26 may 2023

Pánico en el Tokio Express (Shinkansen daibakuha)

 

Alguien ha puesto una bomba en un tren bala japonés y exige un rescate para desactivarla ya que explotará si el tren rebaja la velocidad de trayecto a menos de 80 km/h. ¿Os resulta familiar? Bueno, los japoneses lo hicieron primero en Pánico en el Tokio Express (Shinkansen daibakuha, Jun'ya Satô, 1975).

Durante la década de los 70 del siglo XX los avances en efectos especiales contribuyeron a que se pusieran de moda las llamadas "películas de catástrofes". Con Irwin Allen como principal productor de estos títulos, eran películas con un numeroso reparto de estrellas, muchas de ellas ya veteranas, que utilizaban los efectos especiales para meter a los protagonistas en medio de terremotos, tormentas, barcos hundiéndose, edificios en llamas, zeppelines, montañas rusas y aviones en eterno peligro de explotar o ser explotados. Pánico en el Tokio Express empezó siendo la respuesta de Japón a este tipo de películas, un intento de llegar a los mercados internacionales para expandir el horizonte del cine japonés. Pero el director Jun'ya Satô, junto a los guionistas Ryûnosuke Ono y Sunao Sakagami, convirtió la película en algo más que una mezcla de thriller y cine de catástrofes.

Satô utiliza la historia para exponer los problemas sociales existentes en Japón tras finalizar el "boom" empresarial y constructor de la década de los 60. Unos problemas que resuenan con fuerza en el espectador actual, ya que son típicos de sociedades capitalistas donde ha triunfado el liberalismo. Para ello, nos introduce en el pasado de Tetsuo Okita, el líder de los criminales que ha colocado la bomba interpretado por la estrella japonesa Ken Takakura. El director se esfuerza en que entendamos las motivaciones de Tetsuo pero sin olvidar que es un criminal. Que la película se esfuerce en darle una mayor dimensión y que entendamos sus motivaciones no quiere decir que le tenga simpatía o se apoyen sus acciones. Los héroes de la función son Aoki, al que da vida otra estrella japonesa: Sonny Chiba, el maquinista del tren que no puede frenar, y el jefe de tránsito Kuromochi, interpretado por Utsui Ken, que debe lidiar con las amenazas terroristas y los juegos políticos del ministerio mientras cumple su juramento de poner a salvo la vida de los pasajeros. En la trama que afecta a Kuromochi, también el director explora otra problemática: los políticos que anteponen su bienestar al de las personas que se supone representan. De nuevo, algo que también resuena para el espectador actual.

Pero que no haya confusión. El enfoque de Satô añade drama y profundidad a la película, pero no deja de ser un tenso y trepidante thriller que no da un minuto de descanso al espectador. El director mantiene la emoción alternando entre los pasajeros cada vez más histéricos (aquí destacaría el oficinista que está tan desesperado por asistir a una reunión de negocios que es capaz de poner las vidas de todos en peligro, creo que hay otro comentario ahí) y la operación policial para dar caza a los criminales. La alternancia entre las distintas tramas y personajes se hace de manera muy efectiva, sin que se noten los 150 minutos que dura el film. De todos modos, distribuidores internacionales decidieron recortar la película para reducirla a unos 115 minutos. En este montaje, obviamente, se pierden todos los flashbacks hacia el pasado de Tetsuo que pasa a ser un simple villano nada distinto de otros villanos del género. En ambas versiones, el film fue un gran éxito, incluso teniendo en cuenta que cuando se estrenó el cine de catástrofes estaba ya de capa caída.

Aunque el espectador contemporáneo puede que no quede tan convencido por los efectos especiales como los espectadores de los años 70 (sin que eso quiera decir que no son excelentes), tanto la trama como el ritmo mantienen el film actual. Accesible tanto a los amantes del cine clásico como a los que simplemente quieran ver una película tremendamente entretenida.

0 comentarios: