19 oct 2020

Allan Quatermain y la maldición de la Cannon

 

Se dice que se es consciente del impacto que tuvo una película al estrenarse viendo la cantidad de imitadores que salen de la nada, intentando atraer al espectador con un producto que normalmente no llega a la calidad del original. La infame productora Cannon funcionaba así, intentando aprovechar éxitos, modas y tendencias de manera regular con resultados irregulares. Así que el éxito de las dos primeras aventuras de Indiana Jones llevó a Yoram Globus y Menahem Golan a intentar crear su propia franquicia aventurera. Y lo hicieron buceando en el propio ADN de Indiana Jones, así nació Las minas del rey Salomón (King Solomon's Mines, J. Lee Thompson, 1985).

Allan Quatermain es un aventurero creado por H. Rider Haggard en 1885, iniciando una serie de aventuras protagonizadas por Quatermain en África que no han envejecido bien debido a su visión colonialista. La primera de las aventuras de Allan Quatermain fue Las minas del rey Salomón, adaptada diversas veces al cine siendo la más famosa y lograda la clásica Las minas del rey Salomón (King Solomon's Mines, Compton Bennett, Andrew Marton, 1950), obvia influencia en la creación de Indiana Jones. La Cannon puso en marcha una nueva adaptación de la novela que, visualmente, procuraba imitar al máximo las películas de Steven Spielberg, pero con un presupuesto mucho, mucho más bajo.

Richard Chamberlain encarnó al aventurero Allan Quatermain con gran entusiasmo y verosimilitud, ya que lo veía como una manera de dejar atrás su imagen televisiva. A su lado, encontramos a una joven Sharon Stone como Jesse Huston, arqueóloga que contrata a Quatermain para que le ayude a encontrar a su padre. Stone fue contratada ya que Golan quería a Kathleen Turner, pero le dio el nombre que no era al director J. Lee Thompson. Cuando Golan se dio cuenta de lo que había hecho, le rebajó el sueldo a aquella desconocida Stone con la promesa de protagonizar la secuela. Así se puso en marcha también la secuela que se rodó al terminar el rodaje de Las minas del rey Solomón.

Como ya se ha señalado, el presupuesto de esta película era mucho menor que el de cualquiera de las dos aventuras de Indiana Jones estrenadas hasta entonces, lo que no impidió que intentasen emularlas copiando algunas escenas. Pero esta película se ganó su propia personalidad gracias al enfoque de la acción de Thompson y a un guion que estaba firmemente anclado en la comedia.

Así, entre la acción sin pausas y los continuos gags, la película se pasa muy rápido y divierte bastante. Es decir, si sois amantes de la chorrada, porque admito que mucho de los momentos que me hacen reír son bastante chorras. Pero ese también era el encanto de las producciones Cannon, que suplian calidad con diversión.

 

 

La secuela se puso en marcha de forma inmediata, así que ambas películas se filmaron consecutivamente. Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro (Allan Quatermain and the Lost City of Gold, Gary Nelson, 1986) se basaba en la novela de H. Rider Haggard Allan Quatermain y contaba de nuevo con Richard Chamberlain y Sharon Stone como protagonistas. Al parecer, Stone no era todavía la gran estrella de cine en que se acabaría convirtiendo, pero ya actuaba como una diva, ganándose la enemistad de todo el equipo en ambos rodajes. La actitud de Stone empeoró cuando se sumó al rodaje Cassandra Peterson, para interpretar a la reina Sorais, famosa por su personaje Elvira. Peterson era el perfecto opuesto de Stone, ganándose las simpatías inmediatamente de todo el equipo, haciendo gala del humor e ingenio con que dio vida a Elvira. Esto provocó que Stone hiciera todo lo posible por hacerle la vida imposible a Peterson, lo que culminó en una épica batalla entre ambas. Al reparto también se sumaron James Earl Jones y el gran Henry Silva interpretando, obviamente, al villano de la función.

Sharon Stone y Cassandra Peterson momentos antes de arrancarse los ojos mutuamente
La secuela se rodó con menos dinero aún que la primera entrega, así que no hay tanta acción y aventura como en la primera. Además el guion no era tan divertido como el de la primera. El resultado es un film que es más soso, sin ese ritmo constante que no daba un respiro de la entrega dirigida por J. Lee Thompsn. Eso no quiere decir que carezca de interés para el aficionado a la serie B más desmelanada. Por ejemplo, el mencionado reparto que incorpora nombres como el de Henry Silva y el de Cassandra Peterson. No me extraña que Stone le cogiera ojeriza a Peterson, ya que cada vez que aparece en pantalla se lleva toda la atención, haciendo que uno se olvide de que también corre por ahí la Stone. También está plagado de momentos absurdos, originados en la complicada producción y las escenas que quiso volver a rodar Menahem Golan. Al parecer, Golan confundió esta película con otra de las producciones que tenía en marcha la Cannon durante un pase del primer montaje y quiso cambiarlo todo al no entender lo que pasaba, así que la película sufrió por ello antes de que Golan admitiera su error.

Es cierto que Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro no es una buena película. De hecho, ninguna de las dos entregas lo es, pero eso no impide que sean divertidas y muy entretenidas, repletas de detalles que hacen que adquieran personalidad propia a pesar de ser obvias copias de las aventuras de Indiana Jones. Recomendadas para los amantes de la serie B y fans de la Cannon.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las dos son, verdaderamente, horribles.

Raúl Calvo dijo...

Horriblemente entretenidas, creo.