizar el film. Aparte de eso, el film pasó bastante desapercibido en su día en las taquillas del mundo. No fue un fracaso pero tampoco un gran éxito. Con el tiempo su reputación ha ido creciendo, merecidamente. Aunque su historia no es muy original (y aún así fue prácticamente plagiada en Comportamiento perturbado [Disturbing Behavior, David Nutter, 1998]), su atmósfera y el buen reparto, con actrices de culto como Fiona Lewis, logran que el film siga siendo efectivo, interesante y entretenido.

2 comentarios:

Victor dijo...

Pues como siempre interesante tus propuestas. Tomo nota de esta cinta, y encima el añadido de venir desde ese país.
Un saludo

Raúl Calvo dijo...

Desde luego, durante esos tiempos en Australia se produjeron un buen número de interesantes títulos, de lo más loco a lo más artístico y las dos cosas. Un saludo.