Navegando a través de los extras de la edición en Blu-ray 30 aniversario de Maniac (William Lustig, 1980). Me paro en la sección Maniac controversy, donde se recopilan fragmentos de informativos y documentales que tratan, informan, inciden en la polémica que se desató cuando se estrenó la película, en la que varios grupos moralistas intentaron boicotearla.
Es ahí que descubro un hecho fascinante (y cargado de no poca ironía): La líder y dirigente de uno de estos grupos que exigían que Maniac fuese prohibida y retirada de las pantallas por su horrible contenido fue detenida y condenada un año más tarde por ser cómplice en un asesinato. Un asesinato cometido antes de que se estrenase el film de William Lustig.
Es decir, que esta mujer estaba ahí protestando, boicoteando una película acusándola de ser violenta y enfermiza después de haber contribuido ella misma a cometer un asesinato. ¿No os parece increíble?
A mí es algo que en un principio me hizo mucha gracia. Fue una alegría después de horas de gente enfadada diciendo que todo aquel que ve películas de terror es un enfermo que odia las mujeres. Pero también me hizo reflexionar sobre los peligros de la hipocresía y de la represión.
Cuando digo "represión" me refiero, no sólo a la gente que intenta imponer sus ideas sobre los demás, también a la represión de las emociones. Emociones que creo pueden ser liberadas de forma inofensiva a través del cine y del arte en general.
Para mí el cine es principalmente una experiencia emocional. Es cierto que me acerco a algunas películas de manera intelectual, más académica, cosa que podéis comprobar leyendo algunos de los artículos aquí publicados. Pero esta vertiente intelectual es más bien secundaria. Lo principal para mí es que una película me provoque y me remueva por dentro, que me ofrezca experiencias que no viviré de ninguna otra forma.
Para cuando rompes con una chica (o un chico), para cuando estás deprimido o enfadado o angustiado. Hay cientos de películas que ayudan a canalizar las emociones en ocasiones incontrolables que forman parte de nuestra naturaleza.
Un poco de caos emocional de vez en cuando es hasta bueno, de todo se aprende, hasta de que te pisoteen el corazón. Y una película puede servir de espejo y de catalizador. Cualquier emoción reprimida, dijo uno de los padres del psicoanálisis (ahora no recuerdo cual), tiene la fea costumbre de resurgir convertida en algo peor. No reprimáis, soltaos un poco.
Es ahí que descubro un hecho fascinante (y cargado de no poca ironía): La líder y dirigente de uno de estos grupos que exigían que Maniac fuese prohibida y retirada de las pantallas por su horrible contenido fue detenida y condenada un año más tarde por ser cómplice en un asesinato. Un asesinato cometido antes de que se estrenase el film de William Lustig.
Es decir, que esta mujer estaba ahí protestando, boicoteando una película acusándola de ser violenta y enfermiza después de haber contribuido ella misma a cometer un asesinato. ¿No os parece increíble?
A mí es algo que en un principio me hizo mucha gracia. Fue una alegría después de horas de gente enfadada diciendo que todo aquel que ve películas de terror es un enfermo que odia las mujeres. Pero también me hizo reflexionar sobre los peligros de la hipocresía y de la represión.
Cuando digo "represión" me refiero, no sólo a la gente que intenta imponer sus ideas sobre los demás, también a la represión de las emociones. Emociones que creo pueden ser liberadas de forma inofensiva a través del cine y del arte en general.
Para mí el cine es principalmente una experiencia emocional. Es cierto que me acerco a algunas películas de manera intelectual, más académica, cosa que podéis comprobar leyendo algunos de los artículos aquí publicados. Pero esta vertiente intelectual es más bien secundaria. Lo principal para mí es que una película me provoque y me remueva por dentro, que me ofrezca experiencias que no viviré de ninguna otra forma.
Para cuando rompes con una chica (o un chico), para cuando estás deprimido o enfadado o angustiado. Hay cientos de películas que ayudan a canalizar las emociones en ocasiones incontrolables que forman parte de nuestra naturaleza.
Un poco de caos emocional de vez en cuando es hasta bueno, de todo se aprende, hasta de que te pisoteen el corazón. Y una película puede servir de espejo y de catalizador. Cualquier emoción reprimida, dijo uno de los padres del psicoanálisis (ahora no recuerdo cual), tiene la fea costumbre de resurgir convertida en algo peor. No reprimáis, soltaos un poco.
4 comentarios:
Con estas cosas siempre pasa igual. La inmensa mayoría de personas que acusan al cine de corromper almas no tienen ni idea del séptimo arte, llegando a límites garrulos y, como siempre, mojigatos. Ahí está el injusto linchamiento que le hicieron a Ángel Sala en La Primera por permitir que se proyectara A serbian Film en el festival de Sitges.
El caso de la mujer que protestaba contra Maniac y luego resultó ser una asesina es de chiste. Un caso extremo y surrealista que, pese a todo, demuestra que uno jamás, repito, JAMÁS, debe fiarse de nadie que intente vetar o censurar el arte.
Por cierto Raül, no sé si lo sabrás, pero el otro día me enteré que se está rodando un remake de Maniac protagonizado por Elijah Wood y escrito y producido por Alexandre Ajá.
Sí, hace tiempo que corren imágenes de Elijah Wood en plan maníaco (en Aullidos y Ain't it cool news). No sé, Lustig ya hablaba del remake en el audiocomentario nuevo y estoy de acuerdo en que es un tipo de historia que funciona exclusivamente por Joe Spinell, más que porque tenga un argumento interesante u original. No sé, Aja se ha dedicado exclusivamente a hacer remakes desde Las colinas tienen ojos, lo cual no me acaba de dar ninguna confianza. Es decir, me gustaría ver que es capaz de inventar por si mismo además de Alta Tensión.
Hola,
Una pregunta, a parte de la película, los extras de dicha edición en blu-ray, están subtitulados en castellano?
Gracias, saludos!!
No, no lo están.
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